Es el día y así lo sientes cuando te levantas de la cama. Antes de poner tu pie izquierdo en el suelo, estás preparada para tu grandioso día. Hoy empiezas tu rutina sana; hoy empiezas a hacer deporte. Desayunas tu zumito de naranja con semillas de sésamo y tu  leche de avena acompañada de una loncha de jamón de pavo. Te vistes, con tu modelito casual y meneas tu voluminoso culo chulo hasta el establecimiento más de moda de todos los tiempos; el gym.

A mí personalmente el primer día siempre me da como  un poquito de cosa; entrar, quitarte la chaqueta, dejar tus pertenencias en la taquilla, encaminarte hacia las máquinas… ¿Quién estará? ¿Mi vecino habrá venido hoy? ¿La súper deportista madre de Ana estará allí para mirarme sin disimulo alguno?  ¿Tendré libre mi maquina? … Un sinfín de movidas pasan por la cabeza en poco tiempo.  Entre la pereza y las ralladuras de cabeza salen fuerzas de algún universo paralelo donde todo nos va genial. La fuerza te hace avanzar y te da un empujoncito para que entres a la granja que produce la quema de calorías.  

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Entras y ves a la gente en movimiento, sudando, sufriendo. El que algo quiere algo le cuesta dicen, y te lo repites a ti misma una y otra vez, a ver si al final te lo acabas creyendo o qué. Te subes a la elíptica y comienzas piano-piano y en una media de 20-30 minutos bajas más que realizada de esa tortura maquiavélica. En ese momento tus piernas temblorosas (temblando más que después de un buen polvo) te dirigen hacia la salida y tu apuro, vergüenza,  te hace quedarte unos 10 minutos más en la bicicleta estática de al lado de la puerta. Sin que nadie te vea te pones el nivel más flojo y pasas los últimos 10 minutos como una gran campeona haciéndote pasar por la gran ciclista Joane Somarriba, como si estuvieses sufriendo lo que no ha sufrido nadie en esas cuatro paredes.  

Después de eso tus horas de gym han concluido. Eres la mejor aunque tu cuerpo este destrozado y tu tripa no pare de crujir de hambre, y entonces te das cuenta del por qué la peña le llama a lo que has desayunado un “desayuno light”.

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Sales del gym y ahí te encuentras con tu amiga Marta, la vecina del quinto, la prima de Maria la amiga de tu madre, que se va a tomar una cerveza al bar del frente. Por cortesía decides acompañarla para pedir, o bien, un botellín de agua o algún tipo de té.  Entras y se acabó lo bueno.  Se acabó. No hay nada que hacer. Game over. Te encuentras con una barra llena de pintxos. Los miras uno por uno; tortilla, vegetal pechuga, vegetal chaca, beicon huevo… ¿Qué leches? Pues sí, me como un pintxo; y dos, y tres… al final, para algo fui al gym no? Pues eso. Keep calm and disfruta de lo bueno ¡Qué para algo existe joder!

Jennifer López.