cumplir 40

 

Cumplir 40 años es una pu..da muy gorda. Eso se sabe, aunque peor sería no cumplirlos, dirían mis amigos optimistas. Bueno pues bien, en el momento que cumples esa edad que me cuesta hasta pronunciar, te sientes mayor. Porque dejas de ser veinteañera, treintañera, y pasas a ser cuarentona. Y a partir de ahí siempre seras …..ona. Y eso no mola nada.

 De hecho te levantas al día siguiente de cumplirlos y te miras al espejo y te ha salido una arruga en la frente, el cuerpo está programado para la que la última noche que tienes 39 te salga la primera arruga y así ya te despiertes con una dosis de realidad que ríete tú de los programas de Jordi Évole, eso son Barrio Sésamo al lado de la cuarentena.

 A partir de ese día vas por la calle y los niños te llama señora, y los adolescentes dicen que eres una «Milf follable», que yo lo tuve que buscar en la wikipedia porque no tenía ni idea de lo que era, y mejor me hubiera quedado quieta, a veces google sirve para hundirte más en tu desgracia, no lo uséis es un consejo de señora mayor.

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Y ahí empieza tu decadencia, te vas de fiesta para celebrarlo y te pillas una turca que acabas bailando en medio de la calle como las Grecas. Pero… tardas en recuperarte una semana. Ya no vale eso de irte de empalme al trabajo, no , eso era cuando tenías 20. Ahora vas de empalme y literalmente mueres. Y en tu tumba por mucho que pongan «Murió haciendo lo que más quería, beber». Pues no compensa.

Y así con tu pedazo de crisis van pasando los días hasta que una mañana te levantas y dices: «¿Pero qué pasa? ¿Qué invento es este?» y de repente te das cuenta de un montón de cosas malas que han dejado de pasarte y de otra lista inmensa que cosas geniales de las que puedes disfrutar. 

1. No te rayas por nada. Como lo oyes, un día te levantas y piensas «Pues a mi que me contesten o no al whatsapp me importa menos que saber quien es el peluquero de Lidia Lozaño» y así es. Ya no miras nunca la última conexión de tu chico, de hecho te pones la aplicación para que nadie pueda mirar la tuya y así no tener la obligación de contestar, y cuando la aplicación te advierte de que al ponerla tú tampoco podrás saber a que hora se han conectado los demás, aprietas el botón con el placer de pensar «me importa tres pimientos».

2. Ya no puedes beber vino malo porque te sienta mal, pero tienes poder adquisitivo para comprarte un Rioja en condiciones.  Eso es así, antes te bebías un cartón de Don Simón o una botella infernal de Lambrusco y oye tan feliz, si lo haces a los cuarenta te ingresan literal. Pero, a esa edad, generalmente ya tienes un trabajo más estable y tu sueldo es más alto que cuando tenías 20 y eso te hace que puedas comprarte un vinito que lleve más uva que alcohol. Que ya se sabe que a cierta edad hay que comer fruta.

3. Si tus amigas o conocidas se olvidan de incluirte en un grupo de whatsapp no te enfadas sino que sientes alivio. ¡Real!

4. Dejas de poner excusas y puedes decir la verdad. Eso es una liberación que no tiene precio. Te sientes más libre para decirle a los demás «No voy porque no me apetece» y no tienes que inventarte mil excusas para quedar bien, porque ya no las necesitas, tu personalidad está afianzada.

5. Si te quieren bien y sino también. Ya no sufres porque alguien no te quiera o le caigas mal, yo creo que incluso te hace gracia que no lo hagan. Porque ya has llegado a una edad que sabes que no puedes obligar a nadie a tenerte cariño, y quieres amor de calidad, como el vino.

6. Después de dos divorcios el tercero no te da ni un poco de miedo. Digo dos divorcios como puede ser tres o cuatro fracasos amorosos. Has aprendido bien las lecciones y tienes claro lo que quieres y lo que no. Por lo tanto ya no aguantas tonterías de nadie, y ves las señales de que algo se está acabando o que va mal, mucho antes que a los veinte, y como sabes que te quedan menos años de vida, no lo aguantas y pasas a otra cosa. Next.

7. Ya no tienes miedo a quedarte sola. Cuando te separas la primera vez siempre se siente el miedo a que quizás te quedarás sola para siempre, pero a los 40 te la sopla literalmente, porque sabes que siempre tendrás amigas que se separarán o harás amigas nuevas, y con ellas podrá irte de spa, de cena a buenos restaurantes, al teatro, de fin de semana, y reírte y hacer locuras que a los veinte no se te pasarían por la cabeza porque te darían una vergüenza horrible.

8. ¿Vergüenza? ¿Eso que es? Pues algo que se esfuma con la piel dura como una piedra y las tetas en la garganta. Pero qué maravilla vivir con su ausencia. Cuando eres jovencita vas a la playa y no te quitas la parte de arriba porque tienes el pecho muy grande y te da apuro que te lo vean, no te pones bikini porque no quieres enseñar el mondongo, eres incapaz de ir sin depilar, y cuando te levantas de la toalla  encoges la barriga y aguantas la respiración hasta que te metes en el agua y al fin respiras normal. A los 40 tú llegas a la playa y te pones al lado de unos tíos buenos, te quedas en bikini diminuto con todas tus lorzas al aire, y de repente tu amiga que también tiene 40 dice: «A que no hay huevos de hacer la croqueta de la toalla al agua diciendo que te da pereza levantarte». Y tú pues coges impulso y gritas: «¡Croqueta!». Hasta que te sumerges en el agua y una ola te revuelca y sales con el bikini en las rodillas mientras tus amigas aplauden y los tíos flipan en colores de tu trastorno mental.

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9. Te pones la ropa que te da la gana, y si te miran pues mejor. Eres capaz de irte por el paseo de tu pueblo con una camiseta que ponga «Fat bitch» y saludar cuando alguien te mira fijamente, como pensando: «En serio sabe lo que pone en la camiseta». Y tu sonríes asintiendo: «Lo sé, y me encanta».

10. Comes libremente sin esconderte. Si hay que pelearse por la última croqueta o sortearla pues se sortea pero tú ya no te quedas con hambre jamás, y si quieres más pides otra tapa, aunque esté el tío con el que quieres ligar delante, si le vas a gustar, que sepa lo que hay de antemano.

Así es que de verdad, os prometo que cumplir 40 tiene muchísimas más ventajas que contrariedades, y por mucho que te lo digan no lo sabes hasta que llegas y dices: «Yo no vuelvo a los 20 ni por un millón de euros». Porque las inseguridades se esfuman, porque de repente te encuentras amándote a ti misma por encima de todo, porque ya no te da apuro desnudarte ni siquiera delante de Jason Momoa. Porque te ves más guapa que nunca y sobre todo eres mucho más libre. Y si esto va así, no quiero saber lo que pasará a los 50. Miedo me da.