Las amistades cambian con los años. Muchas para bien, otras para mal. A medida que nos hacemos mayores muchas cosas dejan de tener la importancia que tenían antes y pasamos a centrar nuestras vidas y nuestros esfuerzos en lo que de verdad queremos hacer. Ya no estamos comprometidos a quedar con nuestros amigos cada fin de semana porque nuestra madurez nos permite decidir que nos queremos quedar un sábado en casa, en pijama. Ya no hacemos esfuerzos por quedar con determinadas personas porque somos capaces de decir NO a los planes que no nos interesan. Pero al mismo tiempo ya no tenemos los mismos grupos de amigos que teníamos en nuestra infancia y nuestra juventud. Con los 30 (y en muchos casos incluso antes) llega el momento en el que muchas de nuestras amigas están ya casadas, o muy emparejadas, e incluso algunas tienen 1 o 2 hijos. Con los 30 nuestra vida social es diferente porque somos felices haciendo lo que queremos, sin tener que salir hasta las 6.00 de la mañana porque ‘Cómo no me voy a quedar, todos mis amigos se quedan…’. Con los 30 nuestra vida social se limita a quedar de manera más o menos habitual con nuestras amigas solteras y a tener que hacer malabarismos para poder quedar con las que están casadas. Y esta dificultad es aún mayor cuando las amigas tienen hijos.

En mi caso aún no he sentido la llamada de la maternidad, supongo que llegará en algún momento, o tal vez no llegue nunca y recaiga en mis hermanas la responsabilidad de dar nietos a mis padres, pero tengo amigas con hijos y amigas que ‘están en ello’ y veo desde fuera el sentimiento que supone tener un hijo. Veo desde fuera las ansias que se pasan en los meses de embarazo, las ganas de verle la cara al bebé cuando nazca, los cambios hormonales, el amor que se siente por una personita a la que aún no conoces… Y veo desde fuera cómo cambian cuando esa personita nace, cómo ese amor que sentían se proyecta en una persona real, cómo su vida pasa a un segundo plano siempre por detrás de la de su bebé, igual que nuestras madres hicieron por nosotros, anteponiendo siempre nuestras necesidades a las suyas… Por eso dicen que tener hijos es la mejor experiencia en la vida de una mujer, por eso la mayoría de las mujeres repiten, por eso estamos nosotros aquí

Sin embargo, visto desde fuera, el cambio que supone en una mujer tener un hijo no se queda únicamente en lo físico o en lo que atañe exclusivamente al bebé. Por desgracia, muchas mujeres al tener hijos cambian totalmente su personalidad, pasan a ser exclusivamente Madres, no Amigas, no Hijas, no Primas, sólo Madres. Es como si toda su vida pasada hubiera sido solo un camino a la perfección actual, una prueba que has de pasar hasta poder llegar a lo que tú quieres.

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Y es por ello que las mujeres con hijos pequeños se pueden dividir en Madres que molan y Madres que no molan.

Las mamás que molan saben que pueden dejar a su peque en casa unas horas con su marido / padres / suegros / hermanos para tomar algo con las amigas y ponerse al día sin tener que estar preocupadas por el niño constantemente. Las mamás que no molan no son capaces de separarse de sus bebés ni 5 minutos y consideran que las vidas de sus amigas sin hijos no son lo suficientemente importantes como para dedicarles más de una hora cada 4 meses.

Las mamás que molan traen a sus bebés al café o las cañas con las amigas porque no pueden dejarles con nadie y porque saben que pueden compartir su tiempo con su bebé y sus amigas porque no son incompatibles. Las mamás que no molan no son capaces de acercar a sus hijos a una cerveza porque deben pensar que sólo con eso se van a emborrachar…

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Las mamás que molan, pero tienen bebés que lloran, invitan a sus amigas a casa a tomar algo porque saben que sus hijos no son un impedimento para disfrutar de una tarde con las amigas. Las mamás que no molan prefieren esperar a que el niño cumpla los 18 y vaya a la universidad para retomar entonces sus viejas amistades.

Las mamás que molan te enseñan fotos del bebé de vez en cuando y nosotras estamos encantadas de verle. Las mamás que no molan te saturan el Facebook, el Instagram, el whatsapp y hasta el correo electrónico de absolutamente todas las fotos que hacen a sus churumbeles. (No vamos a entrar en detalle con el tema de la privacidad y el derecho de los niños en relación a las redes sociales porque eso daría para otro post entero).

Las mamás que molan están encantadas de ver a sus amigas, escucharlas, aconsejarlas y estar con ellas cuando las necesitan. Las mamás que no molan están esperando que acabes tu parte de la conversación porque ese tío que te dejó tirada la semana pasada le recuerda mucho a algo que hizo su bebé el otro día… ¿Es que ya no nos quieren?, ¿es que nuestra vida de mujeres sin hijos ya no tiene relevancia?, ¿es que nuestras conversaciones les aburren?

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Las mamás que molan te dejan coger al bebé, muchas veces incluso te lo dan, porque saben que es bueno que el bebé se rodee de gente que le quiere y porque tiene que acostumbrarse a estar con otra gente. Las mamás que no molan no sueltan a sus bebés ni para hacer pis, te pondrán pegas para cogerle porque no te has lavado las manos / porque ahora está dormido / porque ahora está llorando / porque vienes de la calle / porque ahora tiene hambre… o directamente porque piensan que somos unas inútiles a las que el bebé se nos va a caer a los dos segundos de cogerle.

Las mamás que molan son capaces de hablar de todo con sus amigas, saben que el niño no va a morir ni traumatizarse si escucha la palabra sexo y quieren conocer todos los detalles de las vidas sentimentales de sus amigas. Las mamás que no molan sólo saben hablar de estrías, grietas en los pezones, cacas, vómitos y sabores de potitos.

Las mamás que molan juegan con sus niños y saben que se tienen que caer y hacer daño y coger piojos y resfriados porque es bueno para su sistema inmunitario. Las mamás que no molan sobreprotegen a los hijos, no les dejan mancharse, ni correr, ni caerse, ni muchas veces juntarse con otros niños porque tienen miedo de que les pueda pasar algo malo.

Las mamás que molan son lo mejor, son las que te hacen querer tener hijos aunque no los hayas querido antes, son las que tienen hijos que también molan, que te quieren, que te miran cuando sus mamás te llaman Tía Carla… Las mamás que molan son aquellas por las que te apetece cambiar una caña por un café, una cena por una comida, una noche de marcha por un desayuno. Las mamás que molan saben que aunque su vida gire en torno a sus bebés, las de sus amigas no tienen por qué hacerlo… Las mamás que no molan son aquellas que no están dispuestas a sacrificar una hora de sus vidas para estar contigo, para escucharte, para recordar la amistad que habéis tenido durante muchos años. Las mamás que no molan son aquellas que consideran que la vida de los demás tiene que girar alrededor de sus hijos. Las mamás que no molan son aquellas por las que tú también acabarás dejando de estar dispuesta a sacrificar tu tiempo, porque aunque ellas no lo crean, tu tiempo y tu vida también son importantes.