Tras la ¿vigésimo quinta? discusión con mi pareja sobre las tareas de casa he llegado al punto de no retorno. Ese punto en el que invocas el poder del fuego purificador y al mismo tiempo a Santo Job para que de paciencia.

Podría decir que he perdido la cuenta del número de veces que hemos tenido la misma discusión sobre las tareas de casa pero mentiría. Sé perfectamente el número: 4.

4 MALDITAS VECES QUE ME HA SACADO DE MIS CASILLAS. Vale, la paciencia no es una virtud que yo tenga pero os aseguro que he hecho muchas veces la vista gorda. MUCHAS. DEMASIADAS.

Y me jode tener que decir esto y generalizar, os lo prometo pero es que NO SOMOS VUESTRAS ASISTENTAS, CHACHAS NI MADRES y NO, NO TENGO NINGUN TOC CON LA LIMPIEZA.

Es simple y llanamente que SOIS UNA PANDA DE MARRANOS. (Y pido perdón a todos los que hacéis que aún confíe en vuestro género. Perdón. Sois la resistencia y os AMO por ello).

El detonante de la bronca viene de la siguiente escena:

Yo trabajo de 5 días a la semana, 1 a jornada partida por lo que SOLO un día voy a casa, como y vuelvo al curro. Ese día generalmente es el día que como “caliente/recién hecho” ya que los demás días como de tupper (frío o recalentado). Cabe hacer como NOTA que quien organiza las comidas, va al super y cocina todo lo que lleve una elaboración soy yo. Cuando digo que como caliente es que hay tortilla, patatas fritas o pescado… tampoco nos volvamos aquí locos.

Podría decirse que llego a mesa puesta. Pues tras comer y ponerme a fregar los cacharros él se sienta en el sofá. Yo pregunto (como todos los días) «¿has hecho las cosas de casa?» Y me contesta que sí. Entonces insisto “¿has pasado la escoba?”

“AH NO SABÍA QUE TENÍA QUE HACERLO” yo pongo modo avión y, mientras él sigue en el sofá, yo paso la escoba, la fregona, recojo la ropa del tendal, la doblo y la guardo y, de camino, digo en voz alta: PODÍAS AYUDARME. Y entonces pasa una planta rodadora del desierto, tres grillos haciendo cri cri cri y un “marido” mirando un móvil pasando de mi como de comer mierda.

¿Sabéis por donde voy no?

Total que “mi hora de comer” han sido 20 minutos de comer y 1 hora de limpiar y, me vuelvo al curro cabreada como una mona de culo rojo.

Tras este tipo de broncas TODOS (da igual el género) solemos hacer la técnica del tanteo que consiste en recibir a tu pareja con halagos y con cariñitos al llegar a casa. Conmigo esto ya os digo que no funciona, es más, me pongo de más mala hostia. Así que entonces llega el punto de: TENER QUE HABLAR.

Os ahorro la bronca y os resumo todo en una frase que he oído desde a mi padre hasta a mi primo pequeño:

ME LO PODRÍAS HABER PEDIDO.

En relación a este tema descubrí a Emma Clint, que ha hecho un cómic sobre esto, porque “esto” tiene un nombre y se llama CARGA MENTAL.

Y es que con carácter general las mujeres somos para ellos grandes coordinadoras.

¿Te tengo que pedir que me ayudes a tender una lavadora?

¿Te tengo que decir que hay que bañar a los niños?

¿Te tengo que hacer una lista de la compra porque la nevera está vacía?

¿Te tengo que recordar tus compromisos sociales además de los que yo ya tengo?

¿En qué p. momento me he convertido en tu secretaria?

Y cuando se les dice esto, que no hay una distribución equitativa de tareas el argumento estrella es: Eh, yo TE AYUDO en las tareas de casa. Coño, no se trata de que me ayudes se trata de que las hagas. No es lo mismo: “ayudar en las tareas de casa” que “hacer las tareas de casa”. Ayudar implica que hay alguien que asume un 75% y tú un 25%, colaborar implica un 50-50.

Sin embargo, llegados a este punto y tras broncas continuas, llegamos a un punto de desesperación en el que quizá porque lo quieres y asumes el defecto, te resignas. Hasta que llega otro día en el que el vaso desborda y montas otra vez la de San Quintín…

Y ahí volveeeeeemos a empezar. El juego de la oca.

¿Y sabéis que? Sólo se me ocurre una solución: E-DU-CA-CIÓN.