Vale, esto puede sonar contradictorio en una persona que reivindica que no le juzgues por cómo va vestida. Si te quedas en una lectura superficial de los titulares, pues sí. Pero de lo que os vengo a hablar es de algo que ya nombraba en ese artículo: cómo la ropa puede ser una de las mejores formas de reafirmar nuestra personalidad.

Es por esto que hago una absoluta defensa de pasarse tres horas delante del armario pensando qué me pongo. Una absoluta defensa de tener un estilo concreto y de querer que la gente lo vea. Mi ropa puede decir algo de mí, pero nunca será yo. Sólo es una puerta a mi personalidad, una muestra de mis inquietudes. Es por eso que no hay que limitarse a juzgarme por lo que llevo puesto.

Mi ropa habla de mí por qué yo la he elegido, yo me he inspirado, yo he buscado y yo me la pongo. Pregúntate por qué he elegido lo que llevo puesto, no decidas por ti mismo. Pregúntame, interésate por mis gustos, mis inquietudes. Igual te hablo de cosas que desconoces, igual te sorprendo. 

Según Acotex, la Asociación Española del Comercio Textil y Complementos, 65% del gasto en ropa en España se hace en una docena de tiendas (¿adivináis cuáles?) . Es decir, que casi todos compramos la misma ropa en las mismas tiendas. Vaya rollo ¿no?

Estamos en una sociedad cada vez más individualista pero a la vez más uniformada. Basta con pararse a contar cuantas parkas verdes (para horror de mods) hemos visto este invierno.  ¿Tienes la bufamanta beige de cuadros verdes y rojo? ¿Te has parado a contar con cuántas chicas te cruzas con la misma? Yo he llegado a contar cuatro chicas ( incluyéndome a mí) en un bar pequeño a la hora del vermú. Horror. Parecemos ovejitas.

Es por ello, que si queremos salirnos del aburrimiento y la uniformidad (auto) impuesta, la moda puede convertirse en una arma de expresión e incluso de rebelarse contra las grandes cadenas. ¿Cuántas veces has visto algo que te ha encantado pero al final lo has dejado en la estantería porque te parecía «muy cantoso»? ¿Cuántas veces has pensado «no me voy a atrever a ponerme esto»? Parecer que viviésemos con miedo a salirnos de la masa.


Teddy girls

Hace años,  las subculturas juveniles marcaban las épocas, las hoy diluidas en tribus urbanas. Uno pertenecía a una tribu porque se identificaba con la música que escuchaban o con unos ideales sociales y políticos. De este modo, tenemos a los Teddy Boys en la Inglaterra de los 50, chicos de clase baja que aspiraban a subir de estatus, vivir de su ingenio de manera hedonista y elegante y por ello daban gran importancia a sus trajes y corbatas de lazo. O los punks en los 70, que querían romper con todo lo anterior y utilizaban la estética como modo de provocación, ellos inventaron el DIY. (*)

Para ellos, el componente estético era fundamental, una manera de identificarse ante la sociedad. El sentimiento de pertenencia era básico, sentirse parte de algo concreto, no un individuo más de una masa informe.

Actualmente, apenas podemos distinguir tribus establecidas y desde luego pocas nuevas que permanezcan más allá de que se pongan de moda un año. ¿No os parece un rollo el continuo uniforme pitillos+ camisa larga + botines? Cambia camisa por jersey y botines por manoletinas. Y todo entre 10 modelos diferentes de camisa y botines, ya. Lo estáis visualizando ¿No? ¿Qué puede transmitir eso? Pues que vayas mejor o peor vestida, que seas más o menos «pija» o «choni», porque sí, hoy en día llevan todas el mismo uniforme. ¿No creéis que es mucho más interesante una juventud diversa, colorida u oscura, que no parezcan todos hechos por el mismo molde? Una juventud que utilice todos los medios a su alcance para expresarse y reivindicarse.

Con los años, el factor social y político fue dejando paso más a algo meramente estético y cultural, aunque hoy en día mucha gente sigue fiel a los ideales de una determinada subcultura. Muchas de esas ropas y estilos hoy están asumidas en la sociedad como unas prendas más que están de moda una temporada sí, otra no, tenemos en nuestra mano adoptarlas como una moda más o usarlas como método de expresión.

Vayamos a lo práctico, que ya os he metido una buena chapa:

Adoro los leotardos blancos con mocasines. Algunos pensaran que es un horror, pero para mí ( aparte de que me gusta estéticamente) me llevan a la época de los 60, en que las mujeres empezaban a liberarse en la forma de vestir y de vivir, pero que a la vez estilísticamente me parece impecable y me fascina toda la cultura mod, la música etc. En definitiva, me gusta que la gente me vea y piense en esa época.

No hace falta sentirse identificado con alguna tribu urbana para expresarnos a través de nuestra ropa, cada uno sabemos lo que nos gusta y por qué nos gusta. Hace unos días, hablando con unas amigas sobre esto, una de ellas, que de tribu urbana cero patatero, pero que tiene un estilo muy definido, me explicaba justamente esto «cuando voy a una tienda a veces veo ropa bonita, pero que no me dice nada, necesito comprar cosas que me transmitan algo, que sean yo».

Y así, con estas pequeñas decisiones, podemos salir poco a poco del rebaño y vamos tomando más conciencia de lo que somos y lo que nos gusta. Encontramos nuevas tiendas, perdemos el miedo a comprar segunda mano y sobre todo perdemos el miedo a «ser diferente».

(*) Es un resumen muy mainstream de las subculturas y unas definiciones muy lights, lo sé. Pero no puedo explayarme tanto, así que si os interesa os recomiendo «Rituales de resistencia. Subculturas juveniles en la Gran Bretaña de la postguerra» de la editorial Traficantes de Sueños.