Lo reconozco, soy del género hater. Digamos que soy un poco del lado oscuro de la fuerza, un poco Sith de la vida moderna. Me encanta estar pendiente de todas las tendencias y de las cosas que molan, pero hay cosas que parecen gustarle a todo el mundo por las que no paso y estas son algunas de ellas:
1. Los banderines como decoración. Empecé a preocuparme hace unos meses cuando al llegar a casa de alguna de mis amigas parecía que estábamos en un cumpleaños infantil. Luego esto saltó a Instagram y casi me da un telele: cientos de fotos con filtro earlybird de paredes adornadas con láminas y fotografías monísimas, coronadas con banderines de colores, ¿por qué?
2. Los (macro) festivales de música. Esto es un odio muy trabajado y personal. Por un lado me gustan los conciertos en salas pequeñas y por otro no puedo soportar las aglomeraciones de gente, ni el estrés de cambiar de escenario y que se solapen los conciertos, solo de pensarlo ya me entran sudores fríos. Me he perdido muchas historias míticas de mis colegas por esta razón, pero me curo en salud.
3. Las tartas con fondant. No voy a negar que gracias a esta pasta de azúcar se hacen grandísimas obras de arte, pero no tengo muy claro que sean comestibles. Cada vez que veo una tarta cubierta de fondant noto como mis dientes empiezan a sufrir en silencio.
4. Las cintas de radiocassette. El vinilo como formato físico me parece ideal para coleccionistas y amantes de la música (sobre todo si la portada es bonita o si el propio vinilo es de colores) pero el tema de los cassettes me parece rizar el rizo, aunque parece que se están volviendo con fuerza entre los más melómanos. Por favor, dejen de crearnos necesidades estúpidas.
5. Usar botes de mermelada como vasos. Si a estos botes de mermelada les sumamos las pajitas de papel (que son muy monas pero la cosa más inútil del mundo porque se deshacen y saben a cartón) ya tenemos el combo mortal. Llamadme cerrada de miras o lo que queráis pero NO LO ENTIENDO. Si no te quedan vasos limpios vale, pero así para que sea cuquis pues no.
6. Las películas de Wes Anderson. No me odiéis pero me superan (esto es curioso porque Fantastic Mr. Fox es una de mis películas animadas favoritas, supongo que precisamente por ser animada). La última que vi fue Moonrise Kingdom y cuando terminó, me entraron ganas de vomitar ositos de gominola por todo el salón. Las historias están bien y tal, pero ni mi lado más fresita está preparado para tanta cosa monis concentrada y sobre todo para tanto fenómeno viral cuquis. Disfrazarse de Steve Zissou ya es mainstream.
7. La jerga de internet. Con este tema me siento una auténtica outsider y eso que soy heavy user de las redes sociales. Me pones unas letras con puntos en el medio, mi cerebro desconecta y me pongo a pensar en que me tengo que hacer la cera o cualquier cosa peor. Odio los acrónimos, ya lo he dicho.
8. Las sandalias con calcetines. Mátame camión. Me encantan las tendencias mamarrachas pero ¿por qué recuperar una cosa con la que llevabamos años haciendo bromas bastante despectivas sobre alemanes y demás turistas europeos? La tiranía de la moda es inescrutable.
9. Los estampados de moda. No es que los odie, es que me dan mucha rabia. El año pasado me pasó con las piñas y con el tropicalismo en general. No me malinterpretéis, me encantan las piñas (tengo una jarra-piña DI-VI-NA). Al principio estaba muy contenta pero cuando dejaron de existir alternativas a las piñas empecé a ponerme nerviosa, llegué a soñar con una piña asesina y todo. Este año parece que el tema son las hamburguesas, creo que duraré unas pocas semanas sin odiarlas.
10. Ryan Gosling. Será un mojabragas pero para mi tiene la cara de parvo más inexpresiva del cine. Ademas (modo súper hater on) desde Half Nelson no ha vuelto a hacer una película buena.
Podéis llamarme pretenciosa y chunga, pero seguro que vosotras también tenéis odios ocultos y no tan ocultos. Contadnos y hagamos terapia conjunta, no hay nada que una más que compartir odios <3
