Qué maravilloso es el amor. Sí, cuando después de un rato romántico cada uno se va a su casa. Todo es tan bonito, tan ideal. Esas ganas de verlo otra vez, de un beso, de una caricia, de un momento de pasión desenfrenada, de una noche de lujuria y piel. Qué estupendo es todo cuando no te tragas las miserias.

Porque sí amigos, convivir con alguien es tragarse sus miserias, y me da igual que sea tu padre, tu madre, tu hermano o tu perro. Cuando convives con alguien lo ves todo, ya no hay una cara perfecta, las taras no se pueden dejar para la intimidad de tu solitaria casa, porque cuando convives con alguien literalmente NO HAY INTIMIDAD.

convivencia pareja

Vamos a centrarnos en lo que es la convivencia en pareja. Típico caso de dos personas que se conocen, se enamoran y tras el tiempo que ellas consideran y cuando ya creen que lo conocen todo se van a vivir juntas, “a probar”. Y ahí empieza a asomar la verdad, la cruel y dura realidad. Porque vivir con alguien sí es conocerlo de verdad, saberlo toooodo, lo que quieres saber y lo que preferirías no haber visto nunca. Véase por ejemplo:

1 – Mastica con la boca abierta.

Sí, te ha estado engañando como un bellaco. En los bares, restaurantes, etc., se comporta como un señorito/a, pero a la hora de la verdad, con la bata puesta y las zapatillas de estar por casa ya no hay necesidad de ocultar al mundo lo que estás masticando. “TODOS DEBEN CONOCER QUÉ ES LO QUE ME VOY A TRAGAR”, digo yo que pensarán. Pues yo soy más feliz sin saberlo, no quiero saber ni lo que me trago yo.

Qué fino él
Qué fino él

2 – Ventosidades y desechos

“Hoy mi novia se ha tirado un pedo delante de mí”. “Mi novio se tiró un eructo después de comer”. “Ayer vi a mi novia sacarse un moco”. Hombre pues sí. Como todo el mundo, vamos. Hay que controlar un poco el momento, porque estar comiendo y oír un brrrrr, pues no es muy agradable. O no ponerse la mano al eructar. O no coger por lo menos un pañuelito. No siempre se puede elegir el momento y hay algunos que son muy inoportunos, qué me dices de tirarse una ventosidad en pleno acto. O haciendo la comida. O hurgarse la nariz viendo una peli romántica. Pues no queda muy bien, pero forma parte de las miserias que todos tenemos. Aunque idealicemos a la otra persona o se considere que no queda bien. Todos, es todos. Asumámoslo y a vivir.

3 – Aliento mañanero

Seamos sinceros. Cuando pasamos alguna noche con nuestra pareja, así esporádicamente, nos cepillamos los dientes a conciencia, con enjuague bucal y toda la parafernalia. Chicles a mano, caramelos y todos los inventos posibles porque “hay que quedar bien”. Pues no, no me vendas la moto porque luego es peor. Ese aliento lo conoces, lo tienes, lo tengo, lo tenemos. Y jode, y es desagradable que vengas a darme un beso cantando a alcantarilla, con los pelos que no sé si son tuyos o los del vecino que te han caído encima sin querer, resudado y babeado de lo a gusto que has dormido. Lávate los dientes y mójate la cabeza (por Dios!) y luego ya, si eso, hablamos.

4 – Fuera sujetador

No te lo quieres quitar, vas a romper el mito. No es lo mismo en pleno clímax que nadie ve nada, que viendo la tele o poniendo la mesa. Ahí sí se ve. Y se ve que no es oro todo lo que reluce y que te compras los sujetadores sabiendo cual es la función que tienen que cumplir. Y tras muchas vueltas e intentos e inventos te lo quitas, porque es más cómodo y porque no lo vas a poder ocultar toda la vida. “Libertad ven a mí”. Y si se caen pues ya las recogeré.

