Si alguna vez alguien (mujer, hombre, animal o planta) ha pensado que el hecho de ser mujer te hace ser por naturaleza fina y delicada cual flor, desde luego no me conoce a mí.

A mi mejor amiga le tengo mucho asco por ello. Entiéndaseme bien… mi mejor amiga es de esas tías que siempre va con tacones de vértigo y anda como si fuera la p. Naomi Campbell, se maquilla como si saliera del stand de MAC, siempre lleva el pelo perfecto y unas uñas semi-larguitas con la manicura perfecta. Vamos, que da mucha manía verla.

Y luego aquí estoy yo… que me intento hacer un moñito despeinado como ella y parece que me ha atacado una bandada de estorninos. O que quiero ponerme tacones y parezco Bambi recién parido. Por no hablar de que he tardado años en aprender a maquillarme como una persona y no como si me hubiera maquillado con la escopeta de Homer Simpson, eso sí, con el tema del eyeliner empiezo a entender a Amy Winehouse.

Pero yo hay una cosa que jamás podré intentar y es el tema de tener uñas largas. Yo no se qué me pasa pero es dejarme las uñas un nadita largas (y por nadita me refiero a tamaño manicura francesa) que me muero de la grima. Me vuelvo como un T-rex con sus bracitos cortos que no sabe hacer nada. Es mi criptonita. Y aquí viene la anécdota… Hace cosa de 3-4 años, aquí servidora que es bien mamarracha decidió disfrazarse de Winifred Sanderson que es la bruja MÁS GENIAL DEL MUNDO ENTERO PORQUE SALE EN LA MEJOR PELÍCULA DE TODO EL P. SISTEMA SOLAR, que viene a ser, EL RETORNO DE LAS BRUJAS (HOCUS POCUS).

Como buena fan me fijé en todos los detalles y estaba claro que sin una buena uñaca para abrir latas de berberechos yo no podía ir. Así que me planté todo el petate: pelo cardado naranja, medias a rayas, botín de bruja y sus uñas postizas kilométricas.

Como me debía creer “make up Blogger” (sabe Dios que enajenación mental tuve) pensé que las pegatinas que traen las susodichas uñas no me iban a durar ni un asalto, dado que como ya he comentado la delicadeza no es lo mío. Así que me fui a una tienda de maquillaje a comprar específicamente un pegamento para uñas. Ahora, a toro pasado, constato que soy tonta de baba porque el bote era exactamente igual al Loctite que trae una brochita… pero fíjate tú que ese día mi cerebro no ataba cabos.

Llega el día y llega la romería y allí que me empiezo a poner el pegamento en las uñas postizas (que serían de 3-4 cm tranquilamente) y las pinto toda contenta (ilusa).

Nota mental: no ponerte unas uñas imposibles y luego tener que vestirte y ponerte medias. NO VA A SALIR BIEN. Y eso fue básicamente lo que me pasó. Una megauña, afilada como un cuchillo, me rasgo no un par de medias, si no 3. Sí. Tardé 3 paquetes de medias en entender que no iba a funcionar. Entonces llamé a mi amiga (la de antes, que iba monísima de calavera mexicana) la cual tuvo que vestirme como si tuviera 3 años.

Una vez vestida me fui al coche dispuesta a conducir hasta casa de otras amigas con las que habíamos quedado. ERROR. No sé tampoco en que momento mi cabeza pensó que las uñas postizas doblaban o que quizá si les daba un golpe brusco o hacía presión se despegarían (que es lo que suele pasar normalmente). Pues no. En mi caso no solo ni doblaban ni se despegaban si no que como algo pinzara la uña yo notaba como si me la arrancaran literalmente. Ahí empecé a sospechar ¡Llamadme perspicaz!

Transcurridos 40 minutos POR FIN (bien nena, bien) entendí que la mejor opción era quitármelas y no vivir como si fuera Eduardo Manos Tijeras. Así que pensé en tirar SUAAAAAAAAVEMENTE de ellas.

Nada. Eso no salía. Quizá con agua caliente. Tampoco. A lo mejor si les doy con un poquito de acetona en la base, se despegan. NO. Bueno, vamos a meter toooooda la mano en un cuenco de acetona. JA. Sigue jugando bonita.

Si amig@s. Tenía unas uñas de plástico, de un tamaño tan imposible que rascarme la nariz podía suponer una amputación, totalmente pegadas.

Tras 20 minutos (que se dicen pronto) con las dichosas uñas en remojo y que ni se derritieran ni ablandaran ni nada, decidí cortármelas. Si si, tal cual. Cogí de cortaúñas y ZASCA. Pero claro, una que es burra profesional pensó que igual quedaban como cuando te cortas tu uña normal. Ya os digo que no fue así. No tengo foto del momento ni del resultado, pero creedme que era como si mi mano hubiera sido arrojada a un pitbull famélico: rotas, roídas, a cachos… la mano en carne viva de tanto tiempo en acetona y aún encima aquello cortaba como una radial.

¿Cuál fue mi opción? Ponerme unos guantes y jurarme que jamás volvería a usar uñas postizas.