Lo vemos por todas partes: nos metemos en Instagram y nos encontramos con esa mujer en cuya bio lo único que tiene como información es aquello de “mamá de Antoñito”; vamos a escribir a una amiga en Whatsapp y donde antaño estuviera su foto de perfil, ahora siempre vemos la de su retoño -de cuando ponen la de la pareja y no sabes si hablas con tu amiga o el chorbo hablamos otro día-; que parece que le vas a preguntar a un niño de 5 años si hay plan para el sábado (y te acojona que te diga de ir a un parque de bolas) Porque sí, tu entorno comienza a abrazar la maternidad, pero lo peor es que se deja absorber por ella. Yo, que ya formo parte del club, me niego a que la maternidad me defina, y te cuento por qué.

  1. Porque antes de madre, soy mujer. Llevaba 31 años siendo una persona que hizo amigos, estudió una carrera, aprendió a quererse, desarrolló unos gustos y se marcó unos objetivos (que se hayan cumplido es otra cosa) Y eso no desaparece de la noche a la mañana. Todo ello me define, me compone y me hace ser quien soy desde antes de tener descendencia.
  2. Porque igual que no me definen mis estudios, ni mi estado civil, tampoco lo hace mi útero. Soy periodista, estoy casada y soy madre desde hace 20 meses. Pero ninguna de esas parcelas me definen en exclusiva, ¿por qué entonces ha de hacerlo el haber incorporado un nombre más al libro de familia?
  1. Porque para enseñar a mi hijo a ser independiente, he de serlo yo primero. Quiero un niño libre, capaz de elegir por sí solo, valiente, justo e independiente. Pero creo que se predica con el ejemplo y, de la misma manera que como verduras para que él lo haga y leo para que le pique el gusanillo; es necesario demostrarle que mamá es independiente, con sus quehaceres, sus gustos y todo el universo que la compone.
  2. Porque mi día a día no puede depender de que abandone el nido. Te tiras 18, 25 o 43 años velando por ese pequeño ser … y de pronto un día abandona el hogar. Si el “síndrome del nido vacío” es duro, imagina lo que ha de serlo si has puesto tu vida en standby y tienes que volver a aprender a ser tú misma tras perder tu razón de ser. De ahí a ser suegra metiche hay un paso.
  1. Porque la felicidad tiene muchas formas. Mi hijo me hace feliz, infinitamente. Pero también me hace feliz un atardecer en la playa con un Puerto de Indias en las manos o estrenar ese conjuntazo con el que me siento una Diosa. La felicidad está en las pequeñas cosas, y hay muchas además de ser mamá.
  2. Porque ya me sentía poderosa antes de ser madre. Hay muchas mujeres en este mundo que, por decisión o circunstancias, no son madres y son súper mujeres. La maternidad no me ha dado súper poderes, ya tenía muchos antes.
  1. Porque mi vida no tiene un botón de “stop”. La Sonia que era no se para en la habitación de la maternidad. Sigue existiendo, y no puedo anular su voz, sino dejarle seguir siendo ella misma.
  2. Porque mis vivencias, gustos y hobbies no desaparecen en la sala de parto. “Adiós al cine, a los restaurantes, a ver series…” – me decían. Es cierto que la logística cambia, pero seguimos disfrutando de las mismas cosas que antes. Porque si quieres, puedes; y no tienes que dejar que la maternidad te lo impida.
  1. Porque me gusto (y a mi pareja le gusto) como soy, como era, como seguiré siendo. Está claro que todos cambiamos con los años, pero no podemos centralizar ese cambio y convertirnos en una persona diferente por el mero hecho de aumentar la familia. ¡Vivan las facetas complejas de la personalidad!
  2. Porque no quiero. Porque me niego. Porque insisto en que es precioso ser mamá (aunque también muy duro) pero también es precioso ser una misma. ¡No a la exclavitud materno-filial!