Lo que voy a hacer hoy es algo muy poco habitual en mi :mirar hacia la infancia con melancolía y sonrisa boba.

Oh no, queridas amigas, no volvería a esos años ni loca (no me matéis vale, es que no tuve pueblo, eso tiene que influir por narices)  pero de las pocas cosas molonas que SI echo de menos de aquel entonces y que SI me encantaría recuperar si mi puñetera estimada madre no tuviera la irritante costumbre de tirar/regalar todo lo que toca, eso serían, sin duda, LAS COLECCIONES.

Si,  amigos nacidos más allá de los 90, los niños workingclass de antes teníamos propinas (si las teníamos) más que modestas; no nos regalaban juguetes más que en ocasiones especiales y lo más parecido a una tables que teníamos era la mítica tabla azul de los cursillos de natación estivales…pero teníamos un afán de coleccionismo genuino. No de esa mierda de ahora que es que te gusten los minions y tu padre te compre 38 sobres y encima patalees porque te sale uno repetido y se lo avientes a tu hermano en la cabeza. NO. Nosotros coleccionabamos DE VERDAD, y nos tomábamos el asunto como lo que era: un hecho trascendental. Algo que podía mantenerte en vela pensando que OHDIOSMÍO tenías el cromo 81 y 82 de Aladin y si mañana conseguías el 83 en el cole (mediante cambio, of course) TENDRÍAS LA ALFOMBRA COMPLETA, JODER. POR FIN LA ALFOMBRA COMPLETA.

– Por que sí, una de las colecciones que más amé hacer de pequeña fueron  LOS CROMOS DE PANINI. Recuerdo que los padres de aquel entonces ponían tu tesón a prueba y solo te compraban el álbum de la colección cuando tras sucesivos cambios de cromos en el cole/plaza habías demostrado que el tema te interesaba de verdad.   Ay amigas, parece que era ayer cuando salía disparada al patio del recreo con mi pequeña riñonera (los niños de los 90 lo molábamos hasta en los accesorios), mi paquete de cromos repes sujetos con goma y mi humilde lista de papel hecha a mano. Coño, voy a llorar. Y entonces, superando en nervios, gritos y agitación a la Bolsa de New York en hora punta, empezaba la hora de la verdad: la negociación. Elegías a aquel compañero con pintas de menos usurero y enarbolando vuestras listitas en la mano, uno iniciaba la enumeración de lo que tenías para ofrece y el otro le respondía a una velocidad casi inhuamana : 45 – lo ten, 46- lo ten, 47- lo ten, 48- ME FAL!!!! – Te lo cambio por el 84. – Repe. – ¿Por el 102? – Repe. – ¿Por el 16? – No, es de los raros, así que te lo cambio pero por dos. ……..Mala suerte amigos, te había tocado el futuro banquero  avaricioso de turno!

¿Cuales fueron vuestras colecciones preferidas? ¿Llegasteis a terminar alguna? ¿Recordáis la precisión con la que pegabais cada cromo duramente conseguido, en el álbum para que no quedase torcido? ¿Y las ganas de que llegaran los viernes para compraros 3 sobres y ver qué nuevos números podíais añadir a la lista? ¿TRES HUMILDES SOBRES? Qué felices eramos con tan poco, joder…

disney
Recuerdo esta página como si fuera ayer. Y lo que me costó conseguir el cromo transparente (wow, el colmo de la tecnología entonces) de Yasmín.. Ahora un insensible intenta hacer negocio con esto…y a mi no me tentaría comprarlo SI NO LO HUBIERAS TIRADO, MAMÁ.

Si fuisteis fans de verdad de los cromos recordaréis una colección que hizo sobre los Simpsons en la cual algunos de los cromos, al ser rascados, OLÍAN. Y podréis , por tanto, responderme a esta pregunta , ¿a qué olía el cromo en el que salía Maggie? ;)

– Si retrocedo unos cuantos años más (en concreto, rondando 2º de primaria) me viene a la mente otra de las colecciones que más me marcó y que sí conservo (no sé como conseguí esconderla de las garras tiradoras). Seguro que todas recordaréis a la cursilería hecha colección en esas maravillosas creaciones que eran LAS CARTAS DE CAMBIAR. Si nenas, me refiero a esos finísimos papeles de dibujos con un olor dulzón que 20 años después aún persiste (¿qué coño les echarían?) que en algunos casos incluían sobres a juego y las cuales podía pasarme esnifando largos ratos maravillada ante sus etéreas apariencias. (Quizá por eso he salido tan ñoña). Para mi son sin duda el mejor exponente de lo que un niño puede hacer cuando quiere conseguir algo: no os exagero si os digo que quizá me compraron en toda mi infancia tres paquetes de cartas, y con eso me las apañé para cambiar, cambiar lo cambiado y cambiar el cambio cambiado con otra persona…para tener infinidad de ellas y todas diferentes. Las amaba, y jamás nunca jamás entendí a las que las usabais para escribir :( Para mi eran algo sagrado, no debían profanarse con algo tan vulgar con un lápiz. Solo debían ser observadas…. y esnifadas :)

perritos
¿Os acordáis de estos perritos tristones que estaban tan de moda entonces? Tuve alguna de estas, segurísimo.
cartas de cambiar
Foto extraída de lachicadelblog1.blogspot.com. Estas eran mis favoritas, las de dibujos muy claritos. Voy a parar de buscar, que lloro.

