Sí, esa época en la que todo el mundo se va a la playa, hace la croqueta en la arena y sube fotos de sus piernas…esa. Se ve que soy un bicho raro. Pero qué queréis que os diga, amo el invierno. Amo las bufandas que te cubren hasta debajo de los ojos, amo las boinas de lana, mis botas de lluvia, los abrigos de pluma, la chimenea, el braserito, el sonido de la lluvia en los cristales, el olor a tierra mojada, el frío que te pone la nariz roja, adoro la nieve, el vaho en la ventana del coche… El otro día sentí una envidia profunda de Sansa y John cuando dijeron eso de “Winter is here”. Estoy pensando en mudarme a Invernalia.

He aquí las razones de mi odio al verano:

1. La más obvia: el calor.

En mi pueblo cada año se supera varias veces la barrera de los 40 grados. Vale que no me gusta la playa, pero ser de interior es un poco una mierda cuando estás en pelotas y no sabes que más quitarte para estar más fresquita. Si no sales de casa bien, pero en el momento que asomes la cabeza por la ventana, tus pestañas pasarán a la historia. Bye bye!

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2. ¿Plancharte el pelo?

No es casualidad ver a chicas con el pelo recogido en verano, o con trenzas, o rizado. Y es que la plancha en verano es como el Ice Bucket Challenge en pleno enero, puedes hacerlo, pero lo vas a pasar muy mal.

Yo usando el secador en verano
Yo usando el secador en verano

3. Ducharte para nada.

Sí, la ducha es mano de santo en verano, te quitas de encima todo el calor y ni siquiera te preocupas de secarte el pelo, porque así te dura más el fresquito. Pero sal a la calle, y en cero coma estarás empapada otra vez en sudor.

4. Sudor.

Todos sudamos, unos más y otros menos. El verano es sinónimo de sudor, y de sudor no solo en los sobacos, sudor hasta detrás de las rodillas. Procura no ponerte una camiseta muy ajustada o acabarás pareciendo Camacho.

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5. Mosquitos.

Hace un calor insoportable, te tiras en la cama y cuando estás a punto de dormirte viene el mosquito de turno a volarte sobre el oído. Y claro, tu te echas el pelo por encima a ver si se te va a meter ahí, pero el sigue a su rollo. Tu lo espantas con la mano y desaparece dos milisegundos. Pero vuelve a la carga, y a ti ya se te están hinchando los morros. Vuelves a darle con la mano, pero el sigue. Enciendes la luz para matarlo y que te deje sobar tranquila, pero no está. ¿Dónde coño se habrá metido? Se habrá ido…y tú, ingenua de la vida apagas la luz, y aquí vuelve…va a ser una noche muy larga…

6. Moscas COJONERAS.

Una vez vi un documental en el que decían lo valiosas que son para el mundo las arañas. Pero, ¿y las moscas? Solo tienen una misión en la vida: dar por culo.

7. EL volante del coche.

Parece un aro de cebolla recién sacado de la freidora. El verano es la época perfecta para ir de copiloto…

8. Sillas. Sí, las sillas.

Qué bonita esa sensación de ir meada a todos lados, o peor, cuando te quedas pegada en una silla, y al levantarte parece que te estén arrancando la piel a tiras… ¿Y esas sillas con agujeritos?

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9. Ultra depilada.

Te pasas la mayor parte del tiempo depilándote. En invierno te pones unas medias negras y listo, pero en verano…¡ay amiga! Y tus amigas son muy oportunas, tienes cita para mañana para hacerte las piernas, pero a ellas se les antoja de ir a la piscina hoy, y tú te mueres por ir. ¡Cuchilla al canto! Pero no la dejes muy lejos, porque mañana ya eres un cactus.

10. La canción del verano.

¿Hay algo peor que la canción del verano? Cada año el mismo ritmo y casi la misma letra. La cantidad de veces que la escuchas este verano es proporcional a las ganas que tienes de que llegue el otoño. Aunque tampoco eso te garantiza que dejes de escucharla…desgraciadamente.

Pues eso… ¡que llegue ya el invierno!

Mercedes Trinidad