Ya está, ya me he cansado, no puedo más.

No me dan los dedos de la mano para contar los tíos que a lo largo de mi vida me han dicho (de forma directa o pasivo agresiva) que ‘por qué no adelgazas unos kilillos, si estarías un poco más mona’, ‘deja los dulces, que te va todo al culo’ o mi favorita ‘con la cara tan bonita que tienes, si pesases un poquito menos...’.

Me lo han dicho señores a los que acababa de conocer ese día, pero SOBRE TODO, me lo han dicho tíos con los que he llegado a mantener una relación. Que me conocieron así, con mis carnes morenas, y parecieron disfrutarlas sin prejuicios hasta que un día se les enciende la bombilla y deciden que no, que prefieren una novia delgada y a ver si con un par de frases persuasivas lo consiguen.

Y digo yo… ¿no les sale más rentable empezar la relación con una chica delgada directamente? Porque conseguir que una gorda adelgace no es que sea tarea fácil. Más que nada la mayoría ya lo hemos intentado, y si no usamos la 36 es porque:

a) nos es materialmente imposible.

b) lo hemos intentado pero el sacrificio que conlleva no nos merece la pena. ¿Dejar la cerveza? NO WAY JOSÉ.

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El caso es que cuando me han dicho mierdas así casi siempre me he quedado bloqueada. Algunos lo disfrazan con el clásico ‘te lo digo por tu bien’, pero el discurso de la salud en mi caso es absurdo. Peso 80kg no 2 toneladas, tengo unas analíticas de libro y no como especialmente mal. Mi cuerpo es así y ya he asumido que no pasa nada por ello. Que podría ser más delgada, pero también podría ser menos feliz.

Otros pasan de disfraces sobre salud y directamente me quitaban el postre en los restaurantes para comérselo ellos, o escondían las galletas en casa. Sí, no hablo de una o dos veces, me ha pasado con casi todas las parejas que he tenido tarde o temprano y la verdad es que ya estoy hasta los cojones. Al próximo que me diga que por qué no adelgazo le compraré un Jes Extender para que compruebe en sus carnes lo difícil que es que le crezca el rabo. 

Pietra.