Seamos sinceras, lo mejor de la llegada del otoño es que nos deje de sudar el entreteto. Que mucho Ta Ta Towel y mucho lerele pero lo mejor es poder estar en los sitios sin la sensación perenne de haber corrido una maratón. Pero existen pequeños detalles en esta vida que nos recuerdan lo genial que es que por fin haya llegado el otoño… porque amigas, el otoño es la estación con los mejores colores y la luz más bonita del año.

Poner el relleno de la funda nórdica. Sí amigas, esta es la señal definitiva para despedir el verano. Qué fabuloso es poder dormir bien tapadas y haciendo la croqueta con el edredón. Adiós a los calores nocturnos, a las vueltas infinitas en la cama y a buscar la forma más ingeniosa de hacer un mínimo de corriente en la habitación.

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La parrilla televisiva. Vale que ahora nos pasamos las horas muertas enchufadas a Netflix y que el hecho de que Juego de Tronos se emitiera en verano nos desbarajustó todo el timing, pero hay cosas que no cambian: los realities, sobre todo el programa de presentación con coleguinchis, cerveza y muchas risas (gracias por tanto ¿Quién quiere casarse con mi hijo?). En verano nunca ponen nada en la tele así que aprovechas para ver otras cosas, pero a finales de septiembre lo ponen TODO a la vez (hasta he pensando en hacerme un excell con todo lo que ha vuelto porque esto es más agotador que ajustar los horarios de los conciertos en los macro festivales). Además, ese momento en que te tapas por primera vez con la mantita mientras ves la televisión en el sofá es gloria bendita.

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Aprovechar los últimos días de buen tiempo en la calle, como si no hubiera un mañana. Porque sí, siempre se dice que el ocio al aire libre es propio del verano y tal, pero lo de pasarte cuatro horas rajando con tus amigas en una terraza sin achicharrarte y sin que se te pegue la silla de plástico al culo, se disfruta más en octubre. Además, puedes pasear sin sudar y no tienes que estar peleándote con nadie por los pocos centímetros de sombra que quedan por las calles, hasta te apetece retomar el deporte. Por no hablar de que la cerveza aguanta más tiempo fría.

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La ropa joder, LA ROPA. Sacar del armario esas cosas de las que casi te habías olvidado, ir a las tiendas a oler todas las prendas de nueva temporada, comprarte un pantalón un poco tobillero y con estampado Principe de Gales porque se lleva un montón y suspirar porque ya queda menos para poder ponerte los botines otra vez… Nadie puede negarme el gustazo que da empezar a ponerse rebequitas, jerseises y pañuelos, pero tardar todo lo posible en volver a las medias. Y es que además estamos muy bellas, descansadicas y con buen color. Felicidad absoluta.

 

Puedes volver a llevar el pelo suelto otra vez con dignidad, y eso también es felicidad. Adiós a los moños imposibles y a los pelos enrollados en las gomas del demonio. El pelo vuelve a respirar (con la mecha quemada del verano, pero bien fresquis) y tu vuelves a sentirte guaper de verdad, ya que la ausencia de humedad constante en el cuero cabelludo hace mucho más sencillo tener el control. También puedes volver a maquillarte un poco sin miedo a que se te derrita la cara y eso siempre es bien porque llevabas un tiempecito echando de menos el eyeliner.

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Los primeros potajes. Esto es muy de gorda profesional, pero es así. Después de meses de gazpacho, ensaladas varias, helado de avellana y comida así fresquita, ya viene apeteciendo un buen puchero. Yo llevo por lo menos dos semanas soñando con un ramen bien calentico, pero no le hago ascos a unas lentejas, a un buen cocido o whatever… ya va siendo hora, ¿no?