Comer sola es un asco, lo hagas donde lo hagas. Te aburres y fundes la batería del móvil, scroll para arriba y para abajo hasta que tienes agotados ya los timelines de Facebook, Twitter e Instagram. Es ahí cuando, en teoría, empieza lo bueno, porque despegas la vista de la pantalla y te dedicas a prestarle atención a la gente de tu alrededor, o, lo que es lo mismo, cotillearle la conversación a los que tienes sentados a tu lado.

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A veces es una práctica en la que pones ahínco, te esfuerzas por estirar oreja porque el tema está interesante, o porque hablan de una película de asesinos de hace 3 años cuyo título no recuerdan y tú quieres entrar a darles la respuesta (porque tú la viste y te pareció un asco). Otras veces, no pides en absoluto enterarte de las lindezas de quienes han cuadrado a tu lado en el almuerzo, y te enfrentas a la chica de turno sin límite en su lengua que te habla a gritos en el restaurante de su vida sexual y de la de su ex Luis.

El caso en concreto que yo viví esta semana fue entre dos chicos en el comedor del trabajo. Llevaban traje pero tenían cara de recién haber hecho la comunión, por lo que tan solo pude pensar que se trataba de becarios. Bien avenidos, repeinaditos, corbata (que siempre engaña) y en la veintena. Nada, y repito, NADA me hizo pensar que lo que iba a venir a continuación iba a sacarme las cuencas de los ojos y hacerme querer enterrar de nuevo la nariz en el iPhone hasta estrujarle zumo si hacía falta.

Por petición del resto de la redacción de WLS os voy a reproducir fragmentos, si mi mente treintañera ya me lo permite. Para la ocasión, nos referiremos a ellos como Yogur Rubio y Yogur Moreno.

Yogur Rubio: Y qué tío, ¿qué tal el fin de semana?

Yogur Moreno: Bien, bien… No sé qué pasa últimamente que con mis amigos ligamos un montón.

YR: Ah, ¿¿seeeh??

YM: Sí, sí, que te cagas. Es que no sé si somos nosotros, o es la discoteca, o son las pavas, pero de las últimas veces que salimos, si éramos 6, unos 5 pillábamos fijo.

[Inciso de la autora: pobre 6º amigo…]

YR: Muy bien, ¿¿no?? Y, ¿qué? ¿Hasta el final?

YM: Bueno… A veces sí, a veces no. Ya sabes… Que con unas todo el tema pero con otras, pues cuatro besos y eso…

YR: Ya, ya…

Risas varias previas al cambio de tema insustancial.

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[Inciso de la autora: en serio la cara del Yogur Rubio era de RECIÉN salir de la comunión, con lo que la risa del momento ‘hasta el final’ era de traca. Quiero decir, yo seré muy old-fashioned pero más allá de los 19 no concibo que ‘pillar cacho’ sean cuatro arrumacos.]

YR: Ay, qué agujetas tengo de la caminata de ayer…

YM: Seh, yo también tengo agujetas del sábado…

YR: Ya, pero tú las tienes de otra cosa eeehhhhhh…

Risas tontas de resoplar.

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A estas alturas yo decidí ver si alguien había actualizado el Instagram (GRACIAS REBECA), escribir Whatsapps y reflexionar sobre el hecho de que pensase que los hombres ya no eran así. O desde luego, ese tipo de chicos se había extinguido, error mío, ciertamente. Retomo el tema cuando uno de ellos se hace con las fotos de Facebook de una chica.

YR: Uala, ¿has visto a la Marta? Se ha engordado eh… Mírala. Se le han puesto las piernas gordas, se ha puesto grande, grande…

YM: ¿¿¿¿A ver???? (pausa) Ostia, yo me tiraba al resto de tías de la foto menos a ella.

YR: (filosófico): Porque… Tú, cuando te trabajas a una pava, ¿cuánto rato te estás?

YM: ¿En la disco? Pues a ver, el sábado pasado entre hablar con ella allí, irnos, volver a casa, pues en total yo creo que unas 4 horas.

YR: Buah, qué dices tío. Tantas horas hablando con una tía… Yo creo que mi máximo han sido dos.

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Yogur Rubio recogió sus cosas, Yogur Moreno se levantó triunfante y se subió el pantalón como el semental que se cree que es. Yo, mientras buscaba la cámara oculta, pensaba en sus madres, en el orgullo de la familia. “El niño trabaja en una gran empresa”, “El niño es tan guapo y limpio”. El niño, señora, ya podría tener un poquito de educación, primero para respetar a sus conquistas, luego para respetar las piernas de Marta y después para no contar en el comedor de esa gran empresa nueva para la que trabaja cuántas horas aguanta la cháchara de una chica.

Pero qué sé yo, señora. Yo pensé que este espécimen se había extinguido.