Hace no mucho tiempo, tuve una época en mi vida en la que ir a comprar ropa se volvió un auténtico suplicio. Siempre había esperado con ansias el momento de ir a por los nuevos modelitos de la temporada, hasta que engordé. Desde entonces, eso que tanto me gustaba, se volvió una tortura que muchas veces terminaba conmigo llorando tras las cortinas de un probador. Sé que a muchas os sonará esa sensación: vaqueros que no pasan de las rodillas, cremalleras que no suben, vestidos que una vez puestos no salen y dependientas que te miran con cara de, este no es tu lugar, no hay nada aquí para ti. Para una chica como yo, pasar usar una 38 y ser la compradora típica de esas tiendas de estrechas costuras que todos conocemos, a usar una 44 y tener el trauma de no poder comprar donde siempre, donde tus amigas compran, fue por un tiempo un drama mayúsculo. Incluso me «motivaba» a mí misma a perder peso obligándome a no comprarme ropa  nueva hasta que adelgazara. ¡Menuda estupidez!

giphy


Pero me planté. Un buen día dije enserio, stop dramas, y con una gran sonrisa y el bolsillo lleno fui a comerme el mundo tienda tras tienda, sintiéndome cómoda y estupenda a cada prenda que me compraba. ¿El por qué de ese cambio? Sin duda, lo que vosotras promovéis, el bodypositive. Veía a modelos e instagramers curvies, y también colaboradoras de esta página tan estupendas luciendo sus lookazos y pensaba, ¿y por qué tu no? Siéntete guapa y rebélate contra los cánones de las tiendas que no quieren que metamos nuestros fantásticos michelines en sus prendas. 

¿Estás en esta situación? Aquí van mis consejos para superar el pavor a los probadores:

  • Miedo a no caber/que te quede como el culo. Tan sencillo como esto: si no te gusta, lo dejas donde estaba y se acabó. ¿Que te sientes como un redondo de ternera bajo ese vestido? Pues fuera, a otra cosa mariposa. Hay más ropa que peces en el océano. Y si no te entra nada de esa tienda, a lo mejor el problema no es tuyo, sino de ellos, y lo mejor que puedes hacer es coger tu dinero y marcharte a lo pretty woman: qué lástima, iba a gastarme una cantidad indecente de dinero en su establecimiento (aunque tu presupuesto sean 20 euros).
  • Miedo a los comentarios de tus acompañantes. Si, todas tenemos esa santa madre que se encarga de recordarte lo jodidamente mal que te queda esa falda que te acabas de probar, apuntando que pareces una lámpara. O esa amiga con unas tallas menos que desde el probador del lado se encarga de recordarte lo bien que le queda a ella ese vestido que no estaba en tu talla. El consejo es sencillo: ve sola. No necesitas asesoramiento de 20 personas como las novias de Divinity, tienes criterio y te conoces mejor que nadie.

source

  • Miedo a lo desconocido. Si, ese vestido básico que cada año cambia de estampado y que te compras since 1992 está muy bien, pero que tal si sales de tu zona de confort? Probar ropa es gratis! No todos los días puede una hacer combinaciones imposibles, reírse de lo mal que quedan, o sorprenderse de lo bien que te sienta ese vestido de transparencias que habías cogido medio de coña.
  • Miedo a entrar en otras tiendas. Al principio me pasaba, quería resistirme y seguir comprando en esas tiendas que todos conocemos, aunque eso implicara ir envasada al vacío, no respirar nunca, o ir siempre con la chaqueta abierta argumentando que eres muy calurosa. Esa especie de vergüenza o tabú de acercarte a tiendas con zonas para tallas grandes, o con mayor tallaje, se tiene que acabar pero ya. Hay vida más allá de Zara y créeme, es maravillosa.

gimme-five

Y si todavía no te he convencido de que ir de compras es simplemente maravilloso,  ya que no soportas rebuscar entre ropa, las colas en los probadores y el olor a sobaquete que puedes encontrarte algunas veces, no temas. Hay solución y se llama Internet. ¡BENDITO INTERNET! Pásate horas y horas en el sofá de tu casa mirando y remirando en la gran variedad de webs donde no tendrás problema para encontrar tu talla, y después pruébatela en la comodidad de tu hogar. Ya no hay excusas para no sentirse como una diva cada vez que salgas a la calle estrenando modelazo y diciendo, ¡aquí estoy yo!

Anónimo.