El libro. Objeto de culto en esta sociedad moderna que destruye millones de ejemplares que ya no se venden y ocupan demasiado espacio. Conjunto de hojitas encuadernadas con más o menos calidad precedidas por una portada que muchas veces vale más que el contenido que lleva dentro. Símbolo de estatus, señal de superioridad.

Pues mira a mí esto no. Un libro no deja de ser un chisme más de una cadena de dos o tres mil iguales, que cuesta muchas veces más de lo que vale y cuyo valor va cayendo en picado con el paso de los años. Un producto destinado al olvido, al deterioro, al extravío, y en el peor de los casos, a la decoración. ¿A quién coño queréis engañar?

La gente que cuida a sus libros como si fueran Ferraris me pone de los nervios. Ponle un forrito que no se estropeen las tapas, ten cuidado no se le doblen las esquinas, no lo abras demasiado que se despega el lomo, y, por supuesto, NO LO PINTES. Si escribes en un libro eres EL PUTO DEMONIO.

¿Cómo coño se le puede ocurrir a alguien subrayar, marcar, escribir o dibujar en un libro? ¿Que ser tan despiadado sería capaz de coger un vulgar bolígrafo y apretar con su punta sobre el delicado papel para transgredir así el templo de sabiduría que son estas palabras escritas por El Rubius?

Yo misma.

Aquí podéis ver uno de mis libros completamente destrozado.
Aquí podéis ver uno de mis libros completamente destrozado.

Desde que era pequeña me han repetido una y mil veces que LOS LIBROS SE RESPETAN, HOSTIA, y que la única manera posible que existe en el mundo de respetar un libro es no acercando a ellos nada que pudiera dañarlos. Todo empezó con mis padres, y ahora los entiendo, pues pretendían que no me cargase demasiado mis libros de texto para que me durasen enteros, por lo menos, durante el curso. Después vinieron los profesores, que intentaron convencerme de que solo usase el lápiz para tomar alguna nota o subrayar alguna frase importante, sin darse cuenta de que el lápiz es bastante efímero y a veces esas notas no llegaban legibles al día del examen. Y después de padres y profesores, la sociedad, que me recrimina cada vez que me ve dándole color a la monotonía de cualquier página.

Mi gusto por pintarrajear libros debe venir en mi ADN, porque siempre he tenido la idea de que si un libro es mío puedo hacer con él lo que quiera. Evidentemente, no me voy a poner a pintar en un libro de la biblioteca o en un libro que me haya dejado un amigo, pero si el libro es mío, le voy a dar el uso que a mí me parezca oportuno.

Porque eso es lo que hago yo con mis libros: usarlos. Los leo, y como las ediciones se cuidan tanto, muchas veces solo con leerlo ya queda deformado. Pero además de leerlos, aprendo de ellos, y en la mayoría de las ocasiones (muy malo tiene que ser el libro) encuentro párrafos que me parecen esclarecedores y que sé que me servirán más adelante, doy con un pasaje que parece que está hablando de mí, o me topo con una idea que me cambia por completo. Entonces saco mi rotulador y dejo bien señaladas todas esas partes que sé, porque mi experiencia personal así me lo ha demostrado, que volveré a releer años más tarde.

sdr
No se puede ser peor persona

Y no contenta con todo esto, tengo la costumbre de, al terminar de leer un libro, escribir en la última página la fecha del día y el lugar en que cerré por fin la tapa trasera. Porque, para mí, un libro no es un objeto. Cada libro que he leído es un recuerdo, y escribiendo sobre él me ayudo a recordar cuándo lo leí, dónde estaba y qué pensamientos me generó o llegó a transformarme aquella lectura.

Libros hay millones, pero ejemplares del libro que tú leíste solo hay uno. Hazlo tuyo.

No hago distinciones. Yo pintarrajeo hasta el libro que yo escribí.
No hago distinciones. Yo pintarrajeo hasta el libro que yo escribí.