El otro día estaba yo en un bar tomando algo cuando, de repente, un chico le tocó el culo a una colega suya (no pareja, amiga), agarrando y apretando bien, mientras decía ‘Mmmmm, pero qué rica estás’, dando por hecho que 1. Toda chica quiere que sus amigos le toquen el culo, 2. Él, como hombre, tiene derecho a ir tocando culos ajenos, 3. La mujer tiene que estar agradecida porque le han hecho un cumplido.

No voy a entrar en detalles de cómo reaccionó la chica porque es su decisión y su forma de ser y ahí no me meto, pero si os voy a decir lo que hubiera hecho yo: hubiera sacado toda la mala hostia reconcentrada que tengo (que no es poca) y, haciendo sentir orgulloso a mi monitor de Body Combat, le hubiera soltado tal puñetazo en la cara que le hubiera cambiado hasta el color de los ojos.

También os voy a decir lo que hubiera pasado después de eso: él se hubiera indignado, porque ‘Encima de que te echo un piropo…’, sus amigos hubieran ido a defenderle a él, porque ‘Cómo te pasas tía, ¿no ves que está borracho?’, en lugar de venir a defenderme a mí, que he sido la víctima de acoso y justificando que todo hombre borracho tiene derecho a hacer lo que le venga en gana sin ningún tipo de pudor, y para más inri, hubiera sido yo quien sintiera una vergüenza tremenda porque un grupo de tíos me estaría atacando verbalmente, aparte de la vergüenza previa de que me hubieran metido mano.

Y esto, por desgracia, es la realidad, el pan de cada día y la palabra para definirlo es Acoso En el metro lleno en hora punta te tocan el culo pero no dices nada porque ‘Cómo vas a montar el escándalo delante de tanta gente, qué vergüenza…’, un amigo o conocido te da una palmadita en el culo y tú tienes que poner buena cara y sonreír porque ‘Hija, cómo te quejas…, si es un cachete de nada…’, en una reunión o una conversación con un grupo de gente te das cuenta de que tu interlocutor no te mira a los ojos, si no muy por debajo, pero no dices nada porque ‘Qué vergüenza, que se va a enterar todo el mundo de que me estaba mirando las tetas…’.

Basta ya. Basta de que los hombres se crean con derecho a tocarnos cuando les dé la gana. Basta ya de que piensen que a nosotras nos gusta que conocidos y desconocidos nos rocen, toquen o agarren sin pedirnos permiso. Basta ya de pensar que tenemos derecho a decidir sobre los cuerpos de las mujeres. Pero sobre todo, basta ya de tener vergüenza, basta de callarnos, basta de pensar que mejor no decimos nada por no quedar mal. Porque ante una situación así, el único que debería quedar mal es el hombre que te toca, no tú.

La imagen de portada es del corto ‘Au bout de la rue’.