Empezamos la semana regular. Entre el lunes y el martes el timeline de mis redes sociales se llenaba de imágenes de un vehículo de color naranja con unas iconografías blancas y un mensaje redentor…

Hazte Oír, una asociación ultracatólica considerada como ¡ojo! de utilidad pública, a pesar de tener publicado un refractario panfleto (¡segunda edición, joder!) en el que critican un supuesto adoctrinamiento sexual en las escuelas (ya se sabe: el libertinaje y la posmodernidad que vienen a pervertir a nuestra infancia, mejor las peras con las peras y las manzanas con las manzanas, todo ordenadito), ha puesto en marcha este autobús por varias ciudades de España con una propaganda que, en mi opinión (y en la del artículo 510 del Código Penal si se aplica al dedillo como viene siendo habitual), comete un delito de odio.

source

La transfobia es algo mucho más habitual de lo que pensamos en nuestra sociedad, la cometemos a diario y casi sin darnos cuenta porque nuestra cultura está cimentada en un binarismo recalcitrante que ridiculiza y discrimina realidades sexuales y de género que no encajan dentro de los estándares biologicistas. Desde luego nos queda mucho trabajo por hacer para conseguir el objetivo de igualdad real, pero no se puede permitir que este tipo de barbaridades campen a sus anchas.

Y aún habrá quien se rasgue las vestiduras en nombre de la libertad de expresión, incluso usarán la falacia de la doble moral de los medios y de las instituciones a la hora de dar cobertura a las reivindicaciones LGTBI. Y no señores, esto no tiene nada que ver con dar o no dar una opinión (por muy carca que sea), esto es violencia pura y dura. Pero es que son tan fanáticos de lo suyo que niegan hasta la ciencia, que ha demostrado en diversas ocasiones que los genitales (que básicamente es en lo que se centran porque no les da para más) no son sinónimo de género, ni de identidad sexual. Luego nos reímos a carcajadas de la cantidad de creacionismo que hay en los UeseA, pero flipacolega con lo que tenemos en casa.

La pregunta es obvia: ¿por qué la gente tiene tanto odio dentro y tanto miedo a lo diferente? Y, sobre todo, ¿por qué tienen que compartir -e intentar imponer, por supuesto- toda esa mierda que llevan dentro? Lo único positivo de este montón de mierda con ruedas es ver cómo la sociedad reacciona y se une en nombre de una causa justa y necesaria. Es posible que los de Hazte Oír consigan todo lo contrario a sus propósitos y eso, en el fondo, es muy guay.

La foto principal es de Shangay y el gif de Maria Rodilla.