Desde niña me ha gustado cocinar, me encantaba leer recetas y ahora, con la magia de Internet, me sumerjo durante horas en el mundo de los blogs, pero he de confesarlo: me frustran. ¿Por qué? Muy sencillo:

Las fotos de sus platos no se parecen a los míos. Sus comidas perfectas y las mías….ermm, ¿Cómo decirlo? NO.

Me frustro y mucho, a pesar de saber que la bloguera ha cocinado ese plato las suficientes veces como para que no le dé vergüenza enseñarlo, a pesar de estar convencida de que la susodicha ha tardado tanto en emplatarlo y en conseguir la fotografía perfecta que se ha visto obligada a recalentar la comida en el microondas porque se ha quedado fría. A pesar de saber todo esto, me frustra, porque la foto de su plato es digna de colgarse en el Guggenheim y la mía parece el vómito de una vaca. Afortunadamente, tengo una familia que me apoya y me anima con su Bueno mujer, de sabor está rico.

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Me hunde en la miseria saber que voy a necesitar un diccionario para saber qué es lo que me piden. Sí amigas, porque yo abro la entrada de un blog de cocina y leo Esta receta la podéis hacer con ingredientes que tengáis por casa: sólo necesitáis fideos Udon, una calabaza kabocha, dos cuharadas de mirin y… ¿Y qué ocurre? Ocurre que ¡cómo voy a tener todo eso en casa si no sé ni lo que me están contando! Así que al final termino saqueando la despensa, el frigo y lo que surja en busca de ingredientes que se les parezca… ¿Y qué pasa? Pasa que el plato ya no es el mismo, porque el del blog lleva fideos Udon con calabaza Kabocha y mirin, y lo mío son unos spaguettis con brócoli, porque es lo que tenía por casa. ¿Y está rico? Sí, pero no es lo que yo quería y me siento frustrada e idiota, porque en qué mundo vivo que no sé lo que es el mirin ni los fideos Udon.

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Otro motivo por el cual los blogs de cocina me dejan sumida en un pozo de frustración, es por esa manía que tienen de hacer fácil lo que no lo es, me refiero a la sustitución de ingredientes: Si no tienes brandy puedes usar ron; si prefieres miel a azúcar adelante; si eres vegano, cambia el huevo por semillas de lino o harina de garbanzos…no notarás la diferencia. ¿QUÉ NO QUÉ? Y sé que debería parar, no seguir leyendo porque sé que el resultado va a ser muy distinto del suyo, lo sé, sin embargo me cuentan este cuento tan convencidas y con tanta humildad  que ¡cómo me va a salir mal! Así que si me dicen que los veganos podemos sustituir los huevos por semillas de lino, yo voy y me lo creo, y ataco esa receta de galletas veganas que tan buena pinta tiene y…

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Y todo esto sin hablar de las chicas tan perfectas y maravillosas que salen en muchos de esos blogs, que ni se queman, ni se manchan el delantal ni les salpica la salsa cuando la trituran en la batidora. Las mismas chicas perfectas que miran desde su perfecta foto cómo yo, en ropa de chándal y con el pelo lleno de horquillas para no pringármelo de margarina, voy manchando todos los cacharros de masa. Y de nuevo, me topo con la cruda realidad: ellas parecen sacadas de un desfile de modelos y yo que, como mi comida, parezco que me ha vomitado una vaca.

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Me parece perfecto que se muestre la mejor cara de uno mismo, al fin y al cabo vivimos en un mundo en el que la imagen lo es todo, pero ¿de verdad queréis que me crea que alguien ha hecho una salsa de tomate vistiendo una camisa blanca y no se ha manchado? Lo siento, pero no cuela. Por lo menos un lamparón, así sabría que es real. Así que, tal vez, y digo solo tal vez, deberíamos ser un poquito coherentes, dejar la perfección, los filtros y todas esas zarandajas de lado y disfrutar cocinando, hacer una foto normal para que quede registrado en nuestro blog de cocina y sentarnos a la mesa antes de que se nos enfríe la comida.

Autor: Danae Navarro