– Igual que las cartas de cambiar (hojitas) tengo muy claro que se compraban en papelerías y sitios así, lo que viene a continuación os juro que no sé de dónde lo sacaban ni cómo llegaban a mis manos. Solo sé que molaban todo lo molable y que las populares del cole tenían pulseras de goma llenas de ellos. Hablo sin duda de los mitiquísimos CHUPETES.

Los había pequeños, grandes (si ya eras la fucking boss), transparentes o incluso con purpurina. En cualquier caso, eran lo puto mejor y si ahora estuvieran a la venta en algún sitio…os aseguro que iría a por ellos. ¿Servían para algo? No. ¿Molaban? Maximamente. ¿Tus padres te advertían de muerte de que no los dejaras al alcance de tus hermanos pequeños porque podían tragárselos y morir entre terribles sufrimientos? Doy fe de ello.

chupetes
Pequeños y coloridos objetos de deseo…

– Esto que viene a continuación tengo que reconocer que me daban un poco de yuyu (yo de pequeña era MUY cagona) y no llegué a coleccionarlos nunca, pero seguro que muchas vosotras sí, y sin duda recordaréis ese erizado y colorido pelillo, combinado con unos ojitos brillantes, de los TROLLS.

trolls
¿Cómo no iban a darme miedito? Son siniestrillos!!

Los había en infinidad de tamaños diferentes, los más chiquitines creo recordar que traían una especie de diamantito en vez de ombligo, ¡perfecto para niños urraca!….. Y mientras vosotras coleccionabais estos muñecos yo me decantaba por otros seres con pelo igualmente envidiable pero sin ese toque maléfico de los trolls… MI PEQUEÑO PONY. Recuerdo como si fuera ayer cuando la hija de unos amigos de mis padres (se llamaba Alicia, y si aun vives espero que estés leyendo esto y muriendo de remordimiento, perra manipuladora) que vino a casa a jugar una tarde y me convenció de que le diese mis ponis porque ella tenía en casa «una granja especial» para ellos. Como yo era bastante mema y ningún adulto hizo nada para remediarlo, SE LOS PRESTÉ, con peines y todo. Y 20 años después sigo esperando que me los devuelva. ZORRA, COMO TE PILLE TE MATO, DEVUÉLVEME MIS PONISSSSSSSSSSSSS, FUERON MI REGALO DE CUMPLE CON 7 AÑOS!!!

pony
Recuerdo su tacto, recuerdo su olor. Si me estás leyendo, pequeño pony..vuelve, por favor.

– En fin, dramas aparte, que me sulfuro, traigo otra colección que me encantó hacer y la cual, para más inri, compartía con mi hermano mediano (¿cómo conseguimos ponernos de acuerdo? no puedo imaginarlo…). Con cierto regustillo a Cheetos Pandilla y listos para vencer en cualquier cruenta batalla de recreo, me refiero sin duda a loooooos….¡¡¡TAZOS!!!Oh amigas, qué magnifica sensación salir al recreo con tu PORTATAZOS cargado hasta los topes like the puta ama y decidida a vencer el combate que se pusiera por delante para irte a casa con, por lo menos, un par más. Los Tazos, eso sí que lo recuerdo, salían en las patatas.  Los más crutres (de cartón) los regalaban con el periódico y traían caras de ciclistas. Los molones eran de los Looney Toones y traían dibujos olográficos. También los había con bordes dentados, solo aptos para niños macarras. Y ya si eras un flipado aparecías con un maxi tazo (no confundir con los megatazos) , del tamaño de una galleta maría, y con él te quedabas porque nadie más quería jugar contra tí porque los ibas a apalizar con semejante monstruosidad.

tazos
Megatazo de Montana Max. Si eso no es noventero, ¿¡qué lo es en este mundo?!

– Pelín posteriores a los tazos pero sin duda también grandes reyes de la hora del recreo fueron los GOGOS. Nuestras abuelas se cansaaaaron de decirnos: Eso en mis tiempos se llamaban tabas y nos las regalaba el carnicero. Y tú les decías: Ayyyy qué asco yaya! Y te ibas a admirar tu magnífica colección de coloridas y extrañívoras formas y a pensar que con la poca puntería que tenías ni de coña te los ibas a jugar. Y menos los maxi gogos, que el sobre valía más caro y no estaba tu hucha como para mucho expolio.

gogos

(Los que SI tengáis pueblo o tuvisteis calle donde jugar recordaréis a los primos mayores de los gogos, las chapas de la Casera detodalavidadedios con las que echábais carreras en caminos de tiza.)

