La primera ver que fui a una discoteca -a una discoteca de verdad– creía que estaba preparada para ello. Había entrenado muchas tardes de mi vida en las sesiones infantiles y en el club para jóvenes que organizaban los sábados en la casa de la cultura de mi pueblo (Planet Club, se llamaba, y allí íbamos semana tras semana mis amigas y yo a mostrar a todo el mundo nuestras coreografías). Además, había leído en la Bravo y en la Super Pop todos los consejos habidos y por haber sobre cómo ligar de fiesta, y de mis amigas algo mayores y más avanzadas en estos asuntos había aprendido los nombres de las bebidas alcohólicas más in. Nada podía salir mal. Y sin embargo, mi puesta de largo en sociedad (o de corto, si nos dejamos guiar por el tamaño de mi falda) acabó conmigo bailando como un pato sobre una tarima, vomitándome encima y llamando desde una cabina a mi mejor amigo de aquel entonces para decirle que ¡tachán! ¡Estaba enamorada de él! (Inciso: las cabinas eran unos smartphones muy grandes pero no demasiado smarts que había en la calle hace muchos años, y que te permitían llamar echando monedas en ellos).

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Ahora que soy mayor, juiciosa y una experta en noches desastrosas en más de una discoteca, he decidido que es hora de compartir los conocimientos adquiridos en los últimos diez años de vida nocturna (que tampoco es que yo viva de bar en bar, no os creéis mala imagen, es que me pasan muchas cosas la vez al año que entro en uno) para que vuestras noches no sean un desastre. Ahí van:

No es necesario disfrazarse

Sé que no me vais a hacer caso, lo sé. Lo sé porque a mi yo de quince años nadie, y digo NADIE tenía derecho a darle lecciones de estilo. Aquellas primeras noches iban siempre aliñadas con una minifalda absurdamente mini (llevar minifalda con elegancia es un arte que desconocía por aquel entonces) y unos espantosos tacones de Mustang de chúpame la punta y tacón retorcido (quién no tenía aquellos tacones en 2005) con los que no sabía andar. A esto había que sumar siempre un escotazo de vértigo (o intento de, dado que yo apenas rellenaba una 85 de sujetador en aquella época), un montón de collares, pulseras (aún recuerdo aquellas de metal que nos cubrían el antebrazo entero) y cómo no, maquillaje estilo puerta recién pintada.

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Creedme, todo esto es prescindible. Lo que dicen es cierto: menos es más. Elige: o piernas al aire o escote; o labios pintados o sombra de ojos. La purpurina suele ser una idea terrible, igual que los tacones si no sabes andar con ellos. Todas las joyas del mundo a la vez te harán parecer un árbol de Navidad. Pero lo más importante: haced lo que os de la gana. Si os veis guapas adelante con vuestros estilismos, a ir mona se aprende yendo fea muchas veces. Yo sólo vuelco mi experiencia.

No te bebas hasta el agua de los floreros.

Ya, ya lo sé. En las películas y en las series las protagonistas siempre están bebiendo cócteles de lo más glamuroso, su borrachera es siempre la del puntito gracioso y hasta cuando vomitan no se les corre ni un poquito el rimmel. SPOILER: la vida real es muy diferente. En la primera noche de chica mayor de la que os hablaba, recuerdo como si fuese hoy la magnífica idea de que podría beber todo lo que quisiese y no me pondría mala. Error. Recuerdo también que tenía ganas de probar tantas de los mejunjes alcohólicos de los que había oído hablar que no se me ocurrió nada mejor que intentar probarlos todos.Error también. Empecé mi aventura con un Baileys-Cacaolat, que ya se sabe que le leche es tu mejor amiga cuando sales de noche (NO) y además mamá siempre dice que me tome un Colacao antes de dormir. Envalentonada por lo rico que estaba y lo bien que había elegido, decidí que la próxima etapa debía ser un Malibú con zumo de melocotón, destinado a convertirse en mi mejor amigo. Mi nuevo mejor amigo me encumbró a mi, con mi minifalda, mis tacones y mi cara de puerta recién pintada a bailar frenéticamente en la tarima de aquella discoteca de un modo que aún me sonroja si lo pienso. La apoteosis llegó a eso de las dos de la mañana, cuando decidí que lo que mejor podía sentar a mi cuerpo no era otra cosa que, atención, un tequila con Red Bull. Siento no poder contaros cuáles fueron los sin duda prometedores efectos de aquella pócima, porque mis recuerdos se limitan a vomitar y vomitar en un banco mientras una amiga me sujetaba el pelo.

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Creo que con los años mi hígado me ha dejado por imposible y ha perdido la esperanzaa de que vuelva al buen camino tras resacas imposibles. Sin embargo, mantuvimos una encarnizada lucha durante mucho tiempo en los que seguí mezclando bebidas, dándome al garrafón y desesperando a mi sistema digestivo al completo. No voy a deciros, por tanto, que no bebáis, porque no veo por qué ibais a hacerme caso, pero sí os aconsejaría hacerlo con moderación (beber no es una competición, si Fulanita aguanta seis copas y tu ya estás piripi con una peor para ella, le va a salir muy caro emborracharse a lo largo de su vida), que no mezcléis todo con todo y que evitéis, por delicioso que esté, mezclar cosas con Cacaolat, porque tendréis todas las papeletas de acabar mal (uno de los mayores traumas de mi vida). Estar borracha puede ser muy divertido , arrastrarte por el suelo de casa hacia la taza del váter mientras las paredes bailan a tu alrededor, no tanto.

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Se pueden hacer muchas más cosas que ligar en una discoteca

Recuerdo más de una noche durante mi adolescencia en la que ligar era el objetivo principal, te pasabas todo el rato dentro de la discoteca intentando llamar la atención de ese chico y por arte de magia, el 99% de las veces todo acababa llorando el el baño porque tu plan no había salido, él no te quería, nadie te quería encima te encontrabas fatal y sólo podías pensar en vomitar. Meeeeeeeeeec. Suena a tópico, pero es cierto: nada como salir a bailar, a divertirte, a hacer el idiota con tus amigas y sobre todo a reírte mucho. Y ya, si cae alguien en tus redes… no seré yo quien os diga que hagáis ascos a un caramelo. Eso sí, como en lo que al alcohol se refiere, ligar no es una competición. Liarte con cuatro desconocidos en una noche no te va a hacer necesariamente la más guay, así que hazlo solo si te apetece mucho y crees que ello va a mejorar tu noche, no para demostrar que puedes ligar más que nadie.

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Otros consejos prácticos son que os alejéis de móviles y tentaciones de drunktexting, que tengáis cuidado con las fotos que os sacan, que hagáis ante todo lo que os apetezca y no lo que todos los más guays hacen, y sobre todo, sobre todo que leáis este post y no me toméis por ejemplo. Sólo con hacer lo contrario a lo que yo solía hacer, tendréis garantizada la experiencia nocturna perfecta. Aunque no sé yo si cambiaría una de estas por todos mis recuerdos de desventuras y noches-desastre…