A la hija de Ana Orantes,

Hay mujeres valientes y luchadoras que hacen historia en una sociedad que apenas deja hueco para ciertos temas y mucho menos si salen de unos labios femeninos. Ana Orantes, fue una de ellas pero aún fue algo mucho más importante en su vida: fue madre. Por eso hoy, 20 años después de que os la arrebataran, a tus hermanos y a ti, quien no merece ni ser nombrado, necesito deciros que no nos hemos olvidado de ella. Debemos tanto a vuestra madre que pronunciar su nombre ya se ha convertido en un símbolo de la lucha a la que ella dio voz y hoy más que nunca no nos vamos a quedar calladas.

Somos muchas y muchos los que aún no podemos ver el testimonio de tu madre sin que nos tiemblen las manos por no soltar toda la rabia contra las leyes, y hasta con la sociedad que, conocedora de muchos casos similares, todavía calla. ¿Te hablo a ti de rabia? ¿A ti que esta semana manifestaste lo abandonados que os habíais sentido? No alcanzo a imaginar el dolor de perder a una madre en esas circunstancias pero lo que sí he podido entender ha sido el orgullo de terminar siendo «Orantes», desafiando el cruel destino y escogiendo seguir adelante, pese a las piedras.

Después de dos décadas la violencia de género en nuestro país sigue tiñendo a familias de luto y las políticas de prevención han demostrado ser insuficientes. ¿Qué nos queda entonces? Todo lo que nos enseñó Ana Orantes, la valentía la denuncia pública hacia el agresor y las ganas, que tanto os inculcó, de avanzar.

Sus palabras desatan siempre nuestra indignación hacia la escasa o nula protección que se ofrecía a las mujeres maltratadas hace 20 años, pero también nos impulsan para continuar, dar un paso adelante y los que hagan falta y luchar por una vida donde ser mujer no implique vivir con miedo. Y aún más importante, donde nunca sea juzgada por volver con su maltratador al no recibir ninguna ayuda ni amparo algo que respondería a la pregunta que Irma Soriano se hacía tras conocer la noticia de su asesinato, ¿en qué hemos fallado? En no socorrer a una mujer cuyo último recurso fueron los medios de comunicación para pedir ayuda.

Por eso hoy, Raquel Orantes recalco el coraje de tu madre y el tuyo propio para alzar la voz y seguir haciéndolo 20 años después en una lucha que sigue tan viva como el primer día, porque nos tendrían que cortar la lengua a todas y aún así conseguiríamos hacernos oír. Tu madre nos lo enseñó. No habrá mejor forma de honrar la memoria de Ana que recordando su lucha porque esos 40 años de malos tratos no deberían caer en el olvido. Ni tampoco un simple mal momento que podamos llegar a pasar por el hecho de ser mujeres.

Porque somos libres, nos queremos vivas y seguiremos exigiéndolo y luchando hasta que tu madre, desde el cielo, nos pueda oír.