Yo no hago cambio de armario, yo almaceno mi ropa por tallas y ahora que parece que vuelve el frío, saco las cajas de ropa de invierno y me pruebo la ropa que hay dentro. Las prendas que me valen, al armario y las que no, vuelven a la caja hasta que volvamos a encajar en otro momento de la vida. Lo mismo me ocurre al principio del verano, claro.

 

Cuando vives subiendo y bajando kilos y no quieres arruinarte por comprar ropa en cada proceso de subida o bajada, acabas por montar un almacén en casa. Y lo organizas por tamaños: por tallas es imposible porque no se corresponden entre ellas.

Lo primero que aprendí a no tirar fueron los pantalones grandes porque vosotras sabéis como yo lo que cuesta encontrarlos. Y si encima son cómodos y te quedan bien, entonces son mi tesoooooro. Luego empecé a guardar las camisetas de tirantes básicas, que me van apretadas o sueltas según el año, y estas viven directamente en mi armario.

Los vestidos de varias tallas también los guardo en cajas y los reviso cada inicio de verano e invierno.

 

Si lo ves todo junto parece que tenga una buena colección de ropa pero como, por ejemplo, mis 12 vestidos son de 3 o 4 medidas distintas, pues no lucen igual. Y lo mismo ocurre con los pantalones o las camisas.

¿La ventaja? Que cuando mis kilos y yo nos reencontramos con uno de los tesoros… ¡me hace una ilusión tremenda! ¡Y sin gastar ni un duro!