Y entonces llega ese día, en el que en una primera cita a tus quince años y te invitan a cenar. Tú, tan campante, te comes tus seis tacos, rebosantes, desbordantes de queso fundido y con mucha salsa. Y acabas mucho antes que “el citado” para mirar hacia su plato… Y te ofrece otros dos ¡y te los comes! Ahí te das cuenta que ya nada volverá a ser igual, porque ¡¡te gusta comer y mucho!! Y lo haces con prisa. Esa soy yo, sin duda.

YO.
YO.

Soy una glotona, ¡¡Señora glotona!! Que mis años me ha costado perfeccionar la técnica.  Soy la típica que en una comida pregunta: ¿te vas a comer eso? ¿No irás a dejar esa migaja en el plato, no? Seee. Soy esa que se come las sobras de todos en las cenas, incluso las del pescado… ¡y eso que no me encanta! Jajajajaja Yo no tengo ni dejo la vergüenza del gallego. No, no. Ya de pequeña, cuando alguien nuevo me cortaba la carne, le decía: ¡trozos más grandes, qué tengo la boca grande! Yo nunca me he hecho “de la boca chiquita”. Como a boca llena. ¡Que me quemo con la sopa, porque no se enfríe! Alguna vez hasta me he destrozado el paladar por apurar la pizza. Cuando me preguntan ¿quieres más? Me río, ¡a carcajadas! Podría seguir comiendo todo el día, pienso. Solo que a veces, ¡y menos mal!, paro. Yo disfruto comiendo.

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Mi abuela paterna cocina de bien en dirección proporcional a lo mucho que come. Y me ha enseñado dos cosas básicas: que no se habla mientras se come, porque pierdes tiempo, y que ¡se come con ganas! Como si fuera a ser lo último que haces en la vida. Así que me he convertido en una de esas personas que se desabrochan el botón para comer otro poquito. De las que comen con las manos, se chupan los dedos y hacen lo prohibido: repasar el plato con el pan, ¡incluso la fuente!   Por eso me chiflan los chicos que saben cocinar, qué le voy a hacer.

Y sí, luzco unos pantalones apretados… En ocasiones, tengo que echarme en la cama para poder subirlos al completo. Pero luego se sujetan, perfectamente, en esta “rixoada” tan sexy que desborda un poquito por encima de ellos, como desborda el queso fundido en los tacos… ¡y nos encanta!

Por Jessica Pintor

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