Ellos se gustaban
pero no lo sabían.
Ellos se buscaban
pero no lo decían.

Desde el primer momento que se encontraron,
que los presentaron,
que estuvieron cerca,
que se miraron.
Se saludaban con un tímido «hola», pero pensaban en un gran «te deseo».
¿Y si yo no le gusto?
¿Y si él no quiere?
¿Y si dice que no?
¿Y si no se puede?
Ninguno de los dos dijo nada.
Nada durante ocho años.

Ocho años tropezándose, sonriéndose, encontrándose, intuyéndose.
Se observaban sin decirlo, se deseaban sin saberlo, se pensaban en silencio, se soñaban en secreto.
Ocho años con esas ganas.
Ganas de comerse en vez de hablarse, ganas de fundirse en vez de mirarse, de arrancarse la piel con la mirada, de cansarse juntos deshaciendo la cama.

Y así pasaron los años, de encuentro en encuentro.
Sólo deseando.

Hasta que uno de ellos decidió emprender una nueva aventura, decidió empezar una nueva vida, se marchaba al extranjero y sólo con billete de ida.
Pero antes de partir ambos se dieron cuenta de que si uno se iba,
si los dos se separaban,
si la distancia tanto crecía que no podían avivar las ansias,
el deseo no dejaría de ser deseo, las ganas no dejarían de ser ganas.
Nunca se comerían a besos, ni se acariciarían con empeño, no desharían la cama juntos, ni se mirarían con anhelo.

Así que se armaron de valor como si se hubieran puesto de acuerdo, se hicieron los valientes y se lo dijeron.
Se dijeron lo que no se habían dicho en ocho años: que se tenían ganas, que se guardaban besos, que se tenían ansias, que ya eran confesos.
Se lo dijeron y quedaron, se vieron y se encontraron, esta vez no por casualidad, esta vez fue queriendo, quedaron en casa de uno con los nervios vibrando dentro.

Uno tocó el timbre, el otro abrió la puerta,
se encontraron mirándose a los ojos con la mirada muy quieta.
Ambos respiraban fervor, no se estaban moviendo, ninguno decía nada, sólo estaban sonriendo.
Sus caras se acercaron por inercia, no lo vieron venir, sin dejar de mirarse, sin dejar de sonreír; y la sonrisa se convirtió en un beso con el que ambos habían soñado, un beso pausado, demoledor y apasionado.
A ese beso siguió un «hola», a ese «hola» otro beso,
luego vino la cama y se detuvo el tiempo…

Ocho años contenidos,
ocho años de derroche,
ocho años de pasión,
ocho años en una noche.

YouTube video