UN DÍA NORMAL

Me levanto (mierda, llego tarde), corro a la cocina, pongo un vaso de leche a calentar, corro de vuelta al baño, me lavo los dientes, me visto, me maquillo, me peino como puedo. Cojo la mochila, meto el portátil y el cargador y me enfundo el abrigo. De camino a la puerta, me bebo el vaso de leche quemándome la garganta.

Seis horas de clase. Unas más aburridas, otras más entretenidas (sobre todo aburridas, vamos a reconocerlo, ¿y qué le pasa al profesor de segunda hora en el ojo? Tiene como un tic. Estará nervioso, igual está pasando por problemas con su mujer. Normal, yo también me cansaría de alguien tan sumamente aburrido y pedante… Uy, ¿hace cuánto que no estoy prestando atención?).

Por fin en casa. Me hago la comida rápido, he quedado esta tarde con un chico al que estoy conociendo y no tengo mucho margen de tiempo. Es la cuarta vez que quedamos y se ha empeñado en llevarme al Retiro. Qué romántico.

Me pongo el vestido a rayas blancas y azules que me compré el otro día en las rebajas. Una hora más tarde, me recoge en su coche y en menos que canta un gallo nos plantamos allí.

El tiempo pasa volando entre risas, indirectas y complicidad. Estoy muy cómoda con él. Tres horas más tarde, propone ir a ver el atardecer en un mirador cercano. Acepto encantada y vamos para allí.

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Nos enrollamos mientras vemos el atardecer, todo precioso. Después nos envuelve la pasión y acabamos haciéndolo allí mismo, en el coche. Unos pocos arrumacos más tarde, me deja en casa con un beso.

Se me ha hecho tarde, así que ceno algo ligero y rápido, me pongo el pijama y caigo rendida en la cama, agotada.

UN DÍA NORMAL CON LA REGLA

Me levanto (mierda, llego tarde), corro a la cocina, pongo un vaso de leche a calentar, corro de vuelta al baño… Mierda, me ha venido la regla. ¿Tengo compresas? Sí, quedan algunas del mes pasado. Me pongo una, me lavo los dientes, me visto, me maquillo, me peino como puedo. Cojo la mochila, meto el portátil y el cargador (Y una compresa por si acaso) y me enfundo el abrigo. De camino a la puerta, me bebo el vaso de leche (con un ibuprofeno porque sé que si no dentro de una hora estaré muriendo de dolor) quemándome la garganta.

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Seis horas de clase. Unas más aburridas, otras más entretenidas (sobre todo aburridas, vamos a reconocerlo, ¿y qué le pasa al profesor de segunda hora en el ojo? Tiene como un tic. Estará nervioso, igual está pasando por problemas con su mujer. Normal, yo también me cansaría de alguien tan sumamente aburrido y pedante… Uy, ¿hace cuánto que no estoy prestando atención?). Entre clase y clase, corro al baño a revisar si necesito un cambio de compresa. En la quinta hora, de hecho, lo necesito. ¿Dónde está la papelera? ¿Cómo es que aquí no hay papelera? Salgo fuera, con la compresa envuelta en todo el papel posible y la tiro con todo el disimulo que puedo, en la papelera del pasillo. Por mucha vergüenza que me dé, no pienso dejar las cosas tiradas por ahí. No soy tan cochina.

Antes de llegar a casa, tengo que pasar por el súper para comprar compresas y tampones. El cajero es un chico joven que me mira con cara rara. Por fin en casa. Me hago la comida rápido, he quedado esta tarde con un chico al que estoy conociendo y no tengo mucho margen de tiempo. Es la cuarta vez que quedamos y se ha empeñado en llevarme al retiro. Qué romántico… Pero allí no hay baños. Putada. Me pondré doble protección (compresa y tampón) y espero que no pase ninguna desgracia.

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Me pongo el vestido a rayas blancas y azules que me compré el otro día en las rebajas. Mierda, no puedo ponerme lo que tenía pensado. Ponerse cualquier cosa blanca no es una buena idea. Así que me resigno a enfundarme unos vaqueros y una blusa medianamente mona. Una hora más tarde, me recoge en su coche y en menos que canta un gallo nos plantamos allí.

El tiempo pasa volando entre risas, indirectas y complicidad. Estoy muy cómoda con él. Tres horas más tarde, propone ir a ver el atardecer en un mirador cercano. Acepto encantada algo preocupada y vamos para allí.

Nos enrollamos mientras vemos el atardecer, todo precioso. Después nos envuelve la pasión y acabamos haciéndolo allí mismo, en el coche pero yo no puedo dejar de pensar que estoy desbordando y lo horrible que sería mancharle el coche de sangre. Además, me he olvidado de tomarme otro ibuprofeno y me estoy muriendo de dolor entre los ovarios y una especie de reuma en las piernas. Pongo una excusa y, unos pocos arrumacos más tarde, me deja en casa con un beso.

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Se me ha hecho tarde, pero necesito urgentemente una ducha, así que ceno algo ligero y rápido, me ducho, me tomo otro ibuprofeno, me pongo el pijama y caigo rendida en la cama, agotada.

Autor: Cristina Prieto