A mí me parece que todos tenemos una idea clara de lo que es un cuerpo de señora. De señora normal, vaya, como puede ser tu madre, o la mía, o la abuela de cualquiera. Pues ese cuerpo, oiga, no aparece de repente.

Una no se acuesta un día siendo un pibón y se despierta a la mañana siguiente con el ombligo entre las tetas y la bolsa del Carrefour en la cabeza, por si llueve. Conseguir un cuerpo de señora es un proceso lento y paulatino, que empieza, probablemente, el mismísimo día que te encuentras la primera cana.

Tú no te acuestas un día con una melena negra como el ojal de un orco y amaneces con un mocho de fregar en la cabeza. Te aparecerán, una a una, como las antenas de Casimiro. Y aunque tú intentes seguir pareciendo afable y lozana, empezarás a dar repelús. Como Casimiro.

Y la papada… ¡Ja! A ver si te crees que un día te vas a la cama con el perfil de una figurita de cristal soplado y te levantas convertida en pelícano. No, maja, no. Tú un día vas a mirarte las ojeras al espejo, como todas las mañanas, y te ves ahí una marca justo detrás de la barbilla que antes no estaba. Y piensas “Bah! Habré engordado un poco. Estaré hinchada. Serán líquidos. Me irá a bajar la regla”. Haz el pino si quieres: a partir de ahí, será como tener tu propia, enorme y fofacha estalactita creciendo, justo debajo de tu sonrisa.

Oyoyoy, ¿y los tríceps? No hay nada más de señora que unos buenos tríceps modelo ardilla voladora. Especialmente diseñados para collejas de abuela: primero das con la mano y con la pelleja reverberas en el moflete de tu oponente. Esa minuciosidad tecnológica está sólo un paso por detrás de las impresoras 3D. Y, claro, no pasas de tener perfectos rollitos cilíndricos a tener esas máquinas de matar de la noche a la mañana: es un proceso lento y meticuloso de depósitos de grasa (y extracción muscular) a largo plazo. Como si te estuviera esculpiendo el mollejar Miguel Ángel en persona. Sin prisa.

Bueno, a las tetas en caída libre les puedo dedicar ocho post, pero urge ser breve: una señora tiene de una talla cien para arriba. A veces gran parte del relleno de esa talla no se puede llamar teta propiamente, pero como va pegada a ella, lo dejamos estar. Y, claro, tú no te duermes un día con una talla noventa antigravitatoria y te levantas con una cien calentándote las orejas. Después de años de observación, he resumido el proceso en cinco fases, cada una muy sutilmente diferenciada de la que le precede:

  1. Bajo los sobacos.
  2. Sobre los codos.
  3. Bajo los codos.
  4. Sobre el ombligo.
  5. Raquetas de nieve.

Vamos a ver: lo que en ti es el abdomen, en una señora es la barriga. No hay más. Y la vas a tener. Da exactamente igual que te machaques a abdominales y/o hipopresivos. No anochecerás un buen día TENIENDO CINTURA y amanecerás con un cinturón acolchado de plumas y gelatina, que baja recto desde las axilas hasta las caderas y cuya única curva serán las tetas pasando por encima. Un día, amiga, descubrirás que no puedes tensar todo el abdomen, ni meter barriga, ni ná de ná. Eso, querida, se llama diástasis abdominal. De ahí para adelante, el horizonte deja de tener límites.

Ja,ja,ja,ja,ja, que no se te olvide que TODO el pelo se vuelve cano. Y, por supuesto, los gatitos acostados no se convierten de repente en asustados hurones albinos. ¿Recuerdas lo que te conté antes de las antenas de Casimiro? Pues ahora Casimiro está en tu chirivía. ¡Salúdale!

Las piernas son un mundo aparte. Existen tres tipos de piernas de señora: grandes de cadera a rodilla y finas de rodilla a pie, finas de cadera a rodilla y anchas de rodilla a pie y, por último, anchas de cadera a pie. Todas ellas tienen tres cosas en común: son el fruto de muchos años de feminidad viviente, tienen muchas venas y la señora “cuando era joven tenía unas piernas preciosas”. Porque sí, amiga, esa señora de piernas imposibles, también fue joven, como tú. Y no importa cómo tuviera las piernas entonces: ahora le parece que eran preciosas.

Está claro que las señoras de hoy juegan con una ventaja: las fotos en blanco y negro dejan mucho que desear en cuanto a definición y, claro, así todo el mundo se ve muy guapo. A nosotras la alta definición nos ha jodido bien, que te hacen una foto de frente y se te ven hasta los puntos negros de la espalda. Pero, con todo, goza ese cuerpo serrano que tienes y diviértete viendo cómo cambia. Es natural y nos pasará a todas. No olvidemos que envejecer, como dicen por ahí, es un privilegio del que no todo el mundo puede disfrutar.

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