El pasado sábado mi buen amigo Borja me invitó a ir al teatro con él y con sus padres, Gregorio y Begoña, que habían venido a visitarle a Madrid. Al terminar la obra dimos un paseo hasta el restaurante donde habíamos reservado mesa para cenar. Yo me senté al lado de Borja y sus padres en frente de nosotros. Son un encanto de pareja: afables, cultos y muy fáciles de querer, aunque conociendo a la maravilla de hijo que tienen era de esperar.

En un momento, durante la cena, empezamos a hablar de la familia: de los hijos, de los abuelos… Gregorio nos relataba cómo su padre Joaquín, el abuelo de Borja, cuidó a sus nietos desde muy pequeños, cómo iba a buscarles al colegio y cómo les sacaba de paseo y les llevaba a la playa. Nos contaba, entre risas, cómo Borja se las hacía pasar canutas y su abuelo tenía que ir corriendo detrás de él cuando hacía alguna trastada, y cómo más tarde le mentía a Gregorio diciéndole que Borja se había portado muy bien, para que no le castigaran y así poder seguir dando paseos con él, a pesar de las trastadas. Lo que su abuelo sentía por sus nietos no era amor, era adoración.

iaio y Alberto

Gregorio me describió a su padre como un hombre de una bondad enorme, muy sabio y muy trabajador. Hablaba de él con admiración y con nostalgia. Toda su vida trabajó duro para sacar a su familia adelante, tanto que el único día que tenía libre para pasarlo con su mujer y sus hijos era el domingo. Nos contaba cómo aprovechaba esos domingos libres para llevarles a la playa, los 4 montados en una sola moto, en aquella época en la que no todo el mundo podía permitirse un coche.

Joaquín pudo disfrutar de tiempo libre para cuidar de sus nietos porque le prejubilaron a una edad muy temprana, con 58 años. Él trabajaba en una multinacional y, por reajustes de la organización, le ofrecieron la oportunidad de dejar de trabajar, con el beneficio de que la empresa le pagaría el sueldo íntegro a modo de finiquito hasta que llegara la edad de su jubilación. A pesar de una oferta tan buena, no se lo tomó tan bien. Él quería trabajar, llevaba toda la vida haciéndolo y no sabía qué iba a hacer sin trabajo. “Hijo ¿Qué voy a hacer sin trabajar? Yo no sé estar sin trabajar” le decía a Gregorio, y éste le contestaba: “Ya se nos ocurrirá algo papá, pero tienes que aceptar esta oferta, es una oferta muy buena, seguirás cobrando aún sin trabajar. Tienes que hacerlo”.

Y así lo hizo, más por hacer caso a su hijo que por voluntad propia.

No tardaron mucho en encontrarle ocupación para tanto tiempo libre: sus nietos, a jornada completa. Era tan feliz cuidándoles, y ellos tan felices con él.

La vida le dio un traspiés y hace 9 años, a los 79 años de edad, le ingresaron de urgencia debido a una aneurisma de aorta. Los médicos dijeron que no iba a sobrevivir a aquella noche, aunque él no lo sabía. Aún así y contra todo pronóstico él peleó por aguantar con vida una semana más, tiempo suficiente para que todos pudieran despedirse de él. Fue fuerte y luchador hasta para eso. Son tan duras las despedidas, sobre todo cuando son para siempre…

Gregorio me contaba cómo su padre, una noche que estaba pasándola junto a él en el hospital, cogiéndole de la mano le dijo:

– Hijo ¿Puedo decirte algo antes de morirme?
– Papá no digas eso, todo va a salir bien – (aunque sabía de sobra que no iba a ser así)
– Aún así, no quiero irme sin agradecerte algo.
– ¿Agradecerme qué?
– Quiero agradecerte de corazón que me obligaras a prejubilarme y a tomar aquella decisión a pesar de que yo no quería.
– ¿Por qué papá?
– Porque, gracias a aquello, he podido disfrutar de mis nietos lo que no pude disfrutar de mis hijos, y es el regalo más bonito que pude tener.

Al día siguiente Joaquín falleció. Se fue sin dolor, de una forma bonita, igual de bonita que la memoria que dejó en sus seres queridos, y habiendo tenido la oportunidad de disfrutar de tiempo suficiente para dar a sus nietos todo el amor que tenía dentro.

El tiempo pasa rápido amigos, a veces demasiado, y mucha gente se empieza a dar cuenta de que la vida va en serio cuando ya es demasiado tarde. Disfruta ahora de las cosas que de verdad son importantes, la vida no siempre da segundas oportunidades. Quiere ahora, cuida ahora, besa y abraza ahora, perdona ahora, saca tiempo ahora, porque el arrepentimiento llega tarde y la vida está pasando…

AHORA.

 

YouTube video