Yo sé que para algunas son un invento del demonio (y con razón), pero yo es soy muy fan de las fajas. Las uso todo el rato: además de para moldear mi cuerpinchi de la talla 50, me las pongo en invierno para que no se me caigan las medias y en verano para que no me rocen los muslos (siempre y cuando las temperaturas no suban de los 30º, tengo suerte de vivir en Galicia). Me siento recogidica y empoderada, porque es una maravilla sentir que no se me marca la maldita lorza de la braga con ese vestido Kardashian que tanto me gusta (ojo, no marcar lorza no es sinónimo de adelgazar milagrosamente). Pues eso, el mundo faja es casi una secta: una vez estás dentro es muy difícil dejarlo atrás. Pero hay algunos dramas que es mejor asumir desde el principio y más en plena época de saraos fajiles…

  • Estrenar faja es una torturita china. Aunque estés más que acostumbrada a usarlas, ese primer momento de «ESTO NO ENTRA, JODER», mientras sudas y despotricas, es uno de los más complicados de la vida. Y luego te tocan unas cuantas puestas hasta que la faja moldeadora de las narices se adapta a tu cuerpo y te deja respirar en cualquier situación.
  • El proceso de encontrar tu tipo de faja perfecto consiste en un prueba y error de lo más tedioso.
  • Mear es un poco drama y si estás pedo ni te cuento. A los malabarismos para no apoyarte en el wc tienes que sumarle los de subirte la faja y dejártela bien puesta… El bailecito de la faja debería ser considerado patrimonio inmaterial de la humanidad por lo ridículo y gracioso.
  • Quitarse la faja al final de día (o de la noche) mola nivel quitarse el sujetador o unos zapatos que te aprietan. Es una puta liberación maravillosa.
Y lo sabes...
Y lo sabes…
  • Conseguir una faja que no se te empiece a enrollar a los 10 minutos de ponértela es misión casi imposible. A mi es que me gustan las fajas que llegan al bajo teto (pero que dejan respirar un poco, ojo) y claro, es complicado que no cobren vida y termines con la mitad enroscada hasta la cintura… o con la parte de las patitas enroscada nivel convertirse en tanga.
  • Olvídate de tener sexo furtivo cuando llevas una faja puesta. Aunque tenga cochetes, da igual… es imposible.
  • El efecto sauna. Como dije en la entradilla, evito por todos los medios ponerme faja cuando las temperaturas superan los 30º pero, en ocasiones especiales (bodas, bautizos y comuniones) sigue siendo «necesaria». Entonces tu vida se convierte en una clase de bikram yoga y te suda el parrús a topete.
  • Los precios imposibles de las buenas-buenas de verdad. Que sí, que ojalá tener el armario lleno de Spanx, que es una inversión y que compensa, pero yo no tengo 100 leuris (mínimo) que invertir en una faja buena que transpire bien, así que voy tirando con las de Primark y deseando que me toque la lotería.
  • Cuando una faja te queda algo pequeña, te viola y es IMPOSIBLE recolocártela disimuladamente.
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Aquí, con la faja hasta el final…

Y vosotras: ¿sois muy de faja como yo o pasáis tres pueblos?