Una mochila a la espalda como maleta. Unos números difusos a causa del sueño en la pantalla del aeropuerto. Una sonrisa de bienvenida y otra de vuelta. Los nervios que te impiden dormir la noche anterior, anudándose en tu estómago, traviesos, con ganas de explorar, con ganas de volar.

Y entonces llegas,  y te sumerges en calles que no conoces, corres sin rumbo fijo alguno con destino a ninguna parte y haces amigos nuevos en cada esquina. Cambias los souvenirs en tiendas de regalos por experiencias, recuerdos, fotos. Y sabes que vas a vivir un millón de aventuras nuevas, que no pararás hasta que te duelan los pies de tanto caminar, hasta que te hayas tenido que perder mil veces para poderte encontrar.

 

Así que viaja. Viaja ahora. Solo, acompañado, con amigos. Viaja como quieras, pero viaja. Porque la vida se nos escapa y las segundas oportunidades nunca se conceden. Así que rétate a ti mismo, sal de tu zona de confort, ponte a prueba y descubre lugares nuevos, formas de entender la vida, antes de que la vida, te por entendida a ti.

 

Porque cuando te lanzas a descubrir el mundo, no importa si en primera clase o viajando en un tren con una mochila a tus espaldas, ya nunca vuelves a ser el mismo. Te conviertes en una mejor versión de ti mismo, comprendes lo pequeño que eres y cual es tu lugar en el mundo. Así que por favor, viaja, viaja sin rumbo, sin planes, viaja sólo por el mero placer de viajar.