Queremos ir tranquilas por la calle, solas, sin mirar atrás, sin vigilar lo que nos dicen, sin tener que prestar atención a esas miradas incómodas, a esos silbidos que no hemos pedido y que no sabemos de dónde vienen.

Queremos poder pasear con calma, sin preocupaciones, poder ir al cine a la última sesión y al salir volver a casa paseando, disfrutando de la brisa. Poder salir de casa con esa minifalda que hacía años que no nos atrevíamos a ponernos pero que hoy por fin nos sienta de lujo y no tener que pensar que esa minifalda será la causante de que alguien nos mire más de la cuenta, nos diga un improperio o lo lleve un paso más allá y decida incomodarnos verbal y físicamente.

Queremos poder vestir lo que nos salga del coño, decir lo que queramos, ir a donde nos dé la gana, solas o acompañadas. Que nuestros deseos de hacer o decir algo no se vean condicionados por lo que nos “pueda” pasar.

Queremos poder salir a correr por la noche (o por la mañana, o por la tarde) y no sentir que nos persiguen. Queremos poder llegar a casa sin el susto en el cuerpo porque llevamos cinco bloques caminando con la certeza de que alguien nos ha estado siguiendo. Queremos poder vivir sin sombras a nuestras espaldas.

Llevamos unas cuantas semanas, meses ya, siendo testigos de cómo cada día se hace viral la historia de alguna joven a la que alguien ha increpado, perseguido, amenazado y lo vivimos como lo más normal del mundo. “Una más”. “Exageraciones”. Porque parece que tenemos que vivir con miedo de ser quienes somos, de hacer lo que queremos, vestir, hablar, beber, salir. Miedo de ser una persona más en el mundo.

Ridículo.

Basta ya de historias así cada día. Porque ya no “queremos”, no. “Exigimos”.

Exigimos poder coger el metro a nuestras anchas, llevar un vestido o escote, poder subir una foto en bikini en las redes, viajar solas, pasar tiempo con nosotras mismas sin tener que justificar ni explicar a nadie nada. Sin tener que pensar “voy sola por la calle” o “hoy llevo escote y no estoy cómoda por lo que pueda pasar”.

Exigimos poder ir al gimnasio con la ropa ajustada o no, moderna o desgastada, y ejercitarnos y sudar, sudar a gusto en cualquier circunstancia sin que nadie nos mire, nos hable, nos gruña. Exigimos una vida sin caídas de mirada, sin olisqueos, sin insinuaciones, sin referencias a partes de nuestro cuerpo o propuestas de cosas que nos harían. No las hemos pedido, no las queremos.

Exigimos VIVIR como lo hace cualquier hombre, sin temor. Sin dudas cada día de nuestra vida, sin una mente condicionada a demasiadas cosas que damos por supuesto. Sin justificaciones. No valen, no necesitamos que la mitad del planeta piense que no nos merecemos este trato pero no haga nada para cambiarlo.

Exigimos no tener que escribir estas palabras, desde ya. Hoy vamos a salir sin miedo, vamos a levantar la voz y vamos a quejarnos, vamos a dejar de pensar en los “puede” y vamos a ser mujeres.