– Ya más mayorcica, cuando seguía gustandome Minnie Mouse pero ya sabía lo de los Reyes y me creía muy madura, vino otra colección que lo ultrapetó en mi cole (imagino que en los vuestros también) y que me supuso muchos traumas. Hablo de las pegatinas. Las había grandes, pequeñas, con purpurina, con relieve, de Sailor Moon, de los 101 dálmatas…todos los temas que pudieras imaginar y más. Y valían caras, bastante caras (cuando empezaron no era aun el momento álgido de los chinos y había que comprarlas en papelerías). Las tías organizadas se las ponían organizadas por temáticas, con la pegatinita del número de serie (muy fort, una chica de mi cole coleccionaba ESAS) y bien a la vista para poder controlar cuales tenían repes y listas para cambiar y cuales no.

Pues bien, mi dramón personal fue porque, como recordaréis, dichas pegatinas se transportaban en un ÁLBUM. Y mi álbum , señoras, estaba muy preparado para pegar cosas en él PERO NO PARA DESPEGARLAS. Dicho de otra manera, cuando querías coger una para cambiarla prácticamente tenías que arrancarla y como os podéis imaginar la truequeante no estaba dispuesta a llevarse un artículo que ya no pegaba. Qué disgustos chicas, qué disgustos. Lo que me costó encontrar uno que no me dejase como una timadora.

pegatinass

No incluyo las Barbies aquí porque eso solo lo coleccionaban las ricas (sacada de lengua monumental, y con ruido) así que aunque las amaba no puedo considerarlo colección, lo mismo con los pin y pon o con las barriguitas. Lo que sí que puedo incluir, porque aun a pesar de su modestia eran objeto muy deseado, son las colecciones de GOMITAS. Había niños en mi cole (yo incluida) que durante un tiempo coleccionamos TROZOS (si, trozos) de gomas. Pero más adelante fuimos capaces de hacernos con algunas gomas enteras (e incluso chulas) y recuerdo que las guardaba en una caja roja y las admiraba y comentaba con mis amigas cuando venían a casa.  No tuve muchas pero me parecían preciosas, especialmente unas con forma de muñeco, no puedo recordar si eran bebés o algo así…¿puede ser? ¿os suena? Pero me encantaban…. :)

gomas

-Si visualizáis a vuestro yo de los 90, es muy posible que , aparte de con chandal de tactel de colores incombinables, os veáis con gorra (habitualmente de propaganda, qué marca ni qué marco…!) con la viserica bien pa arriba y llena de……PINS. E ahí, mi siguiente colección amada.

Los pins eran una cosa extremadamente molona porque (al menos en mi caso) no guardaban ningún tipo de criterio para ser coleccionados, eran chulos en si mismos, molaban como concepto. ¿Que te regalaba la frutera uno de naranjas Pillín?  Feliz. ¿Que tu tío te daba uno del Atlético? Feliz. ¿Que tu amigo Sergio tenía para ti uno repe de Jurassic Park? Feliz. ¿Que salía uno en el periódico en el que ponía…»El periódico»? Feliz.

Otra cosa no, pero conformados eramos un rato largo. Los pins molaban porque eran pins, y si tu madre te dejaba podías incluso ponértelos en la cazadora y petarlo ya del todo.  Eso eran accesorios y lo demás tonterías. ¿A qué se dedicarán ahora las fábricas de pins? Pobretes..

pins

Y por último , y me vais a permitir que me ponga moñas, no puedo dejar de citar otra colección que hice en un 100% gracias a mi padre y que mataría por recuperar si pudiese: cuando yo era muy pequeña (hablo de preescolar, 4 ó 5 años) cada vez que mi padre me llevaba al pediatra o al oculista, para hacer más llevadero el trance pasábamos por una papelería y me compraba «un pitufo duro». De pequeña lo llamaba así y así se quedo, no sé como se llaman realmente pero me  estoy refiriendo a esas figuras rígidas que tienen en los escaparates de las papelerías y que no ofrecen demasiadas posibilidades pero a mi me encantaban máximamente. Tenía a pitufina, papá pitufo, pitufo romántico, pitufo gruñón…y la colección acabó degenerando en personajes inventados como pitufo cocinero (con una sartén y un huevo frito), pitufo jardinero, pitufo TORERO (os lo juro por dios, con capote y todo, vaya mezcla sabrosona se cascaron los fabricantes…). En fin, que eran los pitufos duros que me compraba papá y los amaba. Mucho.

pitufo

Sé que me han quedado colecciones en el tintero que seguro que muchas de vosotras hicisteis (¿os acordáis de los chinitos de la suerte?, ¿o de esas muñecas-madalena reversibles que olían a chuche?, ¿y de los cocodrilos que salían en los huevos Kinder?). Pero, por eso mismo, ahora os toca coger el teclado a vosotras y contarme qué cosas coleccionasteis de pequeñas que molaban lo inmolable y que os marcaron muy fuerte en la infancia. Tanto como para que os entre algún que otro escalofrío en la espalda y achuchoncito al corazón al recordarlos, como me ha sucedido a mí al escribir este post. ¡Contadme! :)

p.d: ME MUERO, ME ACABA DE VENIR A LA CABEZA. Me he liado antes con las gomas, los bebés a los que me refería y que también se coleccionaban cuando yo era super peque eran ESTOS. ¿Los conocéis?

bebé

¡…acabo de volver a la guardería al verlos, qué fuerte!