Bye bye
Bye bye

5 – ¡Echa ambientador en el baño!

Lo entendéis, ¿no? Antes, con este tipo de cosas, cada uno se comía las suyas, pero ahora ya no. Los dos os coméis lo de los dos y aunque no sea agradable es lo que hay. Se llama naturaleza y necesidad. Un poco de aroma a flores y aquí no ha pasado nada, señores.

6 – Baja amorosa por enfermedad

No está mal el concepto, ¿verdad? Seguro que más de uno ha querido que eso se cumpliera, que su amor no lo viera en ese estado, que parece que te vas a ir por el inodoro, que no paras de sudar por la fiebre o que tienes unas arcadas que ni un gato con una bola de pelo de un año. Y cuando no se convive quizá se pueda conseguir. Pero bajo el mismo techo…difícil. Además, te tendrá que cuidar, que para eso está también el amor y el quererse y todas esas cosas. Para lo bueno y para lo malo. Si te quiere con minifalda y tacones o con corbata y chaqué, también te quiere en plena gripe.

7 – No sé cocinar

Es verdad. Has estado durante toda la relación alardeando de tus dotes culinarias, que no has podido demostrar aún por reveses del destino. Pero cuando la casa es vuestra y la cocina está a vuestra disposición todos los días, llega el momento de la verdad. El día D. Y ya no tienes donde esconderte. Te han pillado y te has caído con todo el equipo. “Pedimos una pizza, que yo te quiero mucho y no te quiero envenenar”.

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8 – Adminístrame, por favor

Ahora entiendes muchas cosas, en lo que al money se refiere. Y es que tu pareja es un desastre. No es consciente de que no sabe administrarse y ahora te toca a ti hacer de secretario, gestor, administrador, banquero y todo lo que tenga que ver con que no se quede sin dinero a final de mes sin saber cómo. Que ahora hay muchos gastos que sacar adelante.

9 – No todos los días hay redoble de campanas

Antes casi todos los días que os veíais eran fiesta. Cuánto amor ha visto vuestro coche. Daba igual el sitio. Se improvisaba. Había un tórrido encuentro con traca final. Un no sé qué, qué sé yo que os empujaba inevitablemente a fundiros en uno hasta la hora de despediros. Pero ya no. No todos los días hay jarana. Ya os tenéis, ya os veis, ya os palpáis. ¿Para qué más? “Si sé que estás ahí, pues ya si eso luego, o mañana, o cuando sea, si no hay prisa”.

10 –  Adiós a las salidas románticas y aventureras

Antes de vivir juntos cualquier día era bueno para ir a cenar a un buen restaurante, o para programar una salida especial de senderismo montañero, escalada, karts, masajes en pareja, cata de vinos o cine. Ahora ya no hace falta. Estáis en casa, calentitos y juntos que era lo que contaba. Sofá, manta y peli. Palomitas opcionales. Pizza recién hecha en el horno de la cocina (que no es de piedra, pero tiene el don de calentar). Y ya, si eso, redoble de campanas. Pero en el coche no, que la espalda ha sufrido mucho ya por esas posturas imposibles.

Y así es, la convivencia lo cambia todo. Descubres realmente a quién tienes al lado y si de verdad es la persona con la que pasar tu vida. Porque igual te das cuenta de que no aguantas ni dos días a su lado. Te tragas las miserias y vergüenzas de tu pareja, descubres sus verdades y la comodidad suele vencer a todo lo demás. Pero tampoco es malo. Si estás cómodo es porque estás en tu hogar, porque has hecho de esa casa con esa persona, tu refugio. Y al fin y al cabo eso es lo que queremos cuando empezamos una vida con alguien, que aunque tenga que echar ambientador, quitarme el sujetador sin temor o limpiar el vómito del baño, saber que lo hago querida y queriendo, con las miserias, vergüenzas, pudores y temores. En lo bueno y en lo malo.

Vanesa C.