Hay un sitio reservado en el infierno para esa gente que nada más conocerte ya es tu amiguis forever and ever hasta the end of time y parece que cagan purpurina rosa. Es que os juro que me dan ganas de atropellarlos a todos montada en un robot de limpieza cual gato maléfico de youtube.

Que sí, que tampoco se puede ser un ermitaño comiendo pizza y viendo Netflix durante el resto de tus días sin más compañía que la bola de mugre hedionda de la esquina del salón (¿o sí?) pero es que de ahí a tratarte como si hubierais salido por el mismo conducto de expulsión (vamos, el toto de tu madre <3 ) cuando os conocéis desde hace dos días, hay un pase.

tu cara cuando sales y te toca aguantarlos durante todo el día

Yo a esa gente pesada que te trata como si hubierais aprendido a andar juntos los llamo eyaculadores emocionales. Porque son peor que ese polvo después de un after, que parece que si pero no y a los tres segundos estás escuchando mientras te subes las bragas eso de te juro que es la primera vez que me pasa.

Y claro, lo peor de todo es que son cansinos los muy jodíos. Todo les apetece, cualquier excusa es buena para quedar contigo y con tus amigos y ya le puedes decir que vas a recoger mierda de vaca que a ellos les flipa el plan.

Y ahí, en medio de todo ese amor rosa flotando, estás tú, intentando no ser borde para no romperles el corazoncito pero con las mismas ganas de quedar que cuando te toca lavar las brochas del maquillaje.  Porque amigas, los eyaculadores emocionales no olvidan, da igual el tiempo o la distancia, da igual que tu madre acabe de morir, querrán quedar contigo para darte el pésame o que tengas que hacer el cambio de armario, se pasarán a ayudarte, porque los eyaculadores emocionales son como lobos hambrientos y tú  eres la presa.

Lo que realmente te apetece hacer toda la tarde.

Y claro, antes era mucho más fácil eludirlos. Bastaba un «mamáaaaaaaaaa, dile que no estoyyyyyy» cuando tu «amig@» llamaba y santas pascuas. O una paloma mensajera con un «¿te vienes a saquear alguna aldea? y tú decías un «no puedo tío, tengo la peste» y aquí no pasaba nada, pero ahora con facebook, twitter, snapchat, instagram, ya no puedes mentir, que luego te tienes que pasar toda la tarde sin hacer stories y eso sí que no.

Porque claro, decir paso de tu puta cara no es una opción, que luego quedas tú de mala, así que tienes dos opciones: Renunciar a lo que te queda de vida social y comprarte la suscripción a Netflix, HBO, Movistar plus y ya de paso sacarte la tarjeta cliente vip del Domino’s pizza o mudarte a Rusia, cambiarte el apellido y teñirte el pelo de rubio platino.

Con eso bastará.

Al menos por ahora.