Llegó la primavera (¡por fin!) y con ella el momento de dejar guardados los abrigos en el armario y mostrar al mundo nuestras generosas curvas, lo que enloquece a los señores mayores.

Y es que, supongo que esto nos pasará a todas, mi público más fiel son los jubilados que, además de viendo obras, se lo pasan pipa con las gordas salerosas. Lo más estupendo es que nos quieren vayamos como vayamos: ya podemos ir arregladas y frescas como una lechuga o con el pelo sucio y vestidas como refugiadas de la Bosnia-Herzegovina (chincue dure para la mía familia). Da igual, ellos siempre están ahí dispuestos a decirnos cosas y ponernos ojitos golosones.

Son recurrentes los comentarios del tipo: «Eso es una mujer de verdad» o «¡Qué hermosura! Así da gusto». Hay que tener en cuenta que los cánones de belleza han cambiando mucho en los últimos ochenta años y que, lo que ahora se considera bello (figuras muy delgadas y estilizadas), entonces no lo era tanto. Muchos de los abuelos de hoy en su juventud suspiraban por exhuberantes mujeres como Saritísima (Dios la tenga en su gloria), Sophia Loren o Anita Ekberg dándose un baño en la Fontana di Trevi, por lo que parece lógico pensar que disfruten con mujeres que superen la talla 38.

Eso sí, a veces se pasan tres pueblos. No me gustaría parecer faltona pero ya podían tener un poquito más de pudor. En una ocasión tuve que increparle a un buen hombre de unos setenta y tantos porque no es que me estuviera poniendo ojitos, es que se estaba recreando (y poniendo cara de cochino) con mi escote. Además el piropo, si se le puede llamar así, más perturbador que me han dedicado, venía de un hombre de la misma franja de edad: «eso es carne y no lo que le echa mi mujer al cocido«. Gracias amigo, pero no soy un trozo de carne.

Está muy bien hacer una labor social y alegrarle la vida a los jubilados, sobre todo cuando llega el calor madrileño, que se me escapan todos los complejos y voy casi enseñando el culo por la calle, dignamente. Pero por favor… ¡disimulen! Que una cosa es sentirte observada y que  te haga un poco de gracia y otra muy distinta sentirte casi violada.

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La imagen de portada y la primera del post corresponden al cómic «Arrugas» de Paco Roca.