Si en tu familia tampoco hay nadie al que se le marquen las costillas y todos sois más bien tirando a rechonchetes, seguro que te identificas con alguna de las siguientes situaciones.

1. Todas las sillas de tu casa son estables.

Nada de materiales innovadores, de sillas de 3 euros del Ikea o de polimetilmetacrilato (o como se diga, me entendéis). No. En casa de tu familia las sillas son de madera robusta. Y bien cómodas, además.

2. De repente, tu madre se vuelve loca un día y os pone a dieta a todos.

Esto es así. Le da la neura de repente un día y el próximo lunes (es una regla que sigue todo el mundo mundial: las dietas se empiezan los lunes) estáis toda la familia comiendo alcachofas y cenando pavo y yogur edulcorado.

3. Una maleta para todos nunca es suficiente

A mí esto es una cosa que siempre me ha dado mucho coraje. En una maleta de Ryanair, a mi me caben unos vaqueros y dos jerseys. Nada más.

4. Lo de los reposabrazos solo está permitido en el sofá de tres plazas (en el que entráis dos)

No hay nada en tu casa que limite el espacio de tu culo. Intentar ver juntos una película en el sofá es toda una ilusión. En mi casa, cada uno tenemos un sofá.

5. Adiós a los coches deportivos o de tres puertas.

Vete tú de Granada a San Sebastián en un coche pequeño con una familia que oscila entre el 1.75 y los 2 metros. En mi casa además de gordos, somos altos; así que el coche tiene que ser de los grandes grandísimos. Y sí, siempre hay disputas por ver quién se sienta delante, aunque suele salir ganando mi madre porque la queremos muchísimo y se lo merece.

6. Tenemos humor de gordos.

Sí, porque somos los primeros que nos reímos de la situación y somos felices. Somos gordos contentos pero que no vivimos en la inopia. Sabemos nuestras limitaciones y nos apoyamos mutuamente, pero alguna que otra gracia cae de vez en cuando; siempre desde el cariño. ¿Quién no le ha preguntado a su padre que cuándo sale de cuentas?

7. Somos conscientes del entorno que nos rodea.

Mamá: el otro día fuimos a comer a un sitio muy guay. Las sillas son muy anchas.

Papá: La verdad es que da gusto este sofá. No se hunde.

Mi hermano: Bea, tú te pones delante que si no, no entramos los 5 en el coche.

Yo: Yo ahí no entro.

8. El portarollos del baño siempre está torcido.

Cuestión de espacios. Si tuviese el baño de la Preysler seguro que no nos pasaba.

9. Todo lo celebramos comiendo

¿Que alguien ha aprobado? Comemos. ¿Que alguno hemos encontrado nuevo curro? Comemos. ¿Que hace mucho que no nos vemos? Comemos ¿Que nos han tocado 20 euros de la ONCE? Comemos. Y así todo el rato.

10. Cualquier bollo/dulce/novedad desaparece como por arte de magia.

Y la pregunta es: ¿Quién ha sido? Cualquiera puede ser sospechoso. Y la respuesta suele ser: si yo solo me he comido un cachito. Cachito a cachito nos hemos ventilado la empanada que ha hecho mi madre para cenar en cuestión de una tarde. Es que ¿a quién se le ocurre dejarla a enfriar ahí solita en la mesa de la cocina eh?

11. A veces es necesario esconder la comida.

Verídico. En mi casa si está en el armario de la cocina es que es de todos. Así que si algo tiene que durar hasta un evento determinado o ha sido el antojo de alguien hay que avisar con pancartas, luces luminosas o lo más llamativo que se te ocurra. Eso o esconderlo. Si no lo haces, tienes un 99% de posibilidades de que no dure ni un día porque alguien se lo coma.

La verdad es que no, no tenemos remedio, pero en mi familia nos queremos con locura y nos apoyamos a diario. Somos una familia de gordos maravillosa.

Imagen de portada: Chubby Drums (2010)