A veces me pregunto si no debería haber nacido en otra época. Luego recuerdo que el móvil es una prolongación de mi brazo y se me pasa. Pero es que hay demasiadas situaciones que me llevan a pensar que la vida quizá era mejor antes de la era smartphone. Me hierve la sangre y me entristece cuando veo a la gente más pendiente de compartir lo que está viviendo que de vivirlo.

El otro día sin ir más lejos fui al cine. Aiiii el cine. El cine siempre ha sido bastante delicado. Siempre ha habido algún/a capullo/a que te ha jorobado la peli comiendo palomitas como un simio, comentando cada cosa que pasa como para que se enteren los de la sala de al lado o no parando de revolverse en su asiento como si fuera Peter la Anguila. También a todos nos han destrozado el momento con un buen politono a toda castaña, pero ahora ya hemos llegado a otro nivel. Ahora en cuanto se apagan las luces de la sala se encienden las de los móviles, se tiene bien preparadito el Instagram para poder hacer un instastorie en el que se vea el titulo de la peli que has ido a “ver”. Luego, cuando ya empieza el meollo del asunto, pasas olímpicamente porque es mucho más importante poner un filtro, unos cuantos emojis, la ubicación y alguna frase o tag molón que te haga recibir muchas respuestas del palo “eres súper guay” y sentirte mejor contigo mismo. Ahora que ya te has perdido media peli, decides volver a sacar tu querido móvil, quemar las retinas de la persona que hay detrás, que casualmente soy yo (porque pa’ que bajarle el brillo, ¿no?) y conseguir que el prota o cualquier otro del reparto acabe con cara de perrito y saque la lengua al abrir la boca. ¿En serio? No, no. ¿En serio es necesario?

Esto es verídico señoras y señores. Esto fue a lo que se dedicó durante toda la peli la muchacha que tenía delante y lo peor es que se creerá la más molona de la sala. Lo que me jode es que su maldito postureo hizo que yo no estuviera al 100% por la peli y, entendedme, era domingo y la entrada me había costado un riñón, lo que quiere decir que realmente me apetecía muchísimo estar ahí. Seguro que muchas de vosotras pensareis: pues tronca, haberle dicho algo. Y tenéis razón, muchas veces lo hago, pero esta vez una parte de mi quería que no fuera verdad lo que estaba pasando. Me imaginaba diciéndole “oye perdona, ¿te importaría dejar de hacer que Johnny Depp sea un perrete? Gracias” y algo en mi cerebro se cortocircuitaba.

Tristemente he de reconocer que no es la primera vez que me pasa y no solo en el cine, sino en muchos otros sitios. Entiendo que haya gente a la que le guste todo esto, pero hay personas obsesionadas que parecen vivir de me gustas y deben aprender a respetar. Comprended que no todo el mundo es como vosotros y que molestáis. Que si te pasas toda la peli usando el móvil sin tener la consideración de bajar un poco el brillo: ME MOLESTAS. Que si estamos en un concierto y me pones el último Note, que debe tener ya unas 300 pulgadas, casi en el jepeto y me tapas la vista, un rato aún, pero TOOOODO el concierto: ME MOLESTAS. Que si después de haberte gastado 1000 pavos en un móvil no te quieres gastar 12€ en unos cascos y prefieres ir con la música a reventar tímpanos, adivina: ME MOLESTAS. Y un largo etcétera.

Para acabar, solo quiero hacer una llamada de emergencia (baby) y pedir a la sociedad que frene un poquito. Soy la primera que está 24/7 con el móvil pero sé cuando tengo que dejarlo aparcado para poder vivir el momento por que, por mucha calidad que tengan vuestras pantallas, la vida se ve infinitamente mejor en directo.

Y si quieres que tus amigos vean que eres la puta caña de España luego quedas con ellos y se lo restriegas tomando unas birras, como se ha hecho toda la vida. Que las nuevas tecnologías no hagan que perdáis las buenas costumbres.

Andrea R.