Quizás no fueras un orco de Mordor (o puede que sí), pero si en tu adolescencia no fuiste delgada / mona / popular, es probable que a día de hoy arrastres lo que podríamos denominar ‘las secuelas del Patito Feo’. La gente se pregunta de dónde viene nuestra inseguridad si ahora somos mujeres de éxito o madres de familia, pero nadie que no haya pasado por lo mismo que tú sabrá de lo que estamos hablando.

Según Alexa Suter hay 14 efectos secundarios que suelen darse entre las personas que no gozaron de un físico agraciado en su juventud y que en cambio ahora son atractivas y exitosas:

1. Te cuesta aceptar piropos. Yo he llegado a pensar que si un chico guapo me dice algo bonito es que quiere algo a cambio, y no precisamente mi amor.

2. La idea de que alguien pueda tener celos de ti se te antoja absurda. Como no eres del todo consciente de tu valía es muy común que no entiendas cómo alguien puede querer ser como tú. No te cabe en la cabeza que otras mujeres envidien partes de tu cuerpo o sencillamente tu personalidad.

3. No te consideras un objeto de deseo. Si un chico te habla en un bar piensas automáticamente que lo que quiere es que le presentes a tu amiga. Si percibes algún tipo de tonteo de alguien del sexo opuesto tiendes a deducir que es ‘porque está demasiado borracho’ o que sencillamente te está vacilando.

4. Cuando alguien te mira por la calle, jamás piensas que es por algo bueno. Caminas por la acera y una mujer te repasa de arriba abajo. No tienes ni idea de lo que está pasando por su cabeza pero en la tuya solo cabe un concepto: me está mirando mal, probablemente piensa que estoy gorda, o que voy mal vestida, o que llevo el pelo sucio. Si vas en grupo y un hombre suelta un piropo, jamás pensarás que es para ti.

5. Estás tan centrada en las cosas malas que crees que la gente dice de ti que las buenas pasan muchas veces desapercibidas.

6. No eres consciente del poder de tu belleza. Podrías tener lo que quisieras y a quien quisieras en base a tu físico pero tú solo te centras en destacar por tu inteligencia o tu personalidad.

7. Cuando se espera de ti que vayas guapa, te vuelves medio loca. Me explico, acudir a algún evento en el que se presupone has de ir arreglada y habrá gente que se fijará en ti puede llegar a quitarte el sueño. Eres tan exigente contigo misma que es probable que nunca te veas lo suficientemente bien como para salir relajada de casa ese día.

8. Intentas ser correcta para no llamar la atención. Cuanto más pases desapercibida, mejor que mejor.

9. Das mucha importancia a la ‘belleza interior’. Tú misma de niña no tuviste mucha opción, así que te has acostumbrado a saber valorar lo que cada persona lleva dentro independientemente de su físico.

10. Tienes unas expectativas muy altas en tus relaciones personales con amigos o familia. No te haces amiga de la gente por su físico, no quieres un grupo de amigos para fardar. En base a tus principios quieres rodearte de gente inteligente y por lo tanto esperas lo mejor de ellos.

11. Sacas por otros el valor que no tuviste contigo misma. Te ofendes y cabreas cuando ves que se meten con una cría por su físico. Te enervas si presencias alguna situación en la que alguien es tratado con inferioridad. Hay algo dentro de ti que te ha convertido en un ser mucho más protector de lo normal.

12. Valoras mucho tu privacidad. No tienes miedo a estar sola porque de alguna manera siempre lo has estado.

13. Te dejas inspirar por otras mujeres. Guapas o feas, altas o bajas, gordas o flacas. Buscas inspiración en tus iguales.

14. Aspiras a ser guapa algún día… sin darte cuenta de que ya lo eres.

 

Si te identificas con más de uno de estos puntos es probable que sufras de este síndrome y arrastres las secuelas del Patito Feo (y es una mierda, lo sé). Pero si es así, también es porque ya te has convertido en un estupendo cisne. Yo siempre digo que no cambiaría por nada el aprendizaje que supuso no ser ‘la guapa del grupo’. Tener que currármelo más que la mayoría ayudó a forjar mi personalidad y hoy en día no puedo estar más orgullosa de lo que soy. Por supuesto que todavía hay momentos en los que estos efectos secundarios se hacen notar demasiado y te planteas si alguna vez dejaste de ser aquel pobre patito. Entonces miras las preciosas plumas blancas que te cubren y sonríes, porque no hay nada mejor que haberse superado a uno mismo y seguir haciéndolo.