Diciéndolo alto y claro, salir de fiesta, a las TulliBuenas, nos cuesta el doble. No solo porque, como en mi caso, bailar y moverme en general es agotador (incluso mantener el cubata en la mano mucho tiempo me deja cansada), sino porque llegar a la discoteca, que esta esté correctamente adaptada, encontrar un lugar para mear y luego volver a casa; se convierte en un verdadero problema. ¿Pero sabéis qué? Hace más el que quiere que el que puede y cuando hay ganas de fiesta, no hay ningún problema suficientemente grande que me impida quemar la noche. Una TulliBuena fiestera no puede decir que no a una noche desenfrenada.

Cuando se aproxima la noche del viernes… Tu cuerpo lo sabe, tus amigas lo saben, ese vestidito negro que tienes en el armario lo sabe. Esta noche lo vas a dar todo.

Lo primero que hacemos las TulliBuenas es mirar en internet a qué discoteca vamos y asegurarse de que al menos la pista principal sea accesible, porque sería un gran marrón llegar y no poder entrar. Desde luego instaría a mis amigas a que entraran sin mí, a que no se perdieran esa fiesta. Pero sé que les sabría mal dejarme atrás y mejor evitar esa situación.

El segundo problema al que nos afrontamos es llegar al local. Puesto que, al menos en Barcelona, encontrar un taxi adaptado está difícil. La mayoría de las emisoras de taxis adaptados te piden que solicites con 24h de antelación el servicio, pero… Seamos sinceros, ¿Quién sabe a que hora exactamente va a salir o entrar de la discoteca? Personalmente, prefiero coger el bus nocturno. No suelen tardar mucho en pasar y, si no tienes muy mala suerte, las rampas funcionan bien.

¡Aquí una chica con muy mala suerte! En un desastroso inicio de la noche, fuimos a coger el único bus que me he encontrado con la rampa rota. Nada. Que no funcionaba. Desesperadas ya, decidimos que lo íbamos a coger igualmente. Si o sí. Así que, con la ayuda del conductor, subí el escalón que me separaba de una fiesta épica y para allá que fuimos. Desde luego que fue épica. Después de esa aventura, nada nos podría frenar ya.

Una vez llegamos a la discoteca, agradecemos con toda nuestra alma que dentro haga calor. Ya que:

Modelito de fiesta fresquito + No producir calor corporal por ir todo el rato sentada + noche de madrugada = Un frío del copón.

Aunque eso no acaba suponiendo un gran problema porque enseguida entramos en calor bebiendo unos cubatas. ¡Pero ojo! No hay que beber demasiados, puesto que el alcohol es diurético. Por muy triste que suene, lo descubrí hace poco tras una noche de beber mucho sin poder mear. No os imagináis las ganas que tenía de llegar a casa para hacer pis. NO OS LO IMAGINÁIS.

Porque eso es otra, la diversidad funcional es eso; muy diversa, y en mi caso solo puedo mear en mi casa (motivos técnicos muy largos como para explicarlos ahora). Así que si salgo de fiesta… He de aguantar toda la noche. Afortunadamente tengo una vejiga de acero y, si me controlo bien, llego más o menos sin problemas a casa.

Como buena fiestera que soy, yo de la disco no salgo hasta que la cierran. Puesto que ese rato que estoy bailando rodeada de amigos y cantando a pleno pulmón (aprovechando que los altavoces enmudecen mis terribles gallos), es uno de los momentos más mágicos de mi vida.

Cuando llegas a casa y, como en mi caso, no te puedes tumbar sola en la cama, tienes cómo último problemilla que, o tus padres ya duermen, o tu asistente personal no estará ahí (tiene unas horas de trabajo que, desde luego, no cubren la madrugada).

Fijaos que en este caso digo “problemilla”, porque después de haberlo pasado tan jodidamente genial y de estar tan reventada, me podría dormir en la silla. Aunque, si tienes mi inmensa suerte y tienes mis tesoros de amigas, te echan una mano para acostarte y puedes descansar bien a gusto. Gracias chicas <3

¡A lo mejor a la mañana siguiente tienes un resaca del quince, pero esa aventura y la sensación de haber vivido una gran noche no te la quita ya nadie! Al fin y al cabo… La vida trata de eso ¿no?

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