Cuando en tu familia la estatura media es de 1,75 y resulta que eres alta por parte de madre, padre, abuelos y bisabuelos no hay ningún problema. Ahora bien, cuando a ese factor genético le sumamos unos (bastantes) kilos de más la cosa empieza a complicarse.

  • Los panties no están hechos para ti 

¿En serio nadie se ha parado a pensar que si eso estira a lo ancho, encoge a lo largo? Es de preescolar de elasticidad. Es prácticamente misión imposible encontrar unos panties en los que entre tu maravilloso y gigantesco culo y además te llegue la costurilla al ombligo. Una opción: las medias medias, las que de verdad son medias porque te llegan a la mitad del muslamen. Eso sí: ojo con la talla, corres el riesgo de que aquello empiece a retorcerse una y otra vez y entonces si que la hemos liado.

  • Los asientos se convierten en tu peor enemigo

Tú y el asiento. El asiento y tú. Miradas desafiantes. No solo tiene que entrarte el culo, sino que además tienes que encajar las piernas. Es una especie de tetris nivel experto. Además, si por algún casual se te ocurre sentarte en el asiento de la salida de emergencia de los aviones, ten en cuenta que que los reposabrazos son fijos y cubren todo el lateral. No vaya a ser que además de alta y querer estirar las piernas, seas gorda. Solución: huir de los asientos de emergencias y colocarte al lado del pasillo, así tu culete tendrá más espacio y podrás sacar las piernecitas por un lateral cuando no pase nadie.

  • Los ‘vesti-setas’

¡Ala, pero si esa camiseta es igualita a un vestido mio!’ Y así todo el rato. Conseguir que un vestido te llegue a los pies es todo un reto. Tus tetis, tus miches y tu culo deciden por dónde te tiene que quedar y la mayoría de las veces deciden que como camiseta queda monísimo.

  • 5 puertas en los coches por favor

¿Qué meto primero? ¿La cabeza? ¿El culo? ¿Los pies? Da igual, ármate de valor y entra, sea como sea. Primero soluciona el tema dimensiones horizontales para entrar por ese huequito que deja el asiento delantero y luego al sentarte ya veremos dónde metemos la cabeza. Eso sí, disfruta del viaje, no vale ir pensando en cómo vamos a salir de ahí que nos conocemos. Recuerda: todo lo que entra, sale.

  • Las fotos grupales

!Mira mamá, la foto que nos hicimos todos el otro día en la casa rural!’ ‘¿Dónde hija?, que no te veo’ A ver quién es el osado que se la juega a ponerse delante en una foto grupal. Siempre vas a estar relegada a la última fila. Lo bueno de esto, que en el cole te librabas de hacer el ridículo en la función de Navidad.

  • La facilidad para dormir en cualquier sitio

‘No te preocupes, si yo duermo en cualquier sitio…’ JA! Intenta colocarte en un asiento de autobús para dormir plácidamente. Que todos sabemos que está mal, sí; pero chico, si de Madrid a Bilbao en bus no nos toca nadie al lado… una cabezadita repanchingada nunca viene mal. Pues no, nosotras no podemos. Harina de otro costal es ya el tema literas, sí, sí, de las que tienen tope en los pies. Encarámate tú ahí y consigue dormir sin encoger alguna parte de tu cuerpo. Imposible. Y de los sillones con orejas hablamos otro día.

  • Eres el apoyo de todos

Que al resto del mundo les llegue la cabeza a tu pechamen en una conversación de pie no supone ningún riesgo en principio. Ahora… si eres blandita todo cambia. Todo el mundo decidirá que eres la cosa más cómoda del mundo sobre la que acomodarse a ver películas, contar confesiones o secar sus lágrimas. ¿Quién quiere cojines teniendo a Bea? He de decir que a mi no me suele importar, pero si eres de las que les da un poco de reparo el contacto humano así de primeras tienes un problema seriote.

Y es que, queridas mías, si todo esto que sufrimos en silencio no fuera poco, la gente suele empeñarse en recordártelo. ‘Que no mujer, que no estás solo gorda, es que tú eres muy grande, grande por todos sitios’. ‘Gracias señora por su aportación y sí, soy grande, muy grande por fuera, pero sobretodo, por dentro’. (Guiño, guiño)