¿Habéis visto esa persona que se queja siempre de lo alto que está el aire acondicionado? Esa soy yo. A la que llaman exagerada o acusan de estar enferma. Pues no, es mi estado natural, yo con menos de 30 grados ya pienso que refresca.

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Cuando eres friolera siempre tienes que ir con la rebequita de por sí acaso, sobre todo en verano cuando ponen los aires acondicionados a temperaturas obscenamente bajas. Ahí empieza tu lucha, sobre todo en el trabajo dónde todo el mundo tiene calor y a ti te parece que están menopáusicos perdidos. En la oficina, en el bus, en el metro, para lo que otras personas es una alegría para ti es un suplicio.

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Aunque no me guste, el invierno es la época en la que no suelo tener problema, porque lo normal es tener frío, tu simplemente te abrigas un poco más, una camiseta de más, unos leotardos debajo del pantalón,el foulard, los guantes, gorro. Y a la hora de dormir te metes el pijama por dentro de los calcetines, por supuesto. Eso de ser sexy y estar calentita no es compatible, vamos que ande yo caliente…

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Para las frioleras como yo nuestros destinos de vacaciones favoritos son los cálidos o en el caso de que sea un país donde haga frío aprovechamos para ir en verano y aprovechar las temperaturas más agradables. Ni se os ocurra proponernos ir a Noruega en diciembre porque será algo inviable.

Esto no significa que nunca tengamos calor, que sí, y también sudamos y agradecemos el aire acondicionado pero a unas temperaturas moderadas, que eso de pasar de 40 grados a 18 de sopetón tampoco es muy sano.

A las frioleras nos gusta tanto el calor que cuando la gente espera el bus en la sombra de la parada aprovechamos para tomar el sol, firmaría porque fuera verano todo el año. Días largos, piscina, playa y sobre todo altas temperaturas, que es lo que nos gusta.

Ahora que se acerca el otoño ya nos empieza a cambiar el carácter, eso de pensar en cuanto tenemos que abrigarnos y en los días tan cortos nos pone de muy mal humor. ¡Verano, no te vayas!

Cristina A. Alonso