La impulsividad es la predisposición que tenemos a reaccionar de forma inesperada, rápida y desproporcionada, sin reflexionar ni tener en cuenta las consecuencias de nuestros actos. Vamos, apretar el gatillo y preguntar después.

¿Quién no ha mandado un WhatsApp cabreadísimo para arrepentirse dos minutos después? ¿Quién no ha dejado de seguir a alguien en Instagram en un momento de calentón para cagarse en todo al descubrir que lo tiene privado? El problema es cuando estas situaciones se van agravando y acaban dominando y perjudicando nuestra vida personal, social y laboral. Para muchos, responder de forma inapropiada y desmedida a la gente de su entorno y reaccionar desproporcionadamente ante situaciones triviales, es el pan de cada día.

¿Por qué somos impulsivos?

Como en todo, no hay una sola causa. Se suman factores genéticos, rasgos de nuestra personalidad y lo que aprendemos del entorno en el que vivimos. El problema es que muchas personas justifican su comportamiento bajo el pretexto de que, como diría Alaska, “ellos son así, así seguirán y nunca cambiarán”. Vale, no tenemos control sobre nuestros genes, pero está en nuestra mano cambiar esos patrones de conducta que a la larga nos perjudican. Ya sé que requiere esfuerzo, tiempo y paciencia, los tres grandes enemigos de las personas impulsivas, pero cuando esta empieza a afectar a nuestra vida y a la de nuestros seres queridos, toca ponerle remedio.

Hay que distinguir entre una reacción impulsiva ocasional, cosa que a todos nos pasa de vez en cuando, y un patrón de conducta desadaptativo. A las personas impulsivas les cuesta valorar las consecuencias a largo plazo, ya sean buenas o malas. Si les das a elegir entre una gratificación grande dentro de una semana y una gratificación pequeña hoy, elegirán la pequeña solo por tenerla ya. Es una forma de intolerancia a la frustración, y puede repercutir negativamente a la hora de tomar decisiones e interactuar con el entorno.

¿Cómo nos afecta la impulsividad patológica?

  • A nivel personal, ya que genera ansiedad, repercute en nuestro estado anímico y en nuestra autoestima, y nos acabamos sintiendo avergonzados, arrepentidos y culpables por nuestro comportamiento.
  • A nivel social, ya que aumentan los conflictos con amigos, familiares, compañeros de trabajo, etc.
  • A nivel profesional, ya que perjudica nuestro rendimiento y genera mal clima en el entorno laboral.
  • A nivel económico, ya que muchas veces se producen gastos desproporcionados.

Cómo evitar la impulsividad patológica

  • Paso número 1: identifica tus sentimientos

Cuando aparezca la impulsividad, párate cinco minutos y anota en un cuaderno como te sientes. Tal vez te sientes ignorada, enfadada o dolida, también puede ser que simplemente te aburras. Analiza tus reacciones emocionales para saber cuál es el origen de estas, y a su vez el origen de la impulsividad. Una vez conozcas los detonantes sabrás a qué atenerte cuando aparezcan.

  • Paso número 2: ten en cuenta las consecuencias

Ser impulsivo trae consecuencias positivas a corto plazo, y en el caso de la impulsividad emocional suele ser calmar la ansiedad. Por ejemplo, una persona se siente más relajada cuando se compra algo bonito, cuando se come ocho donuts fondant a las cuatro de la mañana, o cuando manda a tomar por culo a una persona con la que está enfadada. Esa satisfacción, si bien es intensa, suele durar poco. Es como si la impulsividad fuese una descarga que libera nuestra tensión, para luego incrementarla por cien.

La próxima vez que sientas impulsividad, sobre todo si está relacionada con emociones negativas como la ansiedad, la ira o el miedo, párate a pensar en las consecuencias a largo plazo.

También puede ser útil ordenar tus prioridades. ¿Qué pesa más, resolver el problema con una persona o quedarte más a gusto que un arbusto mandándole a la mierda?

  • Paso número 3: mejora tu autocontrol

Es el momento de sacar nuestra parte racional al ring. Antes de tomar una decisión drástica, deja pasar un día. Antes de actuar precipitadamente, cuenta hasta cien. Puedes ponerte una canción relajante o imaginar una escena que te calme. Lo importante es dejar que las ideas que aparecen en nuestra cabeza se formen, se gesten y maduren, antes de llevarlas a cabo impulsivamente.

  • Paso número 4: piensa antes de actuar

Antes de actuar, escribe lo que vas a hacer en un papel y luego reléelo. Añade también las consecuencias a corto, medio y largo plazo de tus actos. ¿Realmente te beneficiará actuar así? Parece una tontería, pero esto hará que te fijes en detalles que has pasado por alto con el calentón del momento.

  • Paso número 5: aprende a relajarte

Cuando estás a punto de actuar de forma impulsiva, normalmente la tensión domina tu cuerpo. Técnicas como la relajación o aprender a respirar profundamente con el diafragma, pueden reducir el nerviosismo y la ansiedad que muchas veces acompañan a estas situaciones.

Si sientes que la impulsividad controla tu vida y eres incapaz de ponerle remedio, pide ayuda. Cuando este patrón de conducta se vuelve patológico y empieza a afectar a nuestra vida social, laboral y personal, un profesional de la salud mental puede ser de gran utilidad.

@ManriMandarina