Me encantan las vacaciones. Disfruto tanto de vacacionear en casa haciendo el vago y viendo pelis sin parar como de las de mochileo rollo me veo una ciudad famosa en tan solo tres días y vuelvo reventada. Pero mis favoritas son las de hotelazo, claro, lo que pasa es que no me las puedo permitir demasiado a menudo. Irme de hotelazo me hace sentir como la reina que realmente soy, sobre todo si me toca una cama enorme y durita de esas que lo mismo da que te eches a la larga que a la ancha que hay sitio de sobra. Eso sí, para que yo ponga el pie en un hotelazo y me merezca la pena de verdad soltar los euros tiene que cumplir con mi requisito indispensable: que haya desayuno buffet.

Me da igual que esté más lejos del centro, que las habitaciones no estén insonorizadas y oiga roncar al de la habitación de al lado, que tenga habitaciones encantadas y me toque compartir cama con un fantasma. Me da todo igual. Todo lo aguanto. Pero que tenga desayuno buffet.

El desayuno es la comida más importante del día. Eso te lo dice cualquier experto en nutrición. Desayunar significa des-ayunar, es decir, romper el ayuno que le has metido a tu cuerpo mientras dormía, que el pobre se ha quedado bajo mínimos. Por eso hay que coger el desayuno con ganas y darle al cuerpo todo lo que necesita, y amigas, todo lo que necesita tu cuerpo, no solo para empezar a funcionar, sino para llevarse la mayor alegría de su vida, está en un desayuno buffet: varios tipos de cereales, frutas ya peladitas y cortadas, zumo de naranja natural, más leches que en un campeonato de boxeo, embutidos y fiambres, donuts, selección de quesos, donuts, cruasanes, donuts, frutos secos, donuts, napolitanas, DONUTS, yogures, donuts, huevos revueltos, donuts, huevos cocidos, más donuts, bacon y salchichas, hasta alguno he llegado a ver con tortilla de patata. LUJO. El desayuno buffet es el Disneyworld de las gordas, bien sean gordas de cuerpo o de espíritu.

desayuno buffet

Creo que la comparación con el universo Disney (aunque mira, luego voy y tiro de gifs de Miyazaki porque soy una incoherenta) es más que necesaria cuando hablamos del buffet desayuno, porque decidme si no habéis sentido la misma emoción al entrar en la sala del hotel donde se sirve el desayuno que cuando veis a Bella entrar en la sala de baile del castillo de la Bestia con su mítico vestido amarillo. Es que un desayuno buffet es tan Disney que solo le falta a Aladdin viviéndote a buscar en alfombra mágica para bajar a desayunar mientras te canta «yo te quiero enseñaaaar cosas maravillooooosaaaas ven princesa y déjate llevar a un mundo ideal». Y el mundo ideal, por supuesto, son mesas y mesas llenas de comida. Que solo falta Lumiere cantando ¡qué festín!

En la versión original Aladdin no dice "¿Confías en mí?" sino "¿bajas a desayunar?"
En la versión original Aladdin no dice «¿Confías en mí?» sino «¿bajas a desayunar?»

Pero la sensación que más se parece a acostarte sabiendo que cuando te despiertes habrá una sala llena de comida esperándote es la noche de reyes. ¿Os acordáis cuando éramos pequeñas y lo pasábamos fatal para quedarnos dormidas el día antes de los reyes magos? Que yo me metía en la cama y no paraba de repetirme mentalmente «venga, que cuando antes te duermas antes es por la mañana». Pues cuando me voy a un hotel que tiene desayuno buffet a mí me pasa exactamente lo mismo. Me meto en la cama con tales nervios que me cuesta una barbaridad dormirme. Eso sí, en vez de contar ovejitas cuento todas las cosas que me voy a comer.

No obstante, no es oro todo lo que reluce en el mundo del desayuno buffet. Y es que tiene una parte realmente mala: el límite de tu estómago. Es verdad que cuando era más joven comía como un hámster: me metía en los mofletes aproximadamente la mitad de mi peso en comida. Pero ahora yo no sé qué coño me pasa que me pongo a comer y aunque lo coja con todas las ganas del mundo llega un momento que mi cuerpo dice «pues aquí me planto» y no hay quien lo saque de ahí. Ni aunque le regales el comodín del Almax sigue jugando. Y claro, a mí, eso, me jode. Porque no he venido yo a este hotel a no tenerme que echar una siesta de después de desayunar porque me he puesto como una boa y necesito varias horas, o días, incluso, para digerir todo lo que te has zampao.

Salir arrastrándote de un desayuno buffet porque no puedes con todo lo que llevas dentro.
Salir arrastrándote de un desayuno buffet porque no puedes con todo lo que llevas dentro.

Sin embargo, la sola idea de un desayuno buffet es tan bonita que me hace olvidar por completo las últimas decepciones que me he llevado conmigo misma cuando no he sido capaz de acabarme el décimo donuts mojado en el cuarto colacao. Soy consciente de que ya no puedo comer como antes y no aprovecho este extra maravilloso de los hoteles como solía, ¡pero dejadme vivir de la ilusión!