Cuando viajo sola en un medio de transporte público, es decir, cuando no voy yo al volante, me gusta aprovechar esos ratitos de DIOS MÍO QUÉ COÑAZO ES QUE NO VAMOS A LLEGAR NUNCA para dedicar un poco de tiempo a la reflexión. Me gusta pensar en cosas que he hecho, en cosas que me gustaría hacer, en cosas que estoy haciendo, y, si hay muy pocos pasajeros a mi alrededor, también me puede gustar pensar en Quim Gutiérrez.

Eso de entregarme al «cualquier tiempo pasado fue mejor» no es algo exclusivo de mis ratitos perdidos en el transporte público, pero reconozco que en ese contexto me sale casi solo. Donde sí que no me sale lo de ponerme a recordar momentos pasados es cuando abro mi aplicación de Facebook. Cuando abro mi facebook quiero presente, quiero ver mierdas intensas de mis amigos, quiero ver los likes que mi madre le ha dado a gifs que parecen recién llegados de 2007, quiero, incluso, enlaces que gritan CLICKBAIT con todas sus fuerzas, pero no quiero ver MIS PUTOS RECUERDOS DE MIERDA.

No sé qué tipo de logaritmo seguirá esta novedad, que ya no es nada nueva, de la red social más rentable del mundo, pero está claro que el maestro de alquimia que la diseñó tuvo que añadirle «vergüenza ajena» a la ecuación, porque no te sale ni un solo estado del 2010 en el que no dijeras chorradas como piano que habías olvidado por completo y que en el olvido es donde tenían que estar.

CaJfFzxUAAAGN2k

Los recuerdos del Facebook son como una cena de Navidad, PERO TODOS LOS DÍAS DE TU VIDA. Ya sabéis, cuando se junta toda la familia y empiezan a reírse de anécdotas que ya están más manidas que el Porompompero (con todo el respeto a este himno de la música española): cuando la abuela se puso piripi y cantó una jota en la boda de la prima Asunción, cuando tu sobrino de seis años confundió su vaso de coca cola con el vaso de vino del abuelo y lo bien que durmió esa noche, cuando te caíste al subir al escenario el día de tu graduación… ese tipo de historias que ya no te hacen ni puta gracia. Quizás fuera divertido vivirlas, pero contadas, y tantos años después, YA NO TIENEN NINGÚN SENTIDO. El abuelo Eugenio no entendía el funcionamiento del Whatsapp y se pasó dos semanas hablándole a la pantalla creyendo que os llegarían sus mensajes sin saber que hay que dejar presionado el botón de grabar audio durante toda la grabación, y no solo pulsarlo una vez y después hablar. SUPÉRALO.

Facebook lleva ya tantos años entre nosotros que ha tenido hasta «sus épocas». La época en la que usabas Facebook como Twitter, y escribías unos estados ridículos creyéndote gracioso, la época en la que usabas Facebook como Tuenti y no había quien te parase a la hora de subir fotos y fotos y fotos y hasta confeccionar tus propios álbumes, la época de las encuestas que te dejó superclaro que perteneías a la casa Hufflepuff de Hogwarts y eras Sam en El señor de Los anillos, la época de enamoramiento a tope y compartir cada ciento setenta y dos minutos exactamente una foto de lo mucho que quieres a tu pareja, la época de creerte las noticias de El Mundo Today, la época de lanzar indirectas en tus estados, la época de no poder creerte las noticias reales y los titulares lanzados por Esperanza Aguirre (que es la actual)…

Captura-de-pantalla-2013-04-04-a-las-00.37.13

Pues ahí está la fórmula mágica de los recuerdos del Facebook para sacar lo peor que hiciste cada día del año y ponértelo nada más abrir la app, por si es primera hora de la mañana y la visita a Facebook te pilla cagando, para que lo hagas con más ganas. Facebook ha conseguido, él solito, convertir el «cualquier tiempo pasado fue mejor» en un rotundo «en cualquier tiempo del pasado fuiste lo peor», motivándonos a seguir con nuestras vidas ya desde primera hora de la mañana.

¿Qué pretende Facebook? ¿Qué quiere conseguir desenterrando todo ese ridículo que habíamos olvidado por completo, y si nuestro cerebro, que es mil veces más potente que cualquier servidor del mundo, ha decidido dejarlo atrás, por algo será, para qué coño tiene que venir Facebook a restregárnoslo por toda la cara? Porque, no lo olvidéis, Facebook es la Skynet de nuestra realidad, Facebook lo controla todo y no da puntada sin hilo. Si te muestra tus recuerdos de mierda, por algo será. ¿Solo quiere «alegrarte el día» o… poniéndonos más paranoicos… destrozarte desde primera hora de la mañana para anular tu resistencia a sus anuncios y que acabes comprándote una batamanta junto a la que poder llorar, hacerte un selfie para enseñar a tus amigos que estás llorando enroscada en una batamanta, y así seguir alimentando el círculo de los recuerdos bochornosos para los años que están por venir?

La solución drástica sería mandar Facebook a tomar por le culo, desactivar tu perfil y a vivir que son dos días. Pero si, en el fondo, os gusta Facebook pero solamente queréis evitar viajar al pasado cada vez que abrís la aplicación, aquí os contamos qué podéis hacer para desactivar sus recuerdos.  

Ramiro, nos importas tanto que queremos recordarte el momento en el que jodiste tu vida para siempre, por si ya lo hubieras superado.
Ramiro, nos importas tanto que queremos recordarte el momento en el que jodiste tu vida para siempre, por si ya lo hubieras superado.