No me voy a andar con rodeos ni con explicaciones ni con postureos: para mí, tener un crush en el trabajo es una NECESIDAD. Como tener cuarto de baño o máquina de guarrerías. Si no tuviera un crush en el trabajo es que ni me molestaría en peinarme por la mañana, así de dejada soy a la hora de ir a trabajar.

Tener un trabajo es un coñazo. Aunque tengas un trabajo megamolón, el hecho de que sea eso, un trabajo, una obligación, ya lo convierte en un coñazo. Además, si el trabajo solo consistiera en trabajar… qué fácil sería todo. Pero no, tener un trabajo implica que tienes que madrugar (o trasnochar), que tienes que vestir adecuadamente, que tienes que asearte (cuidao, que se han dado casas de señoras que trabajaron desde su casa durante un tiempo y había días que ni se duchaban, y esto lo sé porque yo fui una de ellas), tienes que desplazarte, tienes que ser simpática con tus compañeros, tienes que aguantar despierta cuando desearías ser la Bella Durmiente, tienes que levantarte para ir al baño cuando solo quieres tirarte un pedo, tienes que sonreírle a los jefes, y encima, tienes que hacer tu trabajo. Y hacerlo bien, claro.

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Y yo siempre he sido una persona muy práctica, muy de «si las cosas son así de sencillas por qué nos las complicamos tanto», y me cuesta muchísimo encontrar una motivación para, por ejemplo, no ir a trabajar todos los días en chándal. Que digo yo que si me has contratado será porque soy buena trabajando, no porque mi armario sea digno de la pasarela Cibeles. ¿Qué importa si vengo a trabajar en pijama, si no me relaciono con nadie o me apetece comer pizza en mi escritorio? Lo que debería importar es que cumpla al final del día, ¿no?

Pues no. Trabajar también es un acto social con sus normas absurdas de esas que hay que cumplir para que todo salga bien y todos estemos contentos y reine la paz en nuestros corazones. Bueno, pues como a mí todas estas convenciones sociales siempre me la han sudado bastante, necesito una motivación extra para cumplirlas. No me basta el arreglarme cada día para saber que así estoy manteniendo mi trabajo, estoy haciendo algo por ganarme un sueldo. Necesito algo más: necesito un crush.

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Sé que es una tontería como un piano, pero durante mis años universitarios, en los que debía obligarme a mí misma a pasar horas y horas encerrada en una biblioteca, aprendí que, si me enamoraba de algún tío me sería mucho más fácil sacar ganas para ir a la maldita biblioteca. Y desde entonces sigo aplicándomelo a cualquier obligación. ¿Me obligas a ir a trabajar? Muy bien, pero que sepas que me voy a enamorar de uno de tus empleados. No por joder, ni por llamar la atención, ni por el salseo, ni porque realmente lo ame: me enamoro por tener un motivo para peinarme cada mañana.

A lo mejor os parece de lo más triste, convertir a un compañero de trabajo en tu crush solo para no aburrirte en el transcurso de tu jornada, pero de verdad que funciona. Porque tiene mucha gracia, porque es muy divertido y porque, oye, conoces gente, claro que sí. Enamorándote de desconocidos también se hace amigos. ¡Y qué coño! ¡Estamos hablando de amor, y el amor nunca sobra! Vivir la fantasía del amor, aunque sepas que solo es un juego, siempre es emocionante.

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La cosa es estar entretenida: las primeras semanas, eligiendo a tu objeto de deseo. Porque no vale cualquiera, ya que te vas a enamorar, que sea un tío guay, ¿no? Da igual si es alto, si es bajo, si es guapo o si es feo. Lo importante es que sea un tío guay, interesante, para que nunca te canses de él. Una vez que ya lo has elegido, te entretienes manteniendo viva la llama: provocando conversaciones, encuentros fortuitos en la máquina de café, y si eres toda una pro, hasta unas cañas después del trabajo. Y cuando ya vas viendo que se acerca el final de vuestra historia imaginaria de amor (porque, recuerda, esto solo está ocurriendo en tu cabeza) llega el momento de la gran decisión: ¿a otra cosa, mariposa, o intentamos dar un paso más? Es lo más emocionante, cuando decides si al final el crush te gusta de verdad como para proponer algo fuera del trabajo o cuando… ¡vuelves a empezar!

Hay mucha gente que se esfuerza muchísimo por no enamorarse de compañeros de trabajo porque eso, a veces, es un marronazo. Pero de verdad, amigas, yo os recomiendo que os echéis un crush y que el juego no salga de vuestra mente (hasta el momento de la gran decisión final, por lo menos), ya verás qué entretenida se vuelve tu oficina de repente.