Pues sí, me considero la hermana maja, o sea, menos agraciada. ¿Y por qué? Porque soy la melliza de una mujer impresionante. Esbelta, de piel morena, simpática, estudiosa, cómica, con carácter, con un don impresionante para dejar mal a quien se lo merece y sin pelos en la lengua. Vamos, la mujer casi perfecta.

En cambio yo soy bajita, rellenita, el único color que acepta mi piel es el rojo quemazo, tengo mala leche, me meto en líos por ser la defensora del pueblo y tengo una talla 120 de pecho (cosa que a mí me parece un engorro llamado ‘’síndrome del tronco’’ o sea, comprarte una camiseta ancha de color rojo, por ejemplo, y parecer una lata de Coca-Cola)  y aunque soy graciosa, estudiosa, trabajadora y una friki sin remedio, la sociedad siempre ha preferido y preferirá una mujer como mi hermana.

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Ser melliza tiene muchas ventajas pero tiene muchas desventajas cuando no eres tan agraciada como tu doble. Como por ejemplo:

1. Decirle a la gente que sois mellizas: a veces hasta me da vergüenza decirlo, cosa que debería ser natural, pero sería así si las reacciones al decirlo fueran también naturales, pero no. Estas reacciones ocurren sobre todo a los hombres ya las mujeres en general son menos y cuando les dices que eres melliza tan solo dicen: ¡Ala qué guay!

Cuando se lo dices a un hombre se produce el momento mirada de arriba abajo a cada una durante unos minutos que se hacen eternos (con los ojos bien abiertos para no perder detalle), y cuando la persona se ha cansado de escrutar tu cuerpo y el de tu hermana con la mirada, pronuncia las siguientes palabras: ‘’Va, no me toméis el pelo. No os parecéis en nada’’.

A partir de este momento existen dos tipos de personas:

  1. Las que te hace pruebas en plan examen de parentesco para ver si realmente no le estas tomando por imbécil en plan: ‘’A la de 3 decirme como se llama vuestra tia-abuela-prima por parte de padre’’.
  2. Y las que no se lo creen ni de coña y te miran a ti como diciéndose a sí mismo: ‘’Si eres más fea y bajita que ella’’.

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2. Irte de fiesta con ella: exacto. Al ser tan resultona, tu hermana llama la atención por donde pasa y los moscones van a ella como una mierda recién hecha (teta, si lees esto, no te tomes este ejemplo como algo personal). Entonces, ¿qué pasa con los moscones que espanta? Que dicen: pues nada, voy a intentarlo con la hermana que queda, osea YO. ¿Segundo plato? JÁ.

3. Presentarle a tu pareja o a tu rollete: Es un proceso por el que claramente se debe pasar (joder, es tu hermana) pero convives con el miedo de que tu compi de cama quiera cambiar de amiguita al verla o piense: mierda, me he equivocado de hermana. Y sí, he llegado a escuchar esta frase y aunque el autor insistió en que ‘era bromi’, os podéis imaginar mi cara.

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4. Que te guste el mismo chico. No puedes liarte con un chico que haya sido tocado sexualmente por ella o haya sentido algo por ella. No es que mi hermana me lo proíba, no, es que es imposible no imaginarte a tu hermana y a ese tío juntos y no darte escalofríos. Es como cuando te imaginas a tus padres haciéndolo. Vamos, que da asco. Luego está lo de que un chico haya ido detrás de ella. El primer pensamiento que te viene a la cabeza es: ¿cómo le voy a gustar yo si le ha gustado antes la perfecta de mi hermana? Te hace ser todavía más consciente de tus imperfecciones y eso no lo llevamos bien ninguna, ¿no?

5. No te cabe su ropa, pero a ella sí la tuya: El mayor problema que tenemos las chicas plus size es que no encontramos mucha ropa que nos quede bien y si la encontramos es muy cara. Pues en mi caso tengo cuatro pantalones y cuatro jerséis y a ella lo único que se le ocurre es quitarme la ropa, cuando ella tiene un armario petado con trapitos preciosos que por desgracia no hacen en tallas grandes. Pero para rematar, a ella le quedan mejor que a ti y a mí los suyos no me caben ni en el dedo gordo del pie.

Conclusión: A pesar de todo, de las odiosas comparaciones, de los chicos y de mi falta de ropa. Adoro a mi hermana y no la cambiaría por nada. ¡Lo prometo! <3

 

Autor: Elena García Murcia