El verano es la época de los viajes por excelencia. Todas hemos pasado en estos meses por algún aeropuerto o una estación de tren o de autobús. Durante el viaje hemos sufrido a varios de estos personajes, estoy segura.

 

El q llega tarde. Llega agitado tras correr por todo el aeropuerto: casi no le dejan embarcar y ha tenido que rogar para que le dejaran pasar. El resto de pasajeros le miran mal aunque, en realidad, el avión vaya a salir en hora. Si tú has llegado tarde alguna vez, le miras con comprensión y le sonríes para que se sienta mejor.

 

Los que se reencuentran. Hace años que no se ven y aprovechan el vuelo para ponerse al día: cambios de trabajo, de parejas, nacimiento de hijos, la vida de otros compañeros. Tendrás la suerte de que se sienten a tu lado y no te dejen concentrarte en la lectura.

 

 

El bebé llorón. Sí, siempre hay uno o más en cada viaje. Muchos ratos van durmiendo, mirando al techo tranquilamente o riendo en brazos de sus padres pero a veces, por las más variopintas razones, lloran. Y si una pataleta incontrolable le da, vas a flipar.

 

Niños candorosos. Los críos algo más mayores están emocionados con el vuelo, ríen de forma compulsiva y preguntan sin parar una y mil cosas, generalmente las menos oportunas. Por ejemplo, dicen: «Mamá, ¿bajaremos del avión en un tobogán hinchable?». La madre y yo nos miramos, nuestros ojos más abiertos de lo habitual, y pensamos lo mismo: «¡Ojalá q no!».

 

El cenizo graciosito. Es el que se dedica a enumerar los más famosos accidentes aéreos, los detalles escabrosos y, si me apuras, hasta los nombres de los muertos. Y siempre añade al final: «Total, todo tiene su riesgo». Ya lo sabemos, listo, pero ¿es necesario compartir toda esa información ahora? O no tienes ni puta gracia o estás acojonado y quieres que yo me asuste tanto como tú… Sea como sea, deja de hacerlo.

 

El que vomita. Nos puede pasar a cualquiera de nosotros, es algo natural y tiene que ser horrible encontrarte mal durante un vuelo pero, reconozcámoslo, es una putada que nos toque al lado. Luego, a la azafata le toca recoger la bolsa con los restos.

 

El hiperactivo. No puede estarse quieto y no va a hacerlo en este vuelo. Tendrás la mala suerte de que se siente justo detrás de ti y pondrá los pies en tu respaldo. Además, se levanta, sube y baja la maleta, se sienta, cruza y descruza las piernas sin parar y es el primero que se pone de pie cuando se apaga la luz de aterrizaje, aunque queden diez min para poder desembarcar. ¿No te da igual esperar sentado?

 

El dormilón. Nada más sentarse ya casi está dormido. Envidias su capacidad para desconectar del ajetreo y de los nervios del despegue… hasta que un pequeño movimiento lo hace caer sobre tu hombro. Profundamente dormido ni se entera y tú no sabes qué hacer para quitártelo de encima.

 

El caracol o precavido. Carga con la casa detrás: si viaja solo, lleva tres maletas; si viaja con la familia, llevan tres carros llenos de bolsas. No se ha leído cómo se hace una maleta y se lleva todas las cosas que se le ocurren por si acaso, y al final no usará ni una tercera parte pero así viaja tranquilo.

¿Hemos dejado algún personaje fuera? Y ahora, confesad… ¿os reconocéis en alguno? ;)