Es viernes.

Llegas a casa cansada. Cansada como solo lo estás un viernes, cansada de madrugones, de dolores de cabeza. Cansada de lunes gris, de miércoles de atasco.

Es viernes, y ahora sí que ya todo da igual, menos las perspectivas.

Vas a por el modelito que llevas pensando desde ayer. Desde el lunes. Desde hace dos semanas cuando decidiste que hoy salías. Desde que conseguiste quedar con esa amiga a la que quieres con tanta locura como poco conseguís veros. Desde que cerraste fecha en ese grupo de Whatsapp de amigas que nunca se cansan del negro de la manguera, del emoticono de la flamenca, de intentar veros y no coincidir todas.

Vas a por ese modelazo. El que sabes que te queda bien, tu apuesta segura, esa camiseta casi nueva  que lleva semanas esperando su momento, tu momento.

Mierda. $#&/2@$·#!

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Está en el cubo de la ropa sucia. Al fondo. Debajo de las medias gordas de invierno, de una funda de cojín de un par de calcetines de unicornios. Y la lavadora llevas sin ponerla desde que el lunes era lunes y tú colgaste un post en Facebook quejándote de ello.

La camiseta huele a sobaquillo. La falda, a usado. Ambas llevan días rozándose y retozando indiscriminadamente con todas las otras prendas del cubo. Pero sus retozos no van a dejarte a ti sin los tuyos.

Vas con el tiempo justo. Llegar, ducharse y salir pitando. Y no es por llegar tarde, es por llegar ya. Te espera la noche, la vida que dejaste aparcada en la puerta de la oficina, del colegio de tu hijo, de la cola del banco.

Una camiseta usada.

¿Acaso va a detenerte a ti eso? ¿Podrá contigo esa nimiedad?

NO.

Vas hacia tu habitación con la prueba del delito, escoges tu perfume más caro, tu fragancia favorita, o aquel bote de colonia que te regaló tu abuela hace 2 Navidades, ese, el que huele a señora mayor, a pachuli y a canela.

Tapón fuera.

Perfume por aquí, perfume por allá. Haciendo, por supuesto, especial hincapié en las zonas problemáticas: sobaquillo, cuello… Flis, flis.

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Lo estiras bien, lo cuelgas de una percha y tachán. Listo.

Lo has hecho más de una vez.
Y lo volverás a hacer.

Alta y Clara.