Esto de llevar sujetador es un drama universal femenino. Da igual el tamaño de tus mamellas (tanto de copa, como de contorno), si eres alta o baja, si te acabas de teñir el pelo de colorinchis o si eres de las que prefiere llevarlo al natural, si usas copa menstrual o compresas, si tienes sobrepeso, infrapeso o estás en un peso considerado «normal»… Todo esto da igual (a no ser que seas una de esas valientes mujeres que ha decidido despojarse del yugo, entonces te salvas -y yo te admiro fuertesito-), porque el sujetador puede ser tu mejor aliado y satanás al mismo tiempo.

Sintámonos unidas enumerando todas esas situaciones terribles que vivimos cotidianamente con nuestros sostenes. Porque, además de las distintas necesidades de cada una, existen determinados fenómenos que son comunes a todas…

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– Vamos a centrarnos, las prendas íntimas deberían estar hechas con piel sintética (siempre sintética) de unicornio. No deberían picar, NUNCA. Pero ¡carallo si pican! Todas hemos tenido un sujetador que un día, no sabemos muy bien por qué, empezó a picar y desde entonces vive repudiado en el fondo del cajón.

– Pero es que si hay algo peor que un sostén que pique, es uno que se te clave (normalmente en la zona de la baja sobaca mora, coincidiendo con el lateral de los pechos). Y ahí, todo el día presionando y haciendo un daño de mil demonios. No te engañes, esto suele significar que te queda pequeño, por mucho que te haga unos pechotes estupendos.

– Sales a tomar una caña y te lías. Acabas en un concierto dando botes… has elegido el sujetador equivocado y a los dos saltos tienes las mamellas fuera. Que sí, que los balconet son ideales pero a la mínima actividad se te escapan los pechos.

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Ese momento en el que se te sale el aro por la zona del canalillo y sufres mucho pensando que puede llegar a asomar por el escote. Lo peor es cuando coincide con que es tu sujetador favorito y te dedicas a intentar alargar su vida con remiendos cutres.

– Todas tenemos un sujetador un poco roñoso para estar por casa, para bajar al perro o para esos días del ciclo en los que nuestras pechugas se inflan como pelotas Nivea. Tiene tantos años que está totalmente dado de sí y, aunque a veces huela un poco a rancio, es lo más cómodo del mundo (o todo lo cómodo que puede ser un sujetador). El drama viene cuando se le empiezan a soltar los tirantes y tienes que empezar a buscar un sustituto, porque eres consciente de que esas cuatro puntadas mal dadas no van a durar una mierda. Se va a volver a soltar una y mil veces.

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– La puta ley de Murphy: cuando necesitas un sujetador negro, están todos sucios. Venga guapi, a pensar otro modelito (o a hacer la guarrada de recuperar el menos sucio y pulverizarlo a tope con desodorante, porque nosotras también hacemos guarradas).

Hablemos de ponerse bien un sujetador de deporte. Es peor que una camisa de fuerza: se enrolla todo el rato, se giran los tirantes hasta el punto de casi inmovilizarte… y ahí estás tu haciendo el baile de San Vito y retorciéndote hasta que lo colocas correctamente. Todo esto para que te cueste respirar, porque mira que son duros los jodíos

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– Y… ¿qué me decís de la mutación del color de los sujetadores? Tú los lavas con cuidado, con amor y con un detergente especial para prendas delicadas, como te ha enseñado ese tutorial tan apañado de YouTube… pero como el sujetador sea blanco (o de un tono clarito), te va a tocar asumir que con el tiempo va a convertirse en un sujetador gris.

– Luego están todos esos dramitas asociados a las prendas de vestir. Pongamos unos cuántos ejemplos: el sujetador que te hace un escote espectacular para llevar con ese vestido nuevo tan molón, tiene encaje y se marca a tope; a determinada camiseta un poco transparentosa no puedes meterle un sujetador blanco (también medio transparente y sexy) porque tienes los pezones oscuros/grandes/whatever y te los ves todo el rato; ese vestido muy abierto de sisa al que no puedes meterle cualquier sujetador porque se ve entero…  Pues nada chica, o tienes 200 sujetadores distintos (que ojalá todas los tuviéramos), o pasas por alto todas estas cosiñas y te pones el que te salga del potorro, o tienes absolutamente planeados todos tus outfits teniendo en cuenta la ropa interior. Yo siempre la tercera opción, porque estoy loquita…

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Por no hablar de lo terrible que es tener que abrochártelos cuando tienes una simple contractura. Y que si nos dedicáramos a guardarlos como nos recomiendan en las corseterías, necesitaríamos una cómoda entera solo para almacenar nuestros sujetadores en buenas condiciones. Y mil cosas más que ahora no se me ocurren pero que a vosotras seguro que sí…