Que si melena al viento, que si pechos firmes y turgentes, que si manicura perfecta o labios perfilados, que si pestañas infinitas o piel bronceada. ¡Ay qué ver que monas vamos nosotras cuando nos lo proponemos eh! Que parece que nos han sacado de la mismísima Vogue.

Pero, ¿alguien se ha parado a pensar en lo que sufrimos cada una de nosotras para estar así de estupendas?. Que divinas somos, pero no siempre conseguimos estarlo. A las pruebas me remito:

Empecemos por el atuendo.

  • Los tacones se rompen, amigos, y se rompen en los momentos más inoportunos e indeseados. No se rompen cuando estás en tu casa terminando de arreglar el bolso; NO. Se rompen cuando estás ondeando tu melena al viento por mitad de la Gran Vía madrileña.
  • Las medias no son de esparto, son de lycra. He visto romperse medias con solo mirarlas. Si eres de las mías, tendrás 7 pares en el cajón solo ‘pa por si‘.
  • Los sujetadores tampoco son de acero inoxidable y también se rompen. Normalmente acostumbran a hacerlo 20 minutos después de salir de casa, para joder, para que no te de tiempo a volver y tengas que estar todo el día clavándote el puto aro en todo el sobaquillo. También está la variante en la que algún alma caritativa te avisa de que tienes un alambre blanco saliendo por tu escote. Maravilloso. Pérdida de la dignidad total.

Sigamos con el maquillaje.

  • Yo siempre he sido muy de pintarme los labios, que oye ya que los tengo repreciosos pues me los pinto. Pero lo que yo no sabía es que si te pintas los labios, automáticamente después, sin comerlo ni beberlo, te pintas también los dientes. Que sí, que el truqui de la servilleta está muy bien, el de chuparse el dedo también, pero que a mi lo que mejor me funciona es preguntarle a la de al lado ‘¿Los tengo manchados?’
  • ¿Y qué me decís del rímel? ¡Hay que ver lo que refuerza nuestras pestañas eh! ¡Qué lustrosas que quedan! Pero las pestañas y los párpados. Porque como seas como yo y tengas un pulso no apto para robar panderetas la has cagado. Vas a tener rímel hasta en las cejas. Y jode, jode mucho, porque eso implica volver a empezar. Lloro desesperadamente.
  • Otro factor que no podemos evitar es el despiadado ESTORNUDO. ¿Qué pasa, que no tengo otro momento en el que estornudar? Que no hay horas del día para que se me caigan los mocos que tiene que ser justo después de maquillarme. Ríete tu del Jocker viéndome a mi en pleno mes de las flores.
¡Claro que sí guapísima!
  • En este punto aceptamos como animal de compañía al esmalte de uñas. El gran traidor. El que te deja que te confíes y se vuelve opaco, como diciéndote ‘si ya estoy seco, mujer‘ PERO NO, no lo está. Ya puedes tener tú el cuidado del mundo mundial que es prácticamente imposible que 9 de cada 10 veces que te pintes las uñas no la líes parda. Siempre va a sonar el móvil que tienes en el bolsillo, se te va a caer el moquillo o se te va a quemar la cena. Es ley universal. Siempre.

Y terminemos con los pelitos

  • Lo que más me gusta de ser mujer, sin lugar a dudas, es la depilación. Ardo en deseos por arrancarme los pelos uno a uno sintiendo como mi piel se seca, se pone rojita y hasta sangra de vez en cuando. Porque, ¿Quién no se ha cortado pasándose la cuchilla? ¿Quién no ha creído morir pasándose la Silkepil? ¿Quién no se ha cagado en los muertos de la esteticista? Que hay algunas que parece que les mola verte sufrir y todo.
Fácil y sencillo.
  • Por suerte o por desgracia, los únicos pelos que no hay que depilarse son los de la cabeza; pero no por ello son más agradecidos. Lagrimones se me caen a mi cada vez que me peino. Que doy gracias a Dios por los acondicionadores y mascarillas tan maravillosos que hay en el mercado, porque de no ser por ellos, llevaría calva 25 años de mi vida. No sé quien fue el licenciado que dijo que donde había pelo, había alegría.

Como bien dice mi abuela, no todo es coser y cantar y salir a la calle estupendísima no es tan fácil como parece. Que a veces, para lucir, hay que sufrir.