Si eres un culo inquieto como yo y te gusta viajar más que a un tonto un lapicero, seguro que has experimentado todo tipo de experiencias buenas y malas que hacen que recuerdes ese viaje mucho tiempo después de haber vuelto. Todo el mundo sabe que un viaje se vive 3 veces: antes, durante y después. Pero es en este último momento en el que te acuerdas más de todo lo que has vivido…

Has perdido un vuelo, tren, barco, etc.

No tiene por qué haber sido por tu culpa, en los dos casos en los que he perdido vuelos ha sido por culpa de la aerolínea, pero la que se ha quedado fastidiada en tierra hasta 6 horas después o incluso hasta el día siguiente, he sido yo. Malditos…, ya les he puesto la cruz a dos aerolíneas. La única vez que he perdido un ferry ha sido porque mis amigas y yo somos muy rubias y no fuimos capaces de pensar que las 12.30 de la noche del día 13 de julio quería decir la noche del día 12…

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Te has olvidado algo en algún alojamiento.

Yo no sé cómo lo hago, pero voy dejando mi rastro de posesiones allá donde paso una noche. El cargador del móvil, chanclas, botes de gel, champú (no siempre vacíos), una camiseta, ropa interior… Estoy convencida de que no es tan atípico volver a casa con menos cosas en la maleta que las que traías en un principio… También de que llenaría una maleta entera con todo lo que me he ido dejando en hoteles en los últimos años…

Y siempre te has dejado algo en casa.

Puede ser una chorrada tonta como el palo selfie o algo importante como tu crema solar favorita, pero cuando viajas varias veces al año, es un clásico llegar al aeropuerto y pensar ‘Joder, me he dejado el cojín para el avión’, ‘Dime que has traído pasta de dientes, que yo me he dejado la mía’ o ‘Pues yo no contaba con el frío y no he traído ningún jersey’… Si viajas a una ciudad o un destino muy turístico no habrá problema, pero si estás yendo a una isla de Tailandia igual estás jodida si quieres encontrar un chubasquero para que no te pille el Monzón…

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Te has peleado con tus compañeros de viaje.

Esto es inevitable, da igual que viajes con tu pareja, tu mejor amiga, tu familia o un grupo de colegas, siempre va a haber un momento en el que haya algo de tensión. Llevas no sé cuántos días madrugando, durmiendo poco y mal, sin ir al baño y encima hace mucho frío, mucho calor o está lloviendo como si no hubiera un mañana, así que acabas discutiendo por la mayor tontería. Lo bueno es que un viaje es como un Gran Hermano, las emociones se magnifican y discutir implica que a la media hora está todo solucionado y volvéis a quereros tanto o más de empezar el viaje.

Te has perdido en casi todos los sitios a los que has ido.

Especialmente cuando no existían los smartphones y el concepto de gps era un mapa cutre del hostel que en ocasiones estaba en un idioma que no entendías. Has preguntado, has hecho caso a las indicaciones, te has perdido de nuevo, y has tenido que volver a preguntar. Lo bueno es que seguro que en estos paseos perdidos has descubierto lugares de la ciudad que seguramente no estaban en tu lista de sitios indispensables que ver.

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Has reservado un alojamiento que parecía maravilloso y resultó ser una mierda.

Es como cuando vas a comprar un vestido y resulta que es un mono: decepción total. He estado en hostels donde el baño no tenía ni un mísero gancho o repisa para dejar tus cosas. He dormido en sofás cama de apartamentos en los que se te clavaban tanto los muelles que a la mañana siguiente no te podías mover. He dormido en una habitación compartida encima de un coffee shop. He alquilado un piso por airbnb en el que los cajones de la cómoda estaban llenos de condones y pastillas. He dormido en habitaciones sin ventanas, en alojamientos donde los recepcionistas no hablaban inglés y en hoteles cuyo concepto de cama implicaba un colchón en el suelo.

También te has alojado en sitios que parecían normales a primera vista y que resultaron ser maravillosos.

Y has llorado de alegría deseando que ese alojamiento sea tu casa para siempre… Colchones comodísimos, almohadas mullidas, desayunos con los que te alimentas hasta la hora de la merienda, habitaciones con vistas, baños maravillosos… Ay, una ya no quiere volver a dormir en su propia cama nunca más…

Tienes una lista de destinos a los que viajar que no hace más que aumentar con los años.

Da igual que cada año taches de la lista un destino soñado, con cada publicación de Traveler, cada programa de Callejeros Viajeros, cada foto de IG que te salta en sugerencias, añades nuevos destinos a tu lista. Y por lo general no están precisamente cerca, porque ojalá mi viaje soñado fuera ir a la Toscana, pero noooooo, a mi se me tiene que antojar irme casi a las Antípodas…

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En la foto destacada: The Blonde Abroad.