No lo pones en duda: hacer deporte es bueno. Llevas tiempo planteándote hacer ejercicio, pero siempre estás ocupada ¿verdad? Tienes mucho trabajo y las tareas pendientes se te acumulan, lo que impide calzarte las deportivas ¿es eso lo que me ibas a decir? Pues  no amiga, no mientas. Tú y yo sabemos que tu vida no es tan ajetreada porque, ahora mismo ¿podrías decirme qué estás haciendo? Exacto, NADA. A ti lo que te pasa es que eres una vaga. Y te diré porqué:

 

  • Para empezar, eres incapaz de ver entera una competición, del tipo que sea. Solo verlo te cansa.

 

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  • Cada vez que te preguntan por qué no haces deporte respondes lo mismo: Si yo quiero pero…Pufff. Y te preguntas en secreto por qué nadie ha inventado una máquina (al alcance de TU bolsillo) que te tonifique y muscule sin necesidad de sudar la gota gorda.

 

 

  • Tienes un montón de información acerca de los gimnasios más cercanos, las mejores rutas de la ciudad para correr, los ejercicios más adaptados a tu forma física… Sabes que lo mejor sería ir a preguntar al gimnasio pero te has pasado 3 horas en Google y aún no te has puesto a trabajar, así que mejor vas mañana.

 

  •  Tu historial de Youtube está repleto de tutoriales para hacer ejercicio en casa. Tienes todos los vídeos empezados porque intentar lo has intentado, pero no has sido capaz de pasar del primer paso.

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  • Lo que más te gusta del deporte (si lo practicaras) es la ropa, así que siempre que pasas por la sección deportiva acabas comprando todo el kit deportivo para “forzarte a hacer ejercicio”. Al día siguiente, motivada, te pones tu conjunto nuevo, te calzas las deportivas y…te vas a comprar el pan.

 

  •  Ejercitas los brazos en el bar: llevándote el botellín de cerveza a la boca y de la boca a la mesa. Trasladando las patatas fritas del plato a tu boca y vuelta a por la cerveza. Es el único ejercicio que haces con gusto y sin cansarte.

 

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  • Haces abdominales en la cama, porque que el suelo es muy duro y está frío. Eso lo piensas mientras tu esterilla te mira desde el rincón con cara de desaprobación. Pero te da igual, todo el ejercicio que se pueda hacer en la cama… lo harás en la cama.

 

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  • Te da envidia esas personas que salen religiosamente a la misma hora cada día a echar una carrerita y piensas Mañana empiezo sí que sí. Pero mañana te llaman para tomar unas cañas y claro, hay que cuidar las amistades, así que lo pospones. Mientras estás en el bar, ves a esos deportistas y ya no sientes envidia, pero sí remordimientos porque acabas de demostrar que tu fuerza de voluntad es nula…y te pides otra caña…ya sabes, para celebrar tu flacidez con tus amigos.

 

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  • Eres una experta en poner excusas. Cada día piensas me da pereza ir al gimnasio sola, seguro que si fuera con alguien me obligaba pero cuando un amigo te dice de acompañarle, tus labios pronuncian automáticamente un Lo siento, pero es que yo prefiero ir sola. MENTIRA. ¿Por qué has dicho eso? Te preguntas. Tú sabes porqué: no quieres que nadie vea que tu estado físico es lamentable ni que se te vea roja, sudando  como un cerdo y jadeando como un perro… cinco minutos después de empezar. Por eso mientes.

 

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  • Aunque puede que seas de las mías. De esas que que, efectivamente por salud y porque tu flacidez te convierte en un flan andante, decides sacudirte la vagancia y decides aprender unos pocos ejercicios para hacer en casa. Cuando por fin consigues realizarlos durante un mes seguidos, descubres que esa tabla de ejercicios con la que que tanto sudor has derramado no son más que el calentamiento para antes de hacer deporte.
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y esta es la cara que se queda

 

Resumiendo: tú harías deporte, de verdad que sí, pero es que te cansas y, sinceramente, se está de bien el sofá ¿verdad? y para un ratito que tienes para ti…¡Cómo desaprovecharlo!

 

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