De verdad, queridos lectores, de verdad, que no tenéis ni idea de los miedos y sufrimientos a los que una gorda auténtica, como la que escribe, se encuentra cada día en su vida. Y es que hasta una cosa tan absurda como una PUTA SILLA nos puede intimidar y suponernos el mayor trauma de la historia. ¿Que no? Ojo a estos ejemplos:

1. Las sillas CON TOPES. ¿A qué me refiero? A esas sillas tan modernas y estupendas cuyas formas imposibles hacen que tengan los apoyabrazos de tal manera, que nos reduzca el tamaño útil de asiento donde posar nuestros culámenes. Tú llegas tan contenta a sentarte y de repente… la ves. Ves LA silla. Y lo notas. Lo sabes… TU CULO NO CABE AHÍ.

2. Las sillas de la peluquería. Eso que sales tú toda moni del lavacabezas y te dice la chica: ‘Amor, siéntate en aquel tocador». Te quita la toalla, se dispone a secarte el pelo y se da cuenta de que estás muy abajo. La pobre empieza a darle al pedal de la silla para subirte… PERO NO. Ella dándole y dándole y sudando la gota gorda y aquella silla que no sube del peso tuyo, claro. Al final no te queda otra que levantarte y que la suba sin ti encima. ¿A alguien le suena familiar esta escena?

3. Las sillas-pupitre. ¿Qué puta mierda es esa de una mesa pegada a una silla y una contornéandose cual ‘Peter La Anguila’ para entrar a sentarte en ella? Lo mejor es encontrarse con estas sillas en clases para adultos (un máster, una academia de idiomas…). Si no cabías en ellas cuando ibas al colegio y tenías 8 años, ¿cómo coño vas a caber ahora, con 30 y una talla 48? Son ganas de humillar.

4. Las sillas de las salas de espera. Esas que van todas unidas, ¿sabéis? HORROR. Si te sientas en un extremo tienes miedo de levantar el resto de asientos para arriba cual palanca. Si te sientas en el centro y se sienta más gente a tus lados, no queda otra que estar todos apretados como sardinas en lata. En cualquier caso, MUY MALA IDEA esos asientos, malísima. (Y ojo con la gente que se sienta en la mesa esa que está incorporada, pa’ mearse)

5. Las sillas tipo Tobías de Ikea (sí, Tobías). Son estas sillas muy modernas y muy estupendas QUE NO TIENEN 4 PATAS. ¿Por qué, zeñó? Qué miedo dan, madre mía. ¿Aguantará eso mi peso? ¿Y si me caigo pa atrás? Son el terror hecho silla. Podrían hacer toda una saga de películas de miedo inspiradas en esas putas sillas. Y para los que aún no saben de qué tipo hablo, cuando las vean me entenderán:

6. Los taburetes: Culo que se desborda por los dos lados, incomodidad al 100%, miedo a no poder subirte con dignidad y luego miedo a caerte de ellas. Todo ventajas, vamos. Y todavía si están sólo en las barras pues nada, esperas a sentarte en una mesa y ya. ¿Pero qué pasa cuando TODOS los asientos del bar son butacas altas así? ¿Que no tienen mesas sino como barricas de vino y ahí es dónde se come? Ajá. Vas a tener de todo menos un ‘happy meal’.

7. Las sillas de hierro, de mimbre, o cualquiera cuyo asiento pueda tener la capacidad de dejarte todo el muslamen marcado con un bonito dibujo que permanecerá ahí durante horas. ¿No querías un tatuaje? Además, la profundidad y la intensidad del rojo que dicho dibujo deje marcado en tu piel es directamente proporcional a lo gorda que estés, es decir, que cuanto más peses más marcado se va a quedar, el cabrón. Y tú con tu bonito vestido corto y los muslos marcados por detrás durante horas, precioso momento del verano.


8. Las sillas de plástico de las terrazas, chiringuitos, etc. ¿Nunca habéis oído la expresión esa de ‘más nerviosa que una gorda sentada en una silla de plástico? Pues eso. Yo, personalmente, me he cargado dos. Delante de mucha gente. Y es que este espécimen de silla es de lo más traicionero. Primero, por el material: plástico que hace que con el calor (porque estas sillas SIEMPRE están en la época y los sitios más calurosos) sudes como una cerda y, al levantarte, tengas que mirar por si la dejaste visiblemente empapada (puaj). Segundo, la forma: tiene ‘topes’ causados por los reposa brazos (como en el tipo 1) pero, en un intento de aliviar al gordo que se siente en ella, tiene esos espacios enormes por detrás que hacen que los cachetes del culo se te desborden por ambos lados y que el plástico te corte la circulación, a la vez que se te marcan los muslos y todo lo que quede atrapado entre el respaldar y el reposa brazos. ¡¡Es una silla-killer!! Total, que te levantas de ella marcada como una vaca y sudada como un pollo. Animalito…


 

Todo un drama el tema de las sillas, señoras. Por eso cuando llegamos a cualquier sitio y vemos las sillas anchas y cómodas que nos encantan… somos